LAS SIETE VIDAS DE KEVIN SPACEY
Si echamos un vistazo a la cartelera de estas dos últimas semanas, nos encontraremos con un dato maravilloso, de esos que nos devuelven la fe en el cine: la media de llegadas de filmes de Kevin Spacey a nuestros cines es de 1 por semana. No, tranquilos, no hemos vuelto a los 90, aunque cuando Hollywood acabe de saquear los 80 puede que sean su nuevo objetivo. El que ha vuelto es Kevin Spacey después de unos cuantos años de (en orden decreciente de relevancia) teatro, televisión, cortometrajes, videojuegos y un cameo en Como acabar sin tu jefe 2 para justificar la existencia de la secuela. Además de las dos cintas mencionadas, el actor tiene 3 títulos más en producción y uno de ellos, un biopic de Salinger, promete devolverle a los grandes premios cinematográficos. Esta súbita reaparición en la gran pantalla entronca con unas declaraciones suyas de hace unos años en las que apuntaba que se había alejado del cine por la poca complejidad de los papeles que le ofrecían (es muy difícil estar a la altura de un personaje como Frank Underwood). Sin embargo, parece que ha encontrado una nueva hornada de directores (él siempre ha apostado por trabajar con directores noveles como David Fincher, Bryan Singer y Duncan Jones) que tienen cosas que aportar a este arte.
Barry Levinson (que ni es novel ni parece que tenga mucho que aportar) es el director de Siete vidas, este gato es un peligro (los gatos ingleses son más afortunados, puesto que tienen dos vidas más), protagonizada por Spacey. Aprovechando este estreno hemos encontrado una excusa para revisitar su bizarra filmografía y celebrar su talento con vosotros: las siete vidas de Kevin Spacey, siete momentos letales a los que sobrevivió. Empecemos.
1. Superar un debut al lado de Meryl Streep y Jack Nicholson
El talento de Spacey se empezó a forjar en los teatros, interpretando obras de los sospechosos habituales (Shakespeare, Ibsen, Molière). Por esta razón, su lazo con los escenarios no se vio debilitado por el aumento de su fama como actor cinematográfico (a diferencia de otro famoso artista). Además, se presentó como una vía de escape para su sensibilidad más refinada, que colisionaba con ciertos papeles más estereotipados (y menos interesantes) que le ofreció durante una época la industria fílmica.
Otra actriz hija del teatro es Meryl Streep, protagonista de Se acabó el pastel. Bajo la batuta de Mike Nichols, el director de la cinta, también se encontraban un joven Jack Nicholson y un aún más joven Spacey. En verdad, los protagonistas eran la actriz y el actor con 3 Oscar cada uno (Kevin solo tiene 2) y el tercero solo aparecía en dos escenas que podéis ver a continuación.
2. Igualar a su ídolo, Jack Lemmon
Los que habéis visto el discurso que hizo el actor cuando ganó el Oscar por American Beauty o habéis visto/leído/escuchado entrevistas con él, probablemente sabréis que hay un actor en concreto responsable de inspirar a Spacey para algunos de sus mejores trabajos: Jack Lemmon. Esta admiración no es platónica, puesto que colaboraron en 2 películas y una serie de televisión. En estos trabajos, pese a los esfuerzos del joven actor, hay una gran diferencia en la calidad de las dos interpretaciones. En su última cooperación, Glengarry Glen Ross (Éxito a cualquier precio), esta desigualdad se redujo, especialmente en una secuencia que comparten en un coche. No obstante, en nuestra humilde opinión no fue hasta American Beauty cuando Spacey consiguió estar a la altura del fetiche de Billy Wilder. Puede que el protagonista de la cinta de Sam Mendes también lo sintiera, ya que le dedicó su segundo Oscar.
