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Crítica del anime de Given destacada - El Palomitrón
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GIVEN: AMOR Y MAGIA AL COMPÁS DE LA MÚSICA

No me siento solo.
Aunque nunca volveré a verte.
Aunque aún no haya encontrado las palabras
Llevo conmigo aquello que amaste.
Ocurrió cierto invierno
Ocurrió cierta mañana

Bajo estas líneas es cómo da inicio uno de los primeros episodios de Given, una de las apuestas para este verano que se ciñe a la obra original de Natsuki Kizu cuya impronta reside en los pequeños detalles que nacen a partir de los sentimientos. Algo que ha tenido más que presente Hikaru Yamaguchi para embarcarse en la adaptación animada de la misma. Hablar de sentimientos no es una tarea sencilla, pero hablar de aquello que has perdido todavía es más complicado. Y justamente ese sentimiento es el primero que se muestra en Given, uno que radica en la pérdida de aquello que estuvo y que, por determinadas circunstancias —diferentes en cada uno de sus personajes—,  ya no está; o al menos no hay constancia de ello. Perder algo material puede tener, en cierto modo, una solución; pero cuando hablamos de una pérdida interna ésta posee un tratamiento distinto, un tratamiento que en ocasiones deriva en derrotas personales, sentimientos olvidados o corazones desorientados. Y es esa pérdida la que, a través de una puesta en escena de lo más variada, se consigue transmitir en los primeros compases de Given.

Las palabras de Mafuyu, las que dan inicio a este texto, son unas que hablan de sus sentimientos, unos que derivan en esa pérdida de la que hablamos. Pero al mismo tiempo, esas palabras también abren la puerta al siguiente plano de Given. El plano de la liberación, de la expresión. Existen infinitos libros de autoayuda para salir las situaciones más cruentas que podamos imaginar, pero sólo existe un libro que te abre realmente las puertas a ese haz de luz en medio de una oscuridad infinita; un libro que se escribe con sangre propia, un libro cuyo narrador principal eres tú mismo. No existe mejor remedio que el impuesto de manera propia, y ese foco es el siguiente que convive, junto al sentimiento de pérdida, en la obra de Natsuki Kizu. Un foco que cuenta con múltiples direcciones pero que aquí consigue tomar una dirección única determinada por los caminos de sus personajes: la música. Esa autopista directa al corazón que consigue dotarnos de las alas necesarias para volar a la altura perfecta; una altura medida por los sentimientos y el devenir del propio sino. Y así, aunando la pérdida y la música, es como empieza a sonar Given

Crítica del anime de Given Mafuyu - El Palomitrón

Boys in the Band

Given comienza con un fugaz desconcierto para, rápidamente, ceder el testigo a Uenoyamaun chaval corriente de bachillerato hastiado de la guitarra y el baloncesto, esas aficiones que antaño amaba. La falta de motivación parece ser una constante en la vida del joven, quien no duda en escaquearse de clase siempre que puede para ir a un lugar del colegio donde nunca hay nadie; donde siempre se está tranquilo y alumbra el sol. Sin embargo, un día alguien perturba ese remanso de paz, ese oasis de soledad; Mafuyu, un chico callado con una guitarra siempre bajo el brazo. Varias palabras inocuas y una cuerda rota sientan el precedente de una conexión, de algo mucho mayor. Porque tras escuchar el sonido de su guitarra ya arreglada, Mafuyu solamente puede suplicar a Uenoyama que le enseñe a tocar. Pero cuando Uenoyama le oiga cantar… Algo en lo más profundo de su alma se removerá, se agitará con el mismo estruendo que el de un rayo impactando contra tierra firme.

