El Palomitrón

Tu espacio de cine y series españolas

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DESAPEGO Y CRISIS DE IDENTIDAD MILLENIAL A TRAVÉS DEL CINE ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

UN SENTIMIENTO TRANSGENERACIONAL

El sentimiento de desapego y lejanía que siente el individuo por la sociedad en el contexto temporal actual es similar al que vivían nuestros padres y al que vivieron nuestros abuelos. Existe un extrañamiento crónico, que cuenta con diferentes características en función del contexto social y cultural, y que se vuelve una forma de sentir transgeneracional. Se trata de esa incapacidad vital del individuo para sentirse parte de un sistema, identificarse con los valores de una generación o para seguir las modas. Podríamos decir que, en un mundo cada vez más globalizado lo que define a una generación es precisamente esto último, sumado al ya mencionado sentimiento de indiferencia unitario.

Este desasosiego siempre ha sido representado en las artes, en las últimas décadas con más fuerza en disciplinas como el cine, la literatura o la música. El incesante avance tecnológico provoca cambios generacionales, cuyo análisis es una inspiración para la expresión cultural. En concreto, en el caso del cine, conviene echar la vista atrás y recordar el nacimiento del Neorrealismo italiano después de la Segunda Guerra Mundial. En cuyo objetivo estaba el de mostrar condiciones sociales más auténticas y humanas, alejándose del estilo histórico, épico y musical que había impuesto la Italia fascista. Hoy día no vivimos períodos de guerra, pero ante nuestros problemas diarios, el cine de Hollywood nos sigue bombardeando con dramas épicos y entretenidos que tal vez sean capaces de emocionarnos, pero que se encuentran muy lejos de una representación fidedigna de la vida y de la manera de sentir de nuestra generación.

Este ‘cine de lo real’ es un estilo cinematográfico que a día de hoy se vuelve más necesario que nunca. Un estilo especial, intimista y cercano, que refleje problemas a bajas escalas y aporte un realismo propio de una generación que comparte una desazón común. La problemática de la vida cotidiana, que no es menos importante que el drama de la guerra. Un cine que de alguna manera en el fondo, no podría ser más existencialista.

Echemos un vistazo al contexto temporal que nos ha tocado vivir y analicemos como determinados sucesos han influido en la gente de a pie, en la forma de expresar y sentir la cultura. Busquemos referencias que nos hagan entender que motiva a una generación de directores a ser las voces de una generación silenciosa, a escala global y en concreto, en nuestro país.

Trainspotting (1996) Danny Boyle

ANTECEDENTES. IMPACTO DE LA GENERACIÓN X

Se podría denominar generación X a las personas nacidas a partir de los 60 hasta finales de los 70. Personas que crecieron en los 80 y que se hicieron adultos en los 90. Son individuos nacidos en períodos históricos y políticos complejos. Se produce un cambio radical en la forma de vida. El crecimiento y desarrollo de esta generación se vio caracterizado por la búsqueda de una identidad y como consecuencia una rebeldía frente al sistema. Entre los eventos históricos que pudieron condicionar el pensamiento colectivo de toda una generación encontramos sucesos como el accidente nuclear de Chernóbil (1986), la caída del Muro de Berlín (1989), el fin de la Guerra Fría (1991) e incluso el auge del terrorismo palestino (Fundación de Al Qaeda, 1988).

Así como fenómenos productos de la globalización que marcaban un severo cambio de capítulo respecto a la generación anterior. Tales como el paso del sistema analógico al digital, el inicio de internet, la despenalización de la homosexualidad, la popularización de las drogas de diseño, venta generalizada de anticonceptivos, el concepto de amor libre, resurgimiento del feminismo, el laicismo en la sociedad.

La generación X no vivió los problemas de la guerra, se desarrollan en un mundo de relativa paz después de dos guerras mundiales y una guerra fría. Los problemas que surgen entonces son otros. El individuo se encuentra en una inestabilidad emocional a la que no sabe enfrentarse. Un joven en un mundo capitalista e injusto, a la búsqueda de una identidad propia.

