CRÍTICA DE TOKYO GHOUL:RE 09
La obra de Sui Ishida parece que haya vivido más de una reencarnación. En la obra original contamos con Tokyo Ghoul y Tokyo Ghoul:re, pero en el producto que nos atañe ahora mismo realmente no sabría clasificar ante cuántos «Tokyos» estamos. Los primeros compases de la adaptación animada parecían apuntar a una normalización de los hechos, con un primer episodio algo más introductorio «Start» y con un segundo donde incluso las emociones salían a la palestra «Fragmento Member». Pero ya estamos prácticamente en el último y parece que la esencia de Sui Ishida la han omitido por completo. Han logrado hacerla desaparecer.
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Tal y como comentaba uno de mis compañeros la semana pasada, Pierrot no entiende a Sui Ishida; sigue sin hacerlo, y lo peor, no intenta evocar ni un mínimo de su naturaleza. Los compases que marcan cada uno de los segundos de la producción animada pierden fuerza, no logran atrapar al espectador. Se esfuman. Te tienen frente a la pantalla veinte minutos y luego… nada. Y esa «nada» es la que protagoniza el episodio de hoy.
Run, Run, Run
Parece que toca empezar gritando, o mejor dicho, ridiculizando. Para aquellos que hayan olvidado el bramido de la semana pasada del padre de Tsukiyama, esta semana es el turno de su hijo. Frente a una situación de impotencia, debilidad y carencia el heredero de la familia Tsukiyama no tiene otra salida que la de su propia casa. Una salida marcada por los gritos, una salida donde Kaneki parece estar al final, pero donde el único que le espera —parece ser— es el suelo. Una superficie que marca un STOP, una superficie que delimita su situación y que le recuerda a Shuu quién es en realidad. Una escena donde Pierrot parece parodiar cada segundo. No tiene en cuenta los sentimientos y mucho menos las debilidades de los personajes. El sufrimiento no es merecedor de risas, y es lo único que consiguen evocar una vez pasan los primeros 30 segundos del episodio.
Tras una primera toma de contacto parece que el humor no quiere cesar y uno de los encuentros más esperados de la temporada pierde totalmente su esencia gracias a la dirección que toma la adaptación animada. Tsukiyama decide no rendirse y con la ayuda de Kanae va en busca de Haise a la CCG. Nada más verle se lanza a por él, sin importarle tan siquiera su estado físico o mental. Pierrot parece confundir los minutos con los segundos y no sabe realmente dónde parar y dónde acelerar para que este momento tenga su efecto en el espectador. Y de nuevo, fracasa. Shuu se reúne de nuevo con su querido Kaneki pero descubre que es otro, que no le recuerda y que su pequeño Ken ya no está —al menos por el momento—.
Una declaración contra los Rose
Siguiendo el camino que habían emprendido, el grupo de los Quinx se dirige a uno de los lugares más peculiares de todo Tokyo: la tienda de máscaras de Uta. Una decisión que toma Haise para acercarse de una forma más directa a los Rose. Ha llegado la hora de convertirse en «ghoul». Unos minutos donde —a través de una «pasarela» de máscaras— observamos un error que se ha ido arrastrando a lo largo de toda la temporada, la sexualidad de Mutsuki. ¿Hombre o mujer?
Dejando a un lado el plan de Haise que se ve cancelado por Koori, un nuevo problema irrumpe en la familia Tsukiyama. Un miembro de los Rosewald ha sido secuestrado por el investigador Shiki Kijima, un secuestro que supone una declaración de intenciones por parte de Kijima frente a los Rose y la familia Tsukiyama. La vida de ambas familias corre peligro y parece ser que «todo vale» para conseguir su muerte; incluso subir a la red un vídeo en el que se muestra la tortura a la que está siendo sometida Yuuma. Una tortura donde el silencio tiene precio: la extracción de su propia lengua. Shiki Kijima tiene claro su objetivo y está dispuesto a ser el propio cebo para conseguirlo, aunque Pierrot tenga todavía dudas acerca del gore que inunda Tokyo Ghoul.