A partir de ese punto Uenoyama hará todo lo posible para que Mafuyu se una a su banda. Un pequeño grupo compuesto por tres miembros que, hasta el momento, no contaban con un vocalista y eran una banda puramente instrumental. Mafuyu se postula como esa voz, como esa bocanada de aire fresco y empuje necesario para evolucionar, para crecer como músicos. Haruki Nakayama —bajista— y Akihiko Kaji —batería— son la otra parte del elenco, las otras personalidades que se suman a una obra coral que prima calidad por encima de cantidad. Porque Natsuki Kizu prescinde de poblar el título con multitud de personalidades y evita caer en tratos injustos y disparidades. Moldea unos pocos personajes para potenciar su trasfondo, así como ganar en profundidad y coherencia

Somebody Else

Y así, bajo la firma de estos cuatro personajes, es cómo nace la esencia más notable de Given. Una que reside principalmente en las vidas de sus personajes dejando de lado aquello más inocuo. Cada uno de ellos comparte una pasión: la música. Y gracias a ella no sólo se irá fraguando una trama conjunta sino que conoceremos, poco a poco, nota a nota, cuáles han sido los distintos caminos para llegar a converger todos en una misma dirección. Desde un pasado marcado por la música que cesa por otras actividades algo más comunes y demandadas hasta otro marcado por la taciturna muerte de alguien muy especial.

La obra sabe tratar multitud de perspectivas desde un mismo plano, y justamente eso es lo que la convierte en una proyección única. Existe una sensibilidad en cada uno de sus personajes que derrocha melancolía a la par que nostalgia, un sentimiento que aúna cada uno de sus planos y que reside en cada uno de los cuatro protagonistas. Es cierto que en los primeros compases de la obra se apuesta más por Mafuyu y Uenoyama, pero presentimos que no tardará en incidir en cómo Haruki —bajista— y Akihiko —batería— han llegado hasta tal punto. Tal y como dicta el propio devenir de la vida, tus ambiciones, en mayor o menor medida marcan tu futuro, y esa realidad se refleja perfectamente en Given. Un futuro que se antoja adolescente, pero que al fin y al cabo, es el futuro más inmediato que debemos tener en cuenta; no aquel que tardará 50 años en llegar o ese sueño roto que no lleva a ninguna parte. 

Crítica del anime de Given banda - El Palomitrón

Y para todos ellos, es la música el canal que les llevará a ese futuro del que hablábamos. Aunque como todo, no es algo que se forje de la noche a la mañana; y es aquí donde entra el segundo pilar de la obra. En cómo, a través del día a día de nuestros personajes, sus respectivos estudios y trabajos, la obra también incide —en mayor medida— en la creación de su propio grupo de música. Uno que antes estaba compuesto por tres personas —y por consiguiente, tres instrumentos— pero que, tras la aparición de Mafuyu en la vida de Uenoyama, sumará un miembro más a sus filas y dejará de lado lo instrumental para añadir el componente más personal de una banda, la voz.  

Given es una obra que habla de la música, pero su verdadero potencial reside en cómo emplea esta herramienta para hablarnos de los sentimientos. Unos que podremos vivir a través de cuatro corazones y que bailarán al son, y no tan al son, de cada momento. Uenoyama esconde, a través de su carácter y su personalidad, prácticamente cualquier derroche de emoción; pero serán sus gestos, acciones y pretensiones las que nos permitirán acercarnos a él y a su fijación para con la música. Una actividad que abandonó tiempo atrás pero que gracias a su banda y, especialmente a Mafuyu, ha vuelto a introducir en su día a día como verdadero estimulante para seguir adelante. Y así, Mafuyu se convierte en la pieza clave de la obra; ese peón que se convierte en el rey de la partida sin querer y que, aunque todavía no tenga claro el camino que recorrer, empieza a saber ante qué color quiere jugar. Y en su caso es el color de la música el que escoge para dejar atrás un pasado marcado por el dolor y la pérdida, un pasado que todavía no se ha descifrado en su totalidad pero que se vislumbra, ante todo, amargo y doliente. Es cierto que queda mucho que descubrir, pero el tinte inicial de la obra se presenta de manera soberbia; un tinte que no sólo nos dejará con una historia acerca de un grupo de música, sino con un viaje a través de cuatro corazones

Like Someone In Love

Llegados a este punto, es complicado no pensar en la obra original, en el material que inspiró esta adaptación animada. Uno que no necesita de sonido para representar aquello que trasciende a lo largo de las páginas. Y es aquí donde entra el lado más crítico para con la serie. ¿Realmente necesitaba sonar Given?