Encontramos en el cine films que hablan de la realidad de esta generación de jóvenes de una manera más o menos fidedigna y también algo pesimista. Películas de culto como Trainspotting (1996), en la cual el director Danny Boyle nos muestra la sociedad escocesa de los años 80, en la que un modo de vida articulado por las drogas, el sexo libre, y la fiesta lucha contra la necesidad vital de ‘ser alguien’. Actitudes que forman parte inherente de esa juventud perdida. En Francia, películas como El Odio (1995), de Mathieu Kassovitz, muestran el retrato de una comunidad que madura abriéndose paso a través del racismo y la homofobia en el París de los 80, y que se mantiene viviendo en una constante violencia, aceptando que jamás escaparan de su desasosiego. En Estados Unidos, El Club de la Lucha (1999), de David Fincher si bien no genera un retrato de la sociedad de esos años, habla de las consecuencias en la vida adulta de las promesas del sueño americano, dónde en un país en el que el patriotismo agarra tan fuerte, no haber ido a la guerra es señal de ser poco hombre.

Historias del Kronen (1995) Montxo Armendáriz

La generación X en España vivió una etapa complicada. Sobre los jóvenes cayó la responsabilidad de recuperar el tiempo perdido a causa de vivir en un régimen dictatorial durante casi 40 años. La España de la transición, la España posfranquista recibió la democracia con los brazos abiertos y se vio obligada a hacerse rápido con el control de unos derechos de libertad de expresión con los que no se había contado en muchas décadas. Las preocupaciones de la generación X no se basaban en la lucha política, o en ocultarse por el miedo a la represión del régimen. Aparecen otras preocupaciones morales, derivadas del racismo y la homofobia y se plantean cuestiones que hasta hace poco eran impensables. La juventud se refugia en amigos, y reniega de las familias, cuyos padres, nacidos durante la guerra civil, no pueden entender los dilemas de la sociedad moderna. En este contexto surgen nuevas jergas y nuevos movimientos productos de la inconformidad antes mencionada y de la rabiosa necesidad de ser moderno. Algunos de ellos tan influyentes como la Movida madrileña o la Ruta del Bakalao en Valencia.

La cultura española de la generación X crea un ambiente urbano de aventuras, más íntimo y más cercano, acorde a la realidad vivida, pero que expresa una inquietud interior. En literatura toda una generación de autores escribe novelas que se basan en la representación de este sentimiento tales como Héroes (1993), de Ray Loriga, Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997), de Lucía Etxebarría, o Historias del Kronen (1994), de Jose Ángel Mañas. Ésta última adaptada al cine por Montxo Armendáriz en 1995, y que podría compartir contexto con las películas antes mencionadas como su equivalente en España. Un film sobre la vida desenfrenada de un grupo de colegas en las noches de Madrid.

Estos films muestran personajes neorrealistas, una generación de jóvenes fuertemente influenciada por la cultura: el cine, la literatura y la música. Son personajes que reflejan un vacío de valores que los representa como andanes del mundo urbano moderno, reaccionado y oponiéndose a él, como un sentimiento de rebeldía. Encontramos drogas, instintos, sexo, prepotencias como símbolo de la generación X. Las personas se organizan en grupos, la desazón por la situación del momento es compartida, aunque no siempre explicitada.

Sin embargo un aspecto común, definitorio y crítico de esta sociedad, que bien se ve reflejado en Trainspotting, El Odio o Historias del Kronen, es que el paso de la juventud a la vida adulta se hace acompañado de amigos. Los amigos son el centro y el motivo de toda historia, pilares sobre los que se apoya y se construyen las personalidades de los protagonistas. Tal vez un suceso único y un cambio radical respecto a cómo los millenials entienden a día de hoy las relaciones de amistad.

El Odio (1995) Mathieu Kassovitz

MILLENIALS. LOS HEREDEROS

El tema que nos ocupa es como la generación actual de nuevos adultos entiende la representación de su identidad y de una crisis propia en las artes. Al contrario que los predecesores, es una generación caracterizada irónicamente por una enorme falta de comunicación. Debido en parte al auge de internet y el surgimiento de las redes sociales. El sistema guía la mirada de una sociedad cada vez más avanzada y que circula a más velocidad, en la que existe una menor presencia de la cultura como medio de conexión con el individuo. La globalización ha conseguido que se acentúe esta pasividad, pues accedemos con gran inmediatez a tanto rango de contenido que se vuelve una tarea complicada seleccionar lo importante. Si el problema de la generación X era provocado por un vacío identitario que buscaba llenarse por los amigos, las drogas un ritmo de vida frenético en la generación millenial este hueco lo ocupan las redes sociales.

