LA ÚLTIMA LECCIÓN
LOS ANTECEDENTES
El director francés Sébastien Marnier dirige La Última lección, su segundo largometraje tras las cámaras después de Irreprochable, en 2016. Basada en la novela homónima de Christophe Dufossé, el director confesó haberse obsesionado con la obra y haber comprado los derechos a principios de siglo, esperó a adaptarla porque solo se sintió cómodo una vez había realizado su primera película. Curiosidad a parte, el film se pudo ver en España en el último festival de Sitges, dónde sin duda despertó la curiosidad del público tras haber pasado por la Mostra de Venecia.
LA PELÍCULA
Desde el inicio de su metraje, La última lección se convierte progresivamente en una criatura viva fascinante, sobretodo por la capacidad que tiene para evocar diferentes sensaciones desde un lugar muy sugerente.
La puesta en escena y el trabajo de cámara apuestan constantemente por reforzar unos códigos realistas y naturales muy propios del cine francés y europeo. Dichos códigos tardarán poco colisionar con un guión lleno de realismo mágico y elementos kafkianos, que acompañados por una banda sonora de corte techno 80’s derivan en un género misterioso y confuso, un espacio dónde perderse con el protagonista en busca de respuestas. La relación profesor-alumno de En la casa (de François Ozon), los rituales colectivos juveniles de Nocturama (de Bertrand Bonello) y varios de los conflictos medioambientales de El Reverendo (de Paul Schrader) se dan aquí la mano.
La gran incógnita del film está planteada a través de la relación de un profesor sustituto con su clase. Con los roles de poder subvertidos, la batuta es de los estudiantes y Laurent Laffite, el profesor, es solo un falso protagonista desde el que acceder al verdadero meollo de la cuestión.
Abrimos la ventana a la vida de una juventud desencantada, pero ante todo consciente. Consciente de los males del mundo y de la gestión común de éstos, el mundo se va al garete y nos perdemos con él. El choque generacional sirve de nuevo para dinamitar e inspeccionar el clima social actual, dónde cada vez todo tiene más caras y el mal, lejos de especificarse cada vez se torna más colectivo e in-negociable.
ELLOS Y ELLAS
El peso de la película lo lleva Laurent Laffite que como profesor está impecable, siendo cuestionado y en plena crisis de los 40, tiene la ardua responsabilidad de enfrentarse a sus eruditos estudiantes y lo hace de manera magistral. Por otro lado los estudiantes son la clave de la película, en especial Luàna Bajrami (Apolline), que en la mayor parte de ocasiones solo con su expresiva mirada en silencio consigue transmitirlo todo de una manera rotunda.
LA SORPRESA
La inclusión de metraje encontrado y la incursión de éste en la narrativa es, sin duda, una de las decisiones más interesantes de la película. Sorprende porque rompe con su forma y está completamente vinculado a la trama, todo perfectamente hilado aportando una nueva perspectiva que ayuda por completo a alimentar el vouyerismo del personaje y del espectador. También las escenas musicales en el coro escolar chocan por su fuerza narrativa.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
La escena inicial, sin ir más lejos, nos introduce de golpe en la historia. En general son interesantes, sobretodo, aquellos momentos de calma en los que aparentemente no ocurre gran cosa pero se le empiezan a ver las orejas al lobo, entraría aquí el ‘momento espejo’ que remite mucho a Magical Girl y merece la pena mencionar.
TE GUSTARÁ SI…
Disfrutas del cine de Yorgos Lanthimos o de algunas de las referencias previamente mencionadas, también si buscas reflexionar a través de un misterio o una propuesta más psicológica que dramática, sin quitarle hierro al asunto.
LO MEJOR
- El aura que desprende la película y su originalidad en la propuesta.
- No funciona de manera convencional y es muy imprevisible.
- Algunas de sus imágenes y momentos hipnóticos en combinación con el uso de la música.
LO PEOR
- No es para todos los públicos.
- Puede resultar demasiado explícita en algunos momentos.
- Si bien cierra satisfactoriamente hay varios momentos descolgados que pueden quedar en el aire.
Juan Luis Martínez