MAL GENIO
Dijo una vez Jean-Luc Godard que lo importante no es de dónde uno coge las cosas, sino a dónde es capaz de llevarlas. Mal genio parte de la premisa de dibujar al más vanguardista de los vanguardistas, al más irascible de los irascibles y al más canalla de los canallas gracias a los trazos de su otrora querida Anne Wiazemsky, interpretada de la manera más tierna posible por Stacy Martin (Nymphomaniac). La película, dirigida por Michel Hazanavicius, es un biopic concentrado y hasta elíptico, sesgado, si prefieren. En unos (a veces no tan) cómodos cien minutos largos de metraje, el director francés se las apaña para contar, con un tufo cómico que descoloca, los hechos que ocurrieron entre el rodaje de La chinoise (1967) y el intento de suicidio de Godard apenas un año después.
Muchos directores han confesado que algunas de sus películas pasan por una sola escena. Si Hazanavicius fuera uno de ellos, la escena sería la de apertura. Pura nouvelle vague y puro Godard. Los títulos evocan mercadotecnia pasotil, Mayo del 68 y adoquines llenos de arena. El realizador francés intenta describir a un Godard genial y estúpido a partes iguales, capaz de lo mejor y de lo peor. La construcción de un personaje tan complejo como el del director de origen suizo es una empresa loable, pero su complicación es tan grande y los matices a abordar son tantos que el resultado es insatisfactorio. El Godard de Mal genio es mezquino e insidioso, pero no deja casi hueco para aquel joven que maravilló al mundo con Al final de la escapada. La interpretación de Louis Garrel, en cambio, es grandiosa. Actor casi desconocido para el gran público, el parisino cumple a las órdenes con un guion que no da más de sí, pero consigue transmitir la idea de Hazanavicius del héroe odioso. Como hiciera Aaron Sorkin con sus trazos de Mark Zuckerberg o Steve Jobs, en Mal genio nos intentan contar la epopeya de la resistencia, aquella que nos dice que todos los medios están justificados por el fin. Por muy canallas que sean los medios y por muy discutible que sea el fin. El problema del filme pasa por mostrar el lado genial y brillante de Godard, que de existir, ha sido absorbido totalmente por el resquemor (por otra parte entendible) de Wiazemsky.
Y esa, precisa y paradójicamente, es la gran virtud de Mal genio. Ver una película sobre una de las grandes vacas sagradas del séptimo arte desde los ojos de una mujer es un acierto tremendo y una reivindicación muy elocuente. Lo fácil hubiera sido intentar ponerse del lado del Creador, intentar entender sus procesos y concederle la excedencia papal del conocedor, de aquel que sabe que hay vida en otros planetas. Hazanavicius renuncia a encumbrar a Godard y le retrata como un machista empedernido y un celoso sistemático. Valiente y sesgado a partes iguales.
Otro de los aciertos del director francés en Mal genio es la ambientación y el gusto por lo «estéticamente correcto», si nos permiten la expresión. Cada fotograma de Guillaume Schiffman es un caramelo para los bastones oculares, como ya hiciera en The Artist. Suerte que esta vez no se olvida de la paleta de colores, que alcanza cotas de magnificencia cuando se relatan las marchas de 1968. La fotografía, como un espejo perfecto, nos devuelve a un Godard perdido en la multitud, como si llevásemos a la pantalla un poema de Baudelaire y un antidisturbios lo moliera a porrazos.
El espectador que elija Mal genio se encontrará con una película de bella factura y fácil de digerir que, sin embargo, no acaba de reposarse bien. Equidistancia, esa palabra maldita que resuena en cada maldito telediario, bien podría usarse para definir la posición de disfrute a la que se invita al espectador, aunque esta sea una falacia y en realidad solo sepamos una parte de la historia. Mal genio, a pesar de todo, no es una mala película y el toque cómico la hace tremendamente divertida en algunos tramos (con especial mención a la escena del coche volviendo desde el Festival de Cannes). Podrán cortar las flores, pero nunca la megalomanía de Jean-Luc, el eterno.
LO MEJOR:
- La fotografía de Schiffman es un caramelo visual.
- Stacy Martin logra una interpretación muy inocente y contenida que logra la identificación con Wiazemsky.
- Lo conseguido del ambiente revolucionario en las calles de París en 1968.
LO PEOR:
- El retrato tan sesgado que hace de Godard, un personaje mucho más complejo.
- Tratar un período tan breve de tiempo por capítulos puede perder cronológicamente al espectador.
Matías G. Rebolledo