Otro aspecto característico e importante de la generación millenial sin duda ha sido la democratización  de las oportunidades, lo cual a priori es un gran avance social. Muchas más personas con posibilidad de acceder a un grado universitario u otros estudios, lo que sin embargo se ha traducido, en parte, en una insana presión durante los años de la adolescencia acerca de ‘tener un título’, y llegar a ser ‘alguien’. Una responsabilidad forzosa sobre los jóvenes, que les obliga a competir de manera consciente con sus semejantes.

El gran evento histórico y cultural que es responsable de provocar un malestar y una falta de respuestas en esta generación es la crisis financiera de 2008, en la cual todas las creencias sobre un futuro prometedor fundadas en la adolescencia resultan caer en saco roto. Y que remarca el fenómeno denominado crisis del cuarto de vida. Término acuñado por la autora Abby Wilner en su libro Quaterlife Crisis, e identificado y aceptado por profesionales de la salud mental en 2001. Una serie de factores que han provocado que enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión se conviertan en las más comunes entre los jóvenes.

Factores como problemas para acceder a un puesto de trabajo satisfactorio y conseguir una estabilidad. Consciencia de la muerte, debido al fallecimiento de abuelos u otros familares. Problemas para conciliar trabajo y pasiones personales. Dificultad para hacer nuevos amigos y mantener a los antiguos. Relaciones tecnológicas, con unas redes sociales que facilitan la conexión pero que son capaces de hacer daño y crear falsas imágenes o provocar desilusiones. Nos convertimos en una sociedad sin empatía, impersonal. Una generación individualista, pues se pierde el sentimiento de lo colectivo, motivado por el consumismo y la apariencia. Estas circunstancias provocan conformismo y sumisión, que choca radicalmente con la actitud de rebeldía y provocación de la generación anterior, y que desencadena un distanciamiento a los demás y a uno mismo.

Como el resto de generaciones, la generación millenial se enfrenta al reto de superar una serie de procesos que implican entender la vida adulta y dejar de ser un niño. Aquí hay un conflicto entre intimidad y aislamiento. Después de construir una identidad durante la adolescencia se busca que esa identidad forje relaciones intensas con otras personas, y eso no siempre sucede, lo que alimenta esta frustración crónica que no sufrían los de la generación X, ya que creaban una identidad común juntos.

Este desapego vital ha provocado que cada vez más la cultura se conciba como entretenimiento de masas, que no se identifica con la vida. Hay una pérdida de valores por una falta de referentes válidos. Pero hay una serie de artistas que aún luchan por crear un retrato fidedigno de las preocupaciones morales de la sociedad actual y de la generación millenial en concreto como ya hicieron otros autores con la generación X. En el cine también encontramos un contexto global y transversal, y un contexto individual, dónde ciertas preocupaciones se ponen en relieve de una manera muy personal y concreta. Si la característica definitoria de los X era alcanzar la madurez junto a los amigos, la particularidad de los millenial es un pensamiento de permanente nostalgia hacia otros modos de vida pasados que nunca vivimos. Y es que resulta tan problemático no tener nada, como tenerlo todo.

En busca de la felicidad (2006) Gabriele Muccino

CINE DRAMÁTICO CONTEMPORÁNEO. LAS PREOCUPACIONES DE UNA SOCIEDAD

Habiendo ya mencionado el contexto histórico en el que la generación de los millenials se encuentra hagamos un breve análisis del contexto cinematográfico en el que se sitúa el cine dramático actual y cuáles son sus objetivos. Con el fin de focalizar en el estilo real y fidedigno que mencionábamos líneas arriba.

En primer lugar encontramos un cine comercial empeñado en retratar grandes dramas globales que no reflejan el desapego ni las intimidades de una sociedad. Son dramas exagerados, que pueden ser capaces de hacernos reflexionar y enriquecernos pero que se encuentran muy alejados de nuestra vida real. Son disfrutables desde fuera como espectador. Se trata de un cine dramático concreto, en el que la forma, el mensaje, o ambos, se quedan fuera. Encontramos entonces un cine que consigue ser atemporal, transgeneracional y en ocasiones ‘transcultural’ (en la sociedad occidental mayormente). Algunos ejemplos de este cine de los últimos años podrían ser dramas históricos como El Pianista (2002) de Roman Polanski, basadas en desastres naturales como Lo Imposible (2012) de J.A. Bayona, personas situaciones delicadas de pobreza como En busca de la felicidad (2006) de Gabriele Muccino, o Slumdog Millionaire (2008), de Danny Boyle, o basadas en cuestiones de discriminación o racismo como Gran Torino (2008) de Clint Eastwood. Tal como comentábamos, en estas películas no existe una identificación directa, el cine de Hollywood juega a conmovernos o sacarnos la lágrima. Quizá consigamos durante unos momentos ponernos en la piel de los protagonistas, pero son historias que no hablan de nosotros.

