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Crítica de la tercera temporada de Danmachi
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DANMACHI III: NUEVAS METAS, MISMA SENCILLEZ

Hay algo en Danmachi que siempre me obliga a mantenerla cerca de mí. Con la llegada de la nueva temporada hablaba de comodidad. De cómo la obra sigue ciertos estándares en los que encaja a la perfección y no siente la necesidad de abandonarlos. Una narrativa sencilla a favor de sus mismos ideales. Y si bien es una forma de describirlo, siento que también hay cierta sensación de guilty pleasure en esas líneas.

Y es que Danmachi es todo lo que el medio no debería buscar. Es una obra de corte clásico, con fantasía clásica, personajes clásicos y relaciones clásicas. Es parte de esa tendencia a anclarse al pasado, a la comodidad de sentirse seguro bajo un mismo techo. Y aún así, la adoro. Desprecio algunas de sus prácticas y creo que ya hemos hablado antes de cómo la obra cae en el fanservice, pero más allá de sus errores, hay algo que siempre funciona. Su capacidad para adaptarse a sus conceptos.

La sencillez como bandera

Danmachi es lo que es. Su subtítulo, “¿Que tiene de malo ligar en una mazmorra?” deja claro cuáles son sus intenciones. Pero su idea de “ligar en una mazmorra” tiene menos del harem de fantasía estándar y más de comedia romántica. Hay líneas de Love Hina, de Las Quintillizas, de My Next Life as a Villainess… Es una idea que reside no tanto en como todo el mundo quiere tener una aventura romántica con Bell sino en cómo él, un chico débil que comienza desde lo más bajo, acaba por lograr ciertas metas. Siempre con el apoyo como señal identitaria.

Con esas, resulta evidente que cada nuevo arco de Danmachi verse sobre la idea de introducir a un nuevo personaje. Las tantas veces, utilizando ese mismo factor como elemento romántico y objeto final. Lo importante, sin embargo, es que la serie consigue salir del estancamiento general para enfocarse mucho menos en las miradas de Haruhime o los celos de Lili como lo hace con la particular idea de la familia.

Es de esta idea de donde nace su comodidad. Porque sus giros son simples y las ideas no se alejan del shonen convencional, pero al final del día la idea que siempre resuena en la serie es la misma: el apoyo mútuo. Ese we rise together que suena tanto a cliché pero que consigue atravesar ciertas barreras para convertirse en la bandera de la serie. Temporada tras temporada, esa es la meta principal de la obra.

Cambiando de meta, un duro golpe a su mundo

Pero, ¿qué pasa si nos enfocamos en una nueva meta? No es algo nuevo. Danmachi ha jugado siempre con conceptos adicionales —el terror de la soledad, el desgaste de la supervivencia, el desprecio de los dioses…— pero nunca lo ha hecho como parece querer hacerlo ahora, rompiendo por completo las bases de su mundo para introducir una idea tan clásica como revolucionaria. La idea es, sin sorpresa alguna, la existencia de monstruos racionales.

Un giro notablemente usual en la fantasía que, una vez más, pasa por el filtro de Danmachi para adaptarse a su comodidad. Porque la obra no nos habla tanto de como la existencia de estas criaturas desestabiliza por completo la existencia de una sociedad construida sobre los pilares del odio y el desprecio y regida por la ley del más fuerte en base a esos mismos conceptos, sino de cómo Bell y compañía acogen a Wiene. Y sí, todos sabemos como acabará esto, con un gran enfrentamiento, una nueva muestra de amor mútuo y el levantamiento de su protagonista gracias a un nuevo poder. Pero es que no es el fin lo importante, sino el cómo llegamos hasta el mismo. No soy capaz de considerarlo de otra forma en una entrega como esta.

Y quizás me equivoque, porque la obra se atreve a plantear conceptos interesantes. La caída de toda una sociedad, sustentada en la idea de la mazmorra, la caza y la trata. La existencia de las familias, dedicadas —y valoradas— a este mismo sistema, así como la existencia de los dioses en el lado terrenal es un factor que se encuentra al borde del abismo en este nuevo cambio. Incluso la relación de Bell con Aiz, su principal motor hasta el momento, podría caer en la peor de las suertes.

Sea como sea, cualquier desenlace posible nos llevará por el mismo camino. El del derramamiento de sangre. El de hablar, de forma inevitable, de la discriminación, del odio y de la violencia. Conceptos que, si bien la obra ha tratado antes, se convierten ahora en su principal objetivo a corto plazo y una gran oportunidad para demostrar si su filtro, su ideal, se mantendrá a lo largo de todo el arco o veremos una versión renovada de Danmachi. Las cartas ya están en juego, solo queda esperar.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.