Re:encuentro
«¿Seguro que esto acabará bien?» Las palabras de Kanae indican un nuevo punto de partida, un nuevo movimiento sobre el tablero. El gourmet parece estar totalmente recuperado, incluso tras el golpe de saber que el verdadero Kaneki no está. Tiene un objetivo claro: hacerle recordar. El auténtico Ken Kaneki está vivo, aunque sea dentro de ese inspector de pelo blanco con rostro angelical, está vivo; y Shuu Tsukiyama lo sabe. Pero su fiel e inseparable compañero teme por cómo puedan sucederse los hechos, teme por la memoria del inspector Sasaki y sufre en silencio por la recaída de su señor.
Tsukiyama consigue dar con Haise de nuevo, en esta ocasión en un parque. Un lugar donde consigue estar de pie, a su lado. Un lugar donde a través de las palabras, incluso las sílabas, Shuu siente que Kaneki está ahí. Sus gustos siguen siendo los mismos, su mirada parece tener la misma profundidad y ese hilo llamado «lectura» les une de nuevo. Un hilo que logra tejer un nombre propio: Sen Takatsuki. La ecuación ha sido resuelta y a Tsukiyama no le hace falta nada más. Tan sólo tiempo. Un tiempo que parece no tener a causa de la presencia del escuadrón Quinx.
De nuevo Pierrot salta sobre la obra de Sui Ishida y la pisa, con fuerza y con rabia. Se vuelve a inventar sucesos y, como en los primeros compases del episodio, ridiculiza la búsqueda de Tsukiyama. Una búsqueda interna, no una en la que se recorre Tokyo cual espía secreto con gorra y sin gracia. Tras estos segundos de… ¿ ? el gourmet se sincera ante Kanae y le confiesa que desea volver en el tiempo, desea volver al Anteiku.
Tan solo una cosa más: tiempo
Parece que el objetivo de Tsukiyama está totalmente claro, necesita tiempo. Pero un obstáculo llamado escuadrón Quinx se lo arrebata todo, y es ahí donde entra en juego Kanae. Al igual que Shuu pretende despertar a Kaneki, Kanae pretende mantener con vida a su amo. ¿Cómo? La decisión está clara, tiene que deshacerse del escuadrón Quinx y para ello hace una nueva alianza, una llamada Árbol Aogiri. Está dispuesto a pagarles por cada muerte conseguida una cantidad ingente de dinero, una cantidad que jamás estará a la altura de la vida de Shuu Tsukiyama. Petición aceptada.
Sin ningún miramiento y dejando las pausas de lado, bastantes miembros del Árbol Aogiri emprenden su marcha junto al escuadrón Quinx. Una situación donde las peleas coparán todos los planos y no dejarán un segundo libre de golpes. Una contienda donde todos y cada uno de los Quinx demuestran sus nuevas habilidades, sus avances en batalla. Dejan de lado a muchos ghouls y consiguen salvarse los unos a los otros. Aparecen nuevos enemigos y viejos conocidos —como el enfermizo y pervertido Torso—. Todo se lidia con bastante facilidad y es que, a pesar de las nuevas aptitudes de los investigadores, Pierrot no se preocupa en incidir en la importancia de esta pelea. Una embestida donde todos podrían haber sido liquidados y cuya victoria parece ser un acto más.
Ningún golpe destaca e incluso las apariciones más oscuras pasan desapercibidas. Un final de episodio bastante frío donde la vida pierde valor y los Quinx encajan la situación como una más. La guerra ha vuelto para ser la auténtica protagonista, aunque parece ser que llega con lag a la adaptación animada. Ni la música es capaz de vencer esta soledad, este silencio en batalla. Kanae tiene un objetivo claro, y parece ser que hará todo lo posible por desbancar a los Quinx. Cueste lo que cueste, y aunque Pierrot se resista. ¿Logrará «ese tiempo» para su amo?
Marisol Navarro
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