Biutiful (2011) Alejandro G. Iñárritu

En segundo lugar, adentrándonos en un género más íntimo podríamos encontrar una serie de films centrados en un cine que busca más la consciencia social, que es más crítico en formas aunque pueda mantener el mensaje citado en el párrafo anterior. Es capaz de tratar problemas individuales que no son atractivos para gran parte de la sociedad como objeto de consumo. Sin embargo son reales, y en la mayoría de los casos son mostrados con cierto pesimismo, con un estilo acentuado y excesivamente dramático. No son películas atemporales que puedan entenderse y disfrutarse de igual manera en cualquier parte del mundo ni por todo tipo de personas, pues focalizan en problemas concretos en entornos geográficos diversos y los ponen en relieve. El tratamiento cinematográfico consigue un acercamiento mucho más directo a los espectadores, que los ahoga en un aura de pesadumbre del que no parece que exista salida posible. Por esta razón no son dramas que tengan un final feliz o una moraleja final que sirva de redención a los protagonistas. La crudeza de esta vida escondida se puede ver en películas que tratan problemas concretos como Shame (2011) Steve McQueen, en la que un incidente desata una crisis existencial en la vida de un hombre adicto al sexo. The Florida Project (2017) de Sean Baker, que relata la crisis económica que sufre una familia en un motel de Orlando a ojos de una niña de 6 años. Cafarnaúm (2018), de Nadine Labaki o Ciudad de Dios (2002) de Fernando Meirelles y Kátia Lund, que muestran un esbozo de la situación miserable en la que los niños viven en la frontera entre Israel y Líbano o en las favelas brasileñas. O Biutiful (2010), de Alejandro González Iñárritu, en la que un padre de familia en una situación precaria en la ciudad de Barcelona, se enfrenta al cuidado de sus hijos, una enfermedad terminal, problemas con la droga, y un desamparo constante al ser incapaz de ayudar a la gente que tiene alrededor. En ocasiones podríamos ver como este cine de ficción hace un esfuerzo por acercarse a los modos de filmación y montaje del cine documental, con el objetivo de dotar a las producciones de un mayor realismo.

Manchester frente al mar (2016) de Kenneth Lonergan

Si apretamos un poco más las tuercas a lo que podemos esperar de un género dramático que sea representativo de nuestro día a día podríamos encontrar aún un cine más intimista y humilde. Un cine basado en problemas cotidianos, y que nace con el mismo objetivo que lo hizo en su día el neorrealismo italiano. Hablaríamos entonces de un cine plenamente emocional, que analiza los problemas individuales de una sociedad dividida, centrándose plenamente y en exclusiva en la persona y en cómo siente. Es un cine no menos dramático que los anteriores, pero es más cercano. No habla de la muerte, de la guerra, de la enfermedad ni de un sistema opresor (o al menos no de forma explícita). Se centra en una dualidad interior, actual y contemporánea, un desazón que muestra los dramas cotidianos silenciosos que no se dejan ver frente a los grandes dramas del mundo exterior. El cine se vuelve crudo (no solo en la dirección, sino también en la fotografía y el montaje). Podríamos calificarlo como un ‘cine del desasosiego’, sin artificios. Ejemplos tales como El Profesor (Detachment) (2011) de Tony Kaye, Amor (2012) de Michael Haneke, Manchester frente al mar (2016) de Kenneth Lonergan o la reciente Fourteen (2019) de Dan Sallit. Films centrados por completo en el contexto interior de sus personajes. Y que habla de nosotros.

LOS PROBLEMAS AHOGADOS. CASOS DE ESTUDIO EN EL CINE ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

La generación millenial española necesita una representación cultural que no le haga sentir que sus problemas se han olvidado o que no existen. Pues hay pequeñas preocupaciones compartidas que bien merecen una o varias películas. Surge una generación de directores que sienten el ahora como el momento más importante y que buscan reflejar por medio del cine la inquietud vivida en sus años más vulnerables, su cuarto de vida, pero a un nivel individual, y sin llegar a ser autobiográfico. La línea que se sigue en la representación de este género la encontramos en que: los millenials aún rodeados de personas se encuentran solos.

