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UNORTHODOX. UN RETRATO VALIENTE PERO SIMPLISTA

A finales de marzo Netflix estrenó Unorthodox, una miniserie de producción alemana que rápidamente se posicionó como uno de los éxitos de la temporada, sólo siendo superada en España por La Casa de Papel.

Unorthodox se inspira y se basa ligeramente en la exitosa autobiografía de Deborah Feldman, y pretende ser en cierta manera un alegato feminista a través de una contundente crítica a la sociedad judía ultraortodoxa. Al parecer, para Netflix y otras plataformas y para la industria en general, que una historia esté basada en hechos reales resulta una especie de aliciente o atractivo para el público, aunque se trate de una muy libre adaptación. Más aún si la historia trata temas delicados o que generen controversia.

La crítica alabó el atrevimiento de la serie por ofrecer un punto de mira sobre el abominable sistema patriarcal jasídico, bajo el que muchas mujeres se encuentran atrapadas, sin herramientas ni posibilidad para escapar del mismo y que ya encuentran como algo cotidiano.

Deborah Fieldman en su libro Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots, habla de como escapó de la comunidad judía ultraortodoxa en Nueva York para empezar una nueva vida en Alemania. Su personaje se encuentra representado a través de Esther Shapiro ‘Esty’, interpretada por Shira Haas, una chica de 19 años que se lanza a la búsqueda de su madre en la ciudad de Berlín, una mujer que abandonó la comunidad años atrás.

La serie habla de romper barreras, una liberación femenina y personal a través de la cual Esty va descubriendo, capítulo a capítulo, el mundo que le fue oculto y hace frente a un origen lleno de machismo y opresión. Unorthodox busca ser un drama moral, un foco de atención acerca de las tradiciones y la religión llevadas hasta el extremo, pero que es el dibujo del trasfondo conservador que implica cualquier tipo de fanatismo religioso.

UN PLANTEAMIENTO INTERESANTE PERO INSUFICIENTE

La premisa que plantea Unorthodox es inédita en el mundo de las series comerciales, pues expone el problema que supone nacer mujer en una sociedad alejada de los valores occidentales y modernos. Comunidades guiadas por rígidos dogmas que ejercen presión sobre la figura femenina hasta la sumisión. Otras series se están uniendo a la causa como la reciente Kalifat, en el mundo islámico, también disponible en Netflix.

Parece un acierto que se haya optado por un formato miniserie para esta historia. En muchas ocasiones una serie completa acerca de temáticas similares es común que caiga en el melodrama o que se alargue hasta el punto en que su duración empiece a jugar en su contra. Con una única temporada de cuatro capítulos, Unorthodox dura lo que debe durar con la virtud de conseguir resolver el conflicto sin marear en exceso al espectador.

Después de ver la serie, no nos cabe duda de que ninguna actriz que no fuera Shira Haas podría haber encarnado al personaje de Esty. Encontramos una interpretación a la altura, sobre la que cae todo el peso de la narración. Su origen israelí juega a favor, creando un personaje creíble, profundo y lleno de matices. La incursión de otros actores nativos para interpretar a los miembros de la comunidad judía, y gestos como que durante la mayor parte de la serie se hable yidis son decisiones que favorecen la inmersión, y crean un universo verosímil.

Netflix, con series de este tipo, demuestra ser valiente a la hora de arrojar luz y dar visibilidad sobre problemas ocultos en una sociedad avanzada y moderna que evidencia encontrarse desfasada en algunos de los aspectos más básicos, como son los derechos humanos y la lucha feminista. Consigue de una manera efectiva llegar al gran público sin estridencias, y aprovecha la influencia de la plataforma para dar a descubrir nuevas realidades. Sin embargo, esa valentía es únicamente una declaración de intenciones y solo la encontramos en el argumento, pues su desarrollo y aparente reivindicación se desinfla desde el capítulo uno.