3. No repetir con ningún director
Antes de seguir, queremos apuntar que la anterior afirmación no es del todo verídica. El actor ha sido dirigido dos veces en el cine por Mike Nichols (Se acabó el pastel y Armas de mujer) y Bryan Singer (Sospechosos habituales y Superman Returns: El regreso), pero en ninguno de los dos casos los dos papeles eran protagonistas. También ha trabajado con directores primero en cine y después en televisión y viceversa. Sin embargo, lo importante es que estos casos son excepciones, ya que normalmente no repite con directores ni acostumbra a colaborar con directores de renombre (los tres grandes nombres serían Eastwood, Fincher y Nichols). Esto prueba dos tesis: apoya a realizadores que se están abriendo paso en la industria y da más importancia al guion que a los nombres involucrados en el filme. En la línea de la primera teoría, en uno de sus últimos títulos, Margin Call, apostó por un director novel, J. C. Chandor, que ha demostrado ser un gran narrador.
4. Sobrevivir a su primer Oscar (y a su segundo)
Desde 1992 hasta American Beauty (1999) la carrera del actor es meteórica. 7 años, 17 películas. Muchas de ellas se han convertido en icónicas (Glengarry Glen Ross, Sospechosos habituales, Seven o L.A. Confidential serían algunos ejemplos). El único cambio en su carrera que provocó el premio es la participación en películas más comerciales (Estallido, Tiempo de matar, Negociador y Bichos, una aventura en miniatura).
El segundo Oscar sí que provocó un giro drástico en su trayectoria profesional. Como comentó en una entrevista posterior, sentía que con American Beauty había llegado a la cima de su recorrido y que no se podría superar. Su nuevo objetivo era ayudar a otros a conseguir lo mismo. Esta etapa de su filmografía, que llega hasta su descanso en 2011, no tiene demasiada coherencia, pero es digna de elogio por su variedad, su valentía y su falta de prejuicios. Es curioso que tuviese tal nivel de libertad sin salirse del sistema. Una recomendación: indaguen en este cajón de sastre porque hay sorpresas muy agradables. Una de ellas es El mundo de Leland, protagonizada por un jovencísimo Ryan Gosling.
5. Interpretar a un cantante (y dirigir la película)
Otra cinta que también pertenece a esta época es Beyond the Sea, biopic (no demasiado al uso) del cantante Bobby Darin, producida, escrita, dirigida y protagonizada por él. Por si eso fuera poco, él mismo cantó todas las canciones del músico usadas en el filme. En verdad que no fue un salto al vacío, puesto que Spacey ya había dirigido en Albino Alligator y cantado en Dobles parejas (thriller hijo de su tiempo muy recomendable) y en Medianoche en el jardín del bien y del mal. Pese a eso, el riesgo que tomó fue alto y los críticos se aprovecharon de ello. Puede que no sea gran cine, pero consigue el objetivo principal que se había fijado el actor: transmitir al público la importancia de este artista. Y a nosotros nos encandilaron tanto Kevin como Bobby. Otros motivo más para verla: la fotografía de Eduardo Serra es excelente.
6. Ser el primer actor de Hollywood en participar en una película de producción 100 por ciento china
Inseparable, dirigida por Dayyan Eng, sostiene este honor. La película mezcla unas cuantas obras americanas, de El club de la lucha a Kick-Ass, y el resultado es bastante curioso. El actor no tiene miedo a entregase totalmente a la causa aunque la cinta tenga momentos muy esperpénticos. Eso sí, no confies en el tráiler porque te vende una película de un género distinto.
7. Saltar a la televisión (y volver al cine después)
Abordemos el último punto. Es injusto y arcaico considerar que el hecho de que una estrella de cine se pase a la pequeña pantalla es símbolo de la decadencia de su carrera. Muchos lo han hecho. Y muchos (aunque menos) han conseguido volver cuando les ha apetecido, sobre todo si se han involucrado en una serie de larga duración (McConaughey no vale). Y, al parecer, Spacey lo está consiguiendo (si no se lo creen, miren la cartelera).
Para acabar añadimos un extra: ha conseguido dejar atrás a personajes muy icónicos. Muchos actores se ven atrapados por sus personajes más elogiados y se quedan estancados. No es el caso de él, ya que, sin ser un camaleón, consigue perfilar muy bien los personajes, darles vida propia, y por eso le tenemos en tan alta estima.
Y para despedirnos, un clásico siempre que se habla de Spacey: sus geniales imitaciones.
https://www.youtube.com/watch?v=fIQMptnTf0s
Pau Jané