A nivel técnico podemos encontrar: un uso perpetuo de la cámara en mano, buscando ese realismo documental. Planos largos y pausados que obligan al espectador a seguir la acción y aumentar la inmersión. Extensos diálogos y conversaciones con largos silencios, que resultan verosímiles, cercanas y realistas. Una paleta de colores apagados que anuncia la pesadumbre del mensaje a transmitir. Un montaje lento que nos permite un tiempo para asimilar las sensaciones vividas. Escenarios limpios y despejados en los que los personajes acaparan todo el protagonismo. Y una cámara centrada en personajes, planos medios y primeros planos, que destacan las expresiones faciales que un gran trabajo de actuación se encarga de hacer real.

                     Stockholm (2013) Rodrigo Sorogoyen

Sorogoyen narra el encuentro de un chico y una chica en una fiesta de una noche en Madrid. Tienen una conversación en la cual él le confiesa que se ha enamorado de ella ¿Existe el amor a primera vista? Podría parecer una premisa convencional hasta la primera mitad de la película, en la que a partir del día siguiente la circunstancia adquiere una densidad que hace despertar preguntas al espectador. Stockholm trata la visión actual generalizada del amor romántico, como resultado de una generación cada vez más individualista en la que el sexo es una victoria y enamorarse es perder. Sin caer en tópicos, el director es capaz de mostrar un ambiente machista y posesivo, enfermizo, que pone en relieve asuntos como la cosificación del cuerpo femenino, pero sobre todo una falta total de empatía, propia de nuestro tiempo. La película es cruda, en guion y en imagen. Habla de muchos temas, empleando pocos recursos, tales como la pérdida de la esperanza y la fe en las relaciones románticas y el amor propio. Las pequeñas desilusiones diarias que se acumulan y hacen mella en los individuos creando una sociedad que se corrompe y en la que mentir ya no genera ningún reparo ni consecuencia. Es una película desalentadora, en la que el silencio y el vacío están muy presentes, a veces muy necesarios en el ambiente tan agitado que nos ha tocado vivir. La tensión de la película habla de los prejuicios y la inconsciencia e incapacidad para ponernos en la piel del otro, que nos hace frágiles y nos hace daño, y que contribuyen a que la ansiedad y la depresión abandere los grandes trastornos de un momento vital demasiado común.

                     Las distancias (2018) Elena Trapé

Las distancias es una película que habla sobre la amistad. Es una película fría en la que un grupo de amigos de la universidad deciden reunirse al cabo de los años y visitar a uno de ellos que reside en Berlín. La línea de salida habla de los grupos de amigos que se rompen y del daño que la distancia hace. La directora durante todo el metraje es constante en recordarnos que el tiempo pasa y que las personas cambian. Los protagonistas se enfrentan a una perdida brutal de la inocencia, en la que se encuentran siendo adultos sin haber conseguido cumplir los planes que tenían cuando eran jóvenes. Se crea un ambiente de nostalgia perpetua, en el que cualquier tiempo pasado fue mejor. Una crisis existencial que parece no terminar nunca, provocada por un desaliento debido a la precaria situación laboral y la presión social por formar una familia y encontrar un lugar en el mundo. La falta de preparación para enfrentarse a los problemas de la adultez acentúa la sensación de soledad y aislamiento, que choca con seguir sintiéndose incomprendido a los 35 años, ni siquiera por aquellos que considerabas tus amigos.

Elena Trapé habla de que el tiempo pasa, y las personas cambian. Que luchar por intentar volver a un período en el que fuimos felices puede ser incluso más doloroso que quedarse con el recuerdo, pues hay vacíos que nunca podrán volver a llenarse. Las distancias habla de la memoria, del olvido como la mayor decepción, y de la pérdida de la amistad porque hay personas que cambiaron tanto que dejaron de existir. Tintes existencialistas en caras de actores que reflejan con soltura un potente mensaje. El paso del tiempo es inevitable.

                     Viaje al cuarto de una madre (2018) Celia Rico

El film nos muestra un retrato duro y solemne del sentimiento de una madre que ve crecer a su hija y siente que quiere volar del nido. Intervienen varios fenómenos ya mencionados en este artículo, como la superación de la muerte de un miembro importante de la familia. Encontramos un punto de vista de la crisis generacional desde otra perspectiva, pues en este caso la protagonista a través de cuyos ojos vemos es la madre de la joven. Celia Rico nos habla de la maternidad como un símbolo de soledad cuando los hijos crecen y quieren marcharse. La relación madre e hija se hace complicada cuando la hija comienza a tener conciencia de lo que significa hacerse adulto. Existen discusiones, frialdad, extrañamiento entre ellas, pero nunca un alejamiento real. La lucha interior que siente la protagonista es la de la aceptación de huecos que quedarán para siempre como una parte más su vida.

