HIGEHIRO: UN AMOR FUGADO
Como ocurre al inicio de cada temporada, en la redacción hacemos una reunión para ver cómo nos vamos a organizar los primeros textos de aquellas series que nos han llamado la atención para hablar de ellas en la web. Una reunión que suele ser fluida, dinámica y rápida; aunque últimamente en dichas reuniones ocurren sorpresas. Títulos que parecían tener la firma de X acaban teniendo la de Z, y viceversa. Un juego bastante ocurrente que no solo nos hace distanciarnos de nuestra zona de confort, sino que nos permite conocer obras que quizá no hubiéramos catado de no ser por esta nueva estrategia. Es cierto que siempre hay espacio para futuros textos, para nuevas líneas, pero romper el hielo suele ser lo más complicado, y en esta ocasión me ha tocado hacerlo con Higehiro. Una serie que me impuse a mí misma como reto tras haber tropezado hace unos meses con Rent A Girlfriend y que, lejos de todos los tropos que me esperaba, se ha convertido en un título al cual acudir cada semana.
Nacida como novela ligera a través de la pluma de Shimesaba, ha sido su impulso y su eco en Japón lo que han hecho que Higehiro contase, esta temporada de primavera, con una adaptación animada en formato de serie a cargo de Manabu Kamikita y Project No.9. Un proyecto de lo más esperado que ha sorprendido —según apuntan aquellos que sí han podido acceder al material original— por la forma de trasladar el contenido original a la TV y, a expensas de llevar un ritmo más acelerado, saber narrar los puntos principales que confeccionan una historia de amor con dosis de drama, siendo la tragedia el elemento conductor en Higehiro.
¿Puedo quedarme en tu casa?
Alejada de los convencionalismos más tópicos de las «comedias románticas», Higehiro se postula en el medio bajo un prisma totalmente diferente. Un prisma que nos sitúa, en esta ocasión, entre dos personas totalmente desconocidas pero que, de la noche a la mañana, empiezan a vivir juntos. Hablo de Yoshida y Sayu. Los protagonistas principales de la obra que conoceremos a los pocos minutos de comenzar la ficción.
Tras haber sufrido el peor rechazo de su vida a manos de su compañera de trabajo, Yoshida se pierde en la noche nipona siendo el alcohol su principal acompañante, aunque no el único. Pues, volviendo a su casa, se encuentra a una muchacha tirada en la calle. Una joven de secundaria con una mochila y poco más. Ebrio pero cuerdo, Yoshida decide acercarse a ella y preguntarle qué hace ahí. Ella, asustada pero decidida, le cuenta una pequeña mentira explicándole por qué está ahí. Una sutil excusa que le permite preguntarle a Yoshida si le deja quedarse en su casa, aunque solo sea por una noche.
Sayu —así es cómo se llama ella— añade que, además, si le deja quedarse también puede acostarse con ella. Un gesto que parece delatar a la obra en sus primeros minutos de metraje pero que rápidamente será subsanado por el propio Yoshida. Pues dando un giro de 180 grados a la situación, el joven accede a que Sayu pase la noche en su casa evitando así que se quede en la calle, pero le advierte desde el minuto uno que no accederá por nada a ese trato que le propone ella. Un trato que él mismo describe como sucio, penoso y triste. De esta forma, bajo la luz de la luna y un escenario poco transitado, comienza la verdadera historia de Higehiro. Un drama romántico donde se alza la bandera por los derechos, la integridad y la seguridad personal.
Una mirada en pos del respeto
Retomando la obra que citaba al principio, Higehiro deja en evidencia —más todavía— las ideas con las que se postulan títulos como Rent a Girlfriend o Koikimo, siendo esta última otra de las series que protagonizan la parrilla televisiva de esta temporada. Obras que, de una forma u otra, dejan a la mujer en un lugar poco afable y al hombre bajo una posición bastante desagradable. Extremos que incluso llegan a molestar por las ideas arcaicas que los definen; ideas que no deberían mostrarse normalizadas sino denunciadas. Por eso, que Higehiro consiga romper con todo esto es un motivo más que suficiente para hablar de la obra y citar, además, todo aquello que hace bien. Dicho esto, y al margen de esas secuencias o momentos en los que ya sea el hombre o la mujer pasan por situaciones de lo más desafortunadas —parece ser que no hay serie perfecta al cien por cien, lamentablemente—, es a lo largo de su metraje donde descubriremos la verdadera naturaleza de sus personajes. Personajes bien escritos, definidos e incluso atractivos para cualquiera de nosotros. Porque todos podemos ser Yoshida, pero también podemos ser Sayu. O dicho de otra forma; todos podemos ayudar, pero también necesitar protección.
Y sí, la obra cuenta con más elenco y personajes de lo más notorios como es el caso de Gotou —la mujer que rechaza a Yoshida al inicio de la serie y que saldrá más adelante— o los diferentes compañeros de trabajo que van saliendo con el paso de los capítulos, pero es en Yoshida y Sayu donde quiero pararme y mirar qué piezas les definen y cómo serán ellas las que, a su vez, definan Higehiro. Un drama de amor sentenciado por el dolor pero también por el reencuentro personal.