Crítica del anime de Given Mafuyu singing - El Palomitrón

Es difícil plantearse esto a estas alturas, pero todos aquellos que hayan descubierto la obra original antes que la adaptación animada pueden contar, ahora mismo, con sentimientos encontrados. Sentimientos que no necesitan de sonido para ser reales. Básicamente, la verdadera fuerza de Given. Y con ello no estoy diciendo que darle voz a una obra musical esté mal, pero sí que es cierto que tal vez, para muchos, sea algo totalmente innecesario. Y, en cierto modo, es algo que también tiene en consideración la adaptación y no excede en poner melodía a cada una de las notas de la obra original. Una melodía que puede satisfacer a unos y no acabar de cuajar en otros —como es mi caso—. 

Hay ocasiones donde el silencio es la mejor herramienta para comunicar un sentimiento; está claro que la voz de Mafuyu suena y los instrumentos poseen su particular tono, pero quizá, la magia de la obra original residía en conservar ese sonido como privado y propio de cada lector. Como pasaba, por ejemplo, con una de las obras insignia de Inio Asano, Solanin. Lanzo la idea, pero no con ello pretendo lapidar la adaptación ni tirar abajo los esfuerzos puestos en la producción, tan sólo reclamo el juicio de que, en muchas ocasiones, el silencio es mucho mejor que cualquier sonido; por muy bien que suene, por mucho que te llegue al corazón. Aunque, tal y como decía, la serie de Given no abusa de este recurso e incluso muestra un respeto digno de apreciar frente al silencio y los momentos donde no es necesario tener un segundo telón de fondo. Con todo, el encanto de esta propuesta reside en apostar por añadir un componente extra que no se encuentra en la obra original, y aunque no encaje al cien por cien en los gustos de todos los espectadores, es un aspecto que se debe valorar e interpretar de manera totalmente personal

Fluorescent Adolescent

Dejando de lado el componente más enjuiciado, no podemos despedirnos de Given sin hablar de su puesta en escena. Una que, sin apuntar a la perfección absoluta, sabe representar aquello que Natsuki Kizu inició en 2013. La sutilidad, el cuidado y la meticulosidad que tiene frente a cada escena es pasmosa. El trabajo de Hikaru Yamaguchi respaldado en todo momento por estudio Lerche (Astra Lost in Space, Radiant) es más que satisfactorio. Tal vez no estemos ante la mejor producción de esta temporada, pero posiblemente sí que estemos ante una de las mejores adaptaciones del año; no sólo por cómo consigue representar a cada uno de sus personajes, sino por cómo a través de sus secuencias consigue transmitir las verdaderas intenciones de la obra. 

Tanto la gama cromática como la implementación del CGI frente a la animación tradicional son dos aspectos que destacan por encima del resto si hablamos de puesta en escena, ya que la obra ha sabido equilibrar todos sus componentes para dejarnos con un resultado que roza lo satisfactorio. Un resultado que tal vez no se simule con la misma precisión en el entorno sonoro pero que, dependiendo del tipo de espectador, encajará más o menos con la opinión final. Así, Given nos deja con una propuesta realmente interesante para la temporada estival tanto para aquellos que no conocían la obra como para los seguidores más acérrimos. Una adaptación sujeta a más de una interpretación pero que, ante cualquier juicio, nos dejará con una historia que conjuga lo musical con los sentimientos más delicados. Unos sentimientos que dejan de lado meros convencionalismos y se adentran en lo realmente importante: el corazón de las personas. 

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Marisol Navarro

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Publicista aficionada de las películas, las series y el cómic en general. No tengo un género preferido, pero todo lo gore me apasiona. Adoro viajar, y si algún día consigo ir a Japón, sin duda para el trayecto tendré preparada toda la obra de Sui Ishida.