El motor de la historia podríamos encontrarlo en la identificación de la madre con la hija, a la que ve como un reflejo de su lejana juventud, pero a la cual es incapaz de entender del todo por la diferencia en los tiempos que les ha tocado vivir. La relación de amor-odio entre las protagonistas (y casi los únicos personajes de la película) se construye en una relación realista y familiar. Viaje al cuarto de una madre narra la deconstrucción de los sentimientos de una madre que ve como una parte de ella se escapa para siempre. Una lucha entre la felicidad de su hija contra la tranquilidad de tenerla cerca. Una madre que ha sufrido, que se desvive cada día por el amor de su hija, y que debe entender que las generaciones han cambiado.

                   Los días que vendrán (2019) Carlos Marques-Marcet

Quizá podamos encontrar en este film el mensaje más optimista de esta selección de cuatro. No deja de ser una historia potente y dramática, que sigue el estilo antes mencionado, pero en el transcurso de la película encontramos numerosos momentos de satisfacción y felicidad real. Se narra la aventura de ser padres y las responsabilidades que acarrea traer una nueva vida al mundo y de que nunca es el momento ideal. La aceptación de riesgos en la vida laboral y en la vida personal, que quizá impidan cumplir pasiones o sueños. Carlos Marques muestra los miedos y las inseguridades que experimentan los dos protagonistas. Se normaliza la vida en pareja, en la cual los protagonistas poco a poco se dan cuenta de que no existe espacio para el egoísmo ni el individualismo al que la sociedad nos empuja. Encontramos dudas, sorpresas, felicidad y discusiones. Encontramos el embarazo como algo complejo, como un proceso de serenidad y aceptación personal, de la pareja como un solo individuo, recuperando en parte el sentimiento colectivo. Un bebé necesita 9 meses para gestarse, y una madre necesita ese mismo tiempo para comprender que su vida a partir de entonces va a ser otra. Es un proceso que ambos comparten, y que marca su relación, que plantea cuestiones críticas como hasta que punto es una irresponsabilidad traer un niño a este mundo, o dudas acerca de si sus vidas van a cambiar a mejor o si existe algún atisbo de arrepentimiento en el futuro.

Los días que vendrán es una película honesta, que refleja una situación en la que tener descendencia se ha vuelto cada vez más complicado. El tiempo pesa, y la edad deja de ser solo un número cuando nos aproximamos a cierta cifra. La presión de la responsabilidad es permanente. A pesar de todo es una película alentadora, con un final feliz. Honesta, sincera, y profundamente emocional y optimista, cuyo mensaje conclusivo nos aboca a saber perdonar, a quererse y a apreciar la vida. No cae en tópicos, ni es comedia romántica, es la vida misma.

El Profesor (Detachment) (2011) Tony Kaye

UN CINE QUE HABLA DE LA VIDA

Un gran porcentaje de individuos pertenecientes a la generación millenial ve en el cine un magnífico objeto de entretenimiento. Una opción para perderse en nuevos mundos, descubrir historias de fantasía, escapar de sus vidas cotidianas y en síntesis, desconectar. No es algo extraño, el auge de las plataformas streaming y la gran oferta de contenido ha conseguido hacer una rareza del ritual de ir al cine a ver una película. Existen tantos tipos de cine como personas y tantos modos de disfrutarlo como situaciones. Sin embargo, aquellos que encuentran en el cine un refugio encontraran en estas películas un nítido reflejo de un modo de entender la vida. Quizá sea atrevido decir que se trata de un un cine para valientes, pues no son films que nos hagan escapar de nuestra realidad cotidiana, sino al contrario. Son historias que nos hablan directamente a la cara y nos escupen una verdad que cuesta digerir. Un cine que nos hace más conscientes de la realidad que vivimos, que es cruda, fría, difícil y, cotidiana. Y que nos ayuda a entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás, en definitiva ser mejores personas. Compartir una carga común y un punto de vista íntimo, nos hace encontrar en este cine un consuelo y una especie de compasión. Sin duda, una conexión necesaria, que se hace imprescindible perteneciendo a una generación que no nos pone las cosas fáciles.

Pablo Sánchez

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