Por un lado Yoshida es un joven que rompe con los perfiles más comunes. Un hombre que, a pesar de tener algún que otro comportamiento un tanto vulgar o poco destacable, se postula en la obra como una buena persona que se preocupa sobremanera por el bienestar de los demás; algo que destaca en su relación con Sayu. Desde un primer momento Yoshida intenta cambiar el pensamiento y la forma de actuar de la muchacha; un comportamiento que él mismo expone en varias ocasiones como bochornoso y poco acertado.
La serie hace especial énfasis en cómo Yoshida intenta hacerle ver a Sayu que vender su cuerpo es algo que no debería hacer, aunque su fin sea el de tener un techo bajo el que pasar la noche. Una mujer, ya sea adolescente o adulta, no debe pasar por tales situaciones, y mucho menos, dejar que otros se aprovechen. Personas sin moral ni razón que aceptan la carne como moneda de cambio. Pero es esa normalización por parte de los otros hombres con los que ha estado Sayu la que le ha hecho ser así. Una persona insegura y dispuesta a todo a cambio de «un hogar», aunque sea temporal.
Por eso, que Yoshida le deje quedarse en su casa sin tener que pasar por ahí es algo que a Sayu le extraña, y mucho. Tanto que serán varias las ocasiones en las que la joven le propondrá a Yoshida acostarse con ella de nuevo o incluso hacer algo en casa para ayudarle y no quedarse sin hacer nada a cambio. Intentos que siempre acabarán con un Yoshida afligido ya que empieza a entender más la postura y mirada de Sayu frente a los hombres. Una mirada bañada por el sufrimiento y la desesperación. Algo que, poco a poco, y de forma totalmente constructiva, la obra irá cambiando en Sayu gracias al papel de Yoshida. Uno que podemos interpretar cual hermano mayor. Pues lejos de los tropos en los que podría caer la obra, Higehiro huye de todos ellos y define a Yoshida como ese hermano que Sayu nunca tuvo y que siempre necesitó. Una figura totalmente necesaria para romper las cadenas a las que estaba ligada Sayu.
Por lo tanto, Higehiro se convierte así en un slice of lice que nos contará el día a día de Sayu y Yoshida, pero también nos dejará presenciar la evolución de Sayu como persona. Una joven desamparada que huye de su hogar en busca de algo mejor. Una búsqueda que le hará pasar por situaciones de lo más desagradables hasta que su destino decidió unirse al de Yoshida. Una persona capaz de romper sus ideales estigmatizados con los hombres y que le hará entender la importancia de sus derechos e incluso empezar a valorar su propia seguridad. Algo que, además, se verá enfatizado a través de otros personajes como Gotou o la compañera de trabajo de Sayu; pues serán ellas las que también ayuden a la joven en su camino de búsqueda.
Un camino que estará aderezado por otros aspectos no tan relevantes pero que, sin duda, ayudarán a enfocar mejor el objetivo principal de la obra así como la propia definición de los personajes. Condimentos que nunca restarán sino que, por el contrario, sumarán e incluso ayudarán a la propia Sayu. Una persona que empieza su periplo estando completamente rota pero que, poco a poco, y con la ayuda incondicional de Yoshida, empieza a pegar los pedazos en los que había derivado su propia vida. Una que, a expensas de ser desvelada en mayor detalle, se presenta llena de dolor y congoja.
¿Hasta cuándo?
Sellado, en cierto modo, el destino actual de la propia Sayu; la obra expone el siguiente reto en la vida de la muchacha, ¿cuánto durará su estancia con Yoshida? Son muchos los aspectos los que envuelven a esta última cuestión, siendo su propia relación con Yoshida el que marque la respuesta definitiva. Es cierto que en todo momento la obra deja clara la distancia entre ambos personajes y la postura de cada uno de ellos para con el otro, pero es imposible no mirar más allá y ver que tampoco es imposible que entre ellos, en algún momento, surja algo más que una amistad. Una posibilidad que parece estar vigente prácticamente desde el principio pero que gracias a los diversos juegos de la propia narrativa de la obra hace que su suposición se convierta en algo incluso utópico. Y sí, por un lado sería bonito ver cómo los corazones de ambos finalmente se unen, pero creo que en esta ocasión la propia apuesta de Higehiro para con el género nos invita a creer más en la amistad y la protección y no tanto en el propio amor entre personajes. Un aspecto que, quizá, encaje mejor con otros personajes y no tanto entre Yoshida y Sayu, dejando su relación más enfocada a los derroteros comentados anteriormente.
Por lo tanto, teniendo todos estos aspectos presentes y el propio desarrollo de la obra, podemos tachar a Higehiro como una de las series imprescindibles de esta temporada. Una obra que consigue dar la vuelta al género e incluso a la visión nipona del amor. Un ejercicio que se consigue gracias a la confección exquisita de unos personajes repletos de matices y nuevos enfoques que hacen que, a través de sus mensajes y su propia perspectiva, se conviertan en nuevos estandartes a los que acogerse. En definitiva, Higehiro se postula como un título progresista, una obra que cambia algunos paradigmas demasiado arraigados al país del sol naciente y que incluso se atreve a defender temas escabrosos y mal parados como son la libertad y la aceptación personal.
Marisol Navarro