‘1992’: ÁLEX DE LA IGLESIA Y LOS CURROS ASESINOS
1992, el año de España, la apertura al mundo como un país del sur de Europa que despegaba y comenzaba a perfilarse como uno de los pesos pesados del mediterráneo. O eso queríamos creer, todo quedó en papel mojado y la estructura de la Expo y las Olimpiadas se abandonarón como los sueños que creímos cumplir y nunca llegaron.
Jugando con ese elemento, Álex de la Iglesia estrena en Netflix ‘1992’ una miniserie de seis capítulos en las que explora los trapos sucios empresariales detrás de la organización de uno de los eventos que daría esplendor a aquel año dorado. Utilizando la Expo de Sevilla como hilo conductor y a la mascota Curro como nexo de unión, de la Iglesia presenta un thriller con buena intención pero carente de esencia.
Curro, la Expo y mucha lluvia a pleno sol
Fernando Valdivieso y Marián Álvarez encabezan un reparto en el que destacan nombres como los de Paz Vega y Carlos Santos. Sin embargo, el principal problema de que este elenco no funcione no se debe a una falta de química entre ellos, si no a una escritura plana de personajes que hace que sus interpretaciones sean forzadas. La pareja protagonista está formada por Richi y Amparo, unidos por la trágica muerte de Álvaro. Uno es un ex-policía torturado por la alcoholemia y la otra una viuda coraje que quiere descubrir quién mató a su marido.
Pese al trasfondo de profundidad que se le quiere dar a los personajes, especialmente al de Richi, todo se queda en un amago superficial, carente de emoción, de posibilidad de conexión y en definitiva de hacerte sentir simpatía por cualquiera de ellos. Y es una pena. De haber tenido unos personajes mejor escritos, algo que suele ser el punto fuerte del director, el resultado habría sido otro.
No digas que fue un sueño
Y de ahí surge otro gran problema. El mejor personaje por su caracterización, historia de fondo y estilo es el que menos se desarrolla. Solo en los últimos capítulos se profundiza un poco más en su pasado y casualmente es lo mejor de toda la serie. Si el villano es un hombre quemado, que se da baños de látex, con un chándal que parece Sub-Zero de Mortal Kombat y corre por Sevilla como un ninja; al menos cuenta más de él.
Pese a la trama de conspiraciones políticas, a la diversidad de escenarios y a una idea que de base es buena, al final es un constante quiero y no puedo. Ni siquiera utilizar Sevilla y las antiguas estructuras de la Expo como un personaje más sirven en esta ocasión. Álex de la Iglesia tiene ese recurso que resultó muy efectista en ‘El día de la bestia’ o ‘Las brujas de Zugarramurdi’, pero no aquí.
Con un guion errático y previsible, una pareja protagonista que coge trenes Madrid-Sevilla sin ton ni son, gran publicidad a RENFE si tenemos en cuenta el desastre en el que se ha convertido, y unos efectos visuales más de serie de sobremesa, la sensación final es amarga.
Mancillando la memoria del bueno de Curro
Distribuida por Netflix, ‘1992’ parte de un buen concepto que se ejecuta de forma defectuosa. Un thriller cargado de tópicos, que hace un refrito de recursos de escritura manidos y poco sorprendes que dan lugar a una miniserie que se estira para contar algo que el espectador ha resuelto en el segundo o tercer episodio.
La banda sonora no aporta nada, el guion está mal escrito, las interpretaciones son planas y aburridas, el protagonista principal no tiene carisma y el permanente tira y afloja de ritmo no ayudan. Es una serie que se deja ver, que puede entretener en el tramo final pero que es fácilmente olvidable y no hace justicia a un director con estilo propio que ha regalado productos muy interesantes pero que peca de irregularidad en estos últimos años.