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segunda temporada de Fruits Basket
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FRUITS BASKET S2: ES HORA DE CRECER

Miedo, tensión, ansiedad. ¿A qué? ¿Porqué? Da igual. Todos hemos vivido con ello. Convivido con esa horrible sensación asfixiante, que amenaza con abalanzarse en cada esquina. Hay quien vive con ello a diario. Hay quien lo ve distante. Quien lo reconoce. Quien lo oculta, porque parte de ese miedo surge de la propia idea de reconocerlo.

La idea de esa soga que aprieta más a cada día es familiar. El miedo a ser o no ser. A salir. A hablar. A exponerse. Un miedo irracional, que tendemos a ignorar cuando no es nuestro cuello el que sujeta. Un miedo que, lo reconozco, me gusta ver en Fruits Basket.

Dibujando sobre la realidad

A pesar de lo frío que pueda sonar afirmar algo así lo cierto es que sí; me gusta ver que los personajes de Fruits Basket sufren, temen, huyen. Porque yo también lo he hecho. Porque, de una forma u otra, entiendo la reticencia de Kyo y Yuki a las relaciones sociales —hechos de fantasía aparte— y la evolución del carácter de ambos. Porque, al fin y al cabo, son personajes rotos dando pequeños pasos hacia el futuro que ellos buscan. Y sí, será una temática cliché y lo he visto en cientos de series, pero Fruits Basket tiene algo especial. Consigue que me identifique y que sienta aquello que narra en sus palabras.

No hace mucho hablaba de la obra como un supuesto abrazo primaveral. No lo retiro. Creo que Fruits Basket es la obra perfecta para acompañar estos días tan duros, de lejanías y miedos. Pero también pienso que la fórmula perfecta de la obra es aquella en la que da una de cal y una de arena. Porque la evolución de sus personajes no se da de forma espontánea, sino que hay un enorme camino a recorrer. Es ese punto medio en el que puedo soportar que su historia me mire a los ojos con intención de hacerme daño sabiendo que antes de que llegue ese punto me enseñará que el miedo tiene un fin.

Es precisamente ese punto que la diferencia de estrenos tan fuertes como Sing Yesterday For Me, la idea de que siempre hay un mañana. Algo que incluso he tendido a ver como una suerte de paralelismo ajeno a obras de Inio Asano como Solanin. Una idea que, si bien resulta incluso demasiado optimista, no llega a rozar la fantasía ¿Qué tiene de malo ser optimista? Saludar al día con una sonrisa es algo que no suelo probar pero, desde luego, dudo que haga daño a nadie.

Es hora de crecer

Me gustan esos momentos de retrospectiva en la que sus personajes reflexionan sobre su pasado, sin ignorarlo, para enfrentarlo y trabajar sobre sus errores. De alguna forma, esta segunda temporada consigue sentirse como una segunda parte al uso, sirviendo como un aviso, una advertencia. Casi parece que la propia obra repita a cada momento un, “eh, es hora de seguir adelante, ¿verdad?”.

El primer arco de Kyo es uno de aceptación personal. Una visita a Kazuma, un espacio íntimo con Tohru; la idea de que puede confiar en alguien. Por su parte, la chica tiene también sus pequeñas complicaciones en el segundo capítulo de la obra, siendo Shigure el responsable de calmar sus ansiedades con esas tiernas metáforas que tiende a esgrimir para servir de apoyo. Porque es tan importante pensar en el futuro como el saber cuando es necesario parar y tomar un descanso.

Sin embargo, es su tercer capítulo y como se enfoca en Yuki lo que me parece más relevante de lo visto hasta ahora. La simple idea de querer conocer más a Ayame, su hermano mayor, es muestra de la constante evolución del chico y cómo decide seguir su propio camino, dibujando un futuro aún lejano pero con objetivos claros. Pequeñas escenas que muestran más de ambos. De cómo uno sufre la soledad y la reclusión mientras el otro sangra la culpa de haber sido partícipe de esos castigos.

Pequeñas escenas que me gusta entender, también, como pequeñas lecciones morales. Momentos tan simples como el de Ayame asegurando a su hermano que no está solo y que jamás será una herramienta son ejemplos de cómo la obra constituye una constante entrega de cariño. Porque, pese a su simplicidad, si se observa con retrospectiva y siguiendo lo que dicta la narrativa de la serie, son momentos que valen por un mundo.

Sigue adelante y no pares

No suele ocurrir el llegar al final de un texto sabiendo que todo lo que ha quedado tras estas líneas es pura subjetividad nacida de la más pura identificación personal. Pero es gratificante. Y lo cierto es que esto es lo que siento que debería significar Fruits Basket para cualquier persona que pase por ella. Porque, de nuevo, Fruits Basket es un corazón primaveral.

Es esa obra que, no importa el cuando ni el donde, siempre está dispuesta a darte un abrazo. No te engañará, el mundo no es de color rosa, pero siempre se puede seguir adelante. Verse reflejado en la obra de Natsuki Takaya es, siempre, algo complejo de describir; un tierno empujón capaz de salvarte en un momento de necesidad.

Lo que está por venir, sinceramente, no es demasiado importante en estas líneas. Con tan solo tres episodios, la segunda temporada de Fruits Basket ha conseguido definir por completo lo que la hace especial, apuntando a la idea de “seguir avanzando” con su particular dosis de dulzura. ¿Lo que nos espera? Mentiría si no reconociese las ganas que tengo de verlo. Mentiría también si dijese que Takaya y su obra son todo un referente a la hora de hacerme sentir mejor cuando lo necesito. Me parecería injusto pedirle más y, sinceramente, espero que puedas compartir ese sentimiento si has llegado hasta estas líneas.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.