En el cine es tan importante el qué se cuenta como el cómo se cuenta. Si bien el qué de Unorthodox es valioso el cómo no termina de aterrizar. Encontramos un desarrollo algo superficial que acaba haciendo que la serie sea muy ‘blanca’. La problemática que plantea la comunidad judía ultraortodoxa para aquellos que la viven desde dentro es peligroso y grave, acercándose más a un ambiente sectario que a unas costumbres religiosas desfasadas y un modo de vivir algo friki.

Se pone en relieve esta realidad pero la serie no se molesta en trabajar en un enfoque que abra los ojos a la sociedad para que se postulen en torno a este aspecto social tan concreto y tan universal al mismo tiempo. En definitiva, no se busca que el espectador ponga en duda el alcance de ciertos valores tradicionales y hasta que punto estos deben ser respetados. Se limita a establecer un relato en torno a un personaje femenino que huye de su hogar y reniega de sus orígenes, pero se ambienta en este contexto, porque sin duda, lo hace más interesante y exótico.

Si bien no llega a banalizarse la problemática original dentro del guion, tampoco la afronta de cara. El planteamiento de la historia espera que el público sea capaz de sacar alguna conclusión más profunda en torno a la comunidad jasídica. Más allá de que la misma es machista y oprime las libertades de la mujer tratándola como un objeto. En cierto punto parece que esto exime a la población occidental de este problema, cuando es algo que se aplica a toda la sociedad moderna en distintos grados. No existe ese esfuerzo de extrapolación, pues cuando la protagonista llega a Europa tal rechazo ha desaparecido.

No es problema de tiempo de desarrollo, sino de enfoque. Volvemos a ver, como en numerosas series de Netflix, los tonos pastel y las luces suaves que bañan los personajes de manera homogénea alejándolos de todo el dramatismo. Una seña de identidad de las series de Netflix que las despoja de toda personalidad. Por ello, no se manifiesta la opresión de un ámbito religioso cerrado, solo se verbaliza. No hay escenas duras, ni explícitas para el recuerdo, las imágenes no tienen suficiente poder. Las escenas que tratan puramente acerca del ámbito religioso judío y sus ritos son interesantes y entretenidas, pero no tienen una relevancia esencial más allá de satisfacer el morbo y la curiosidad.

EL SUEÑO AMERICANO Y OTROS TÓPICOS EN BERLÍN

Hay una pregunta recurrente a lo largo de toda la serie: ¿es Unorthodox una serie realista o idealista? Encontramos un romanticismo en torno de la aspiración de Esty por ser cantante, algo así como un resquicio del ideal americano de ser famoso y triunfar en la vida. Sin embargo aquellas escenas que se encuentran más cerca de sus sueños parecen estar filmadas de una manera funcional, igual que el resto de la serie.

De igual manera, la idea de colocar al personaje en la ciudad de Berlín es una gran apuesta. Esty huye de una comunidad en la que no se identifica para encontrarse con un pasado doloroso en la capital del fascismo en Europa. La serie así plantea un paradigma tenso e interesante, con una carga irónica y un dramatismo profundo a desarrollar, que desafortunadamente no aprovecha. El retrato de la ciudad de Berlín se limita a un par de planos en Postdamer Platz, el lago Wannsee y la Filarmónica, por lo demás la serie habría funcionado igual en Londres o París. No hablamos de caer en tópicos en lo relativo al holocausto, pero simplemente es un asunto sobre el que no se puede pasar de puntillas. Las imágenes no hablan ni lo más mínimo del duelo que supone el reencuentro de la protagonista con su historia. Ella es judía, es ineludible.

Hablando de tópicos encontramos un pobre desarrollo de personajes secundarios. Personajes vacíos, los cuales parecen simplemente figurar. Empezando por unos amigos plagados de convencionalismos que hace la protagonista a su llegada a Berlín. El espectador podría confundir a unos secundarios con otros, pues el guion no les da ningún valor. Simplemente se pone en relieve que en el grupo existen diversidad de culturas, razas, sexos y orientaciones sexuales, algo que la serie se encarga de reiterarnos en varias ocasiones a medida que avanza.

Ninguno de los personajes se encuentra a la altura de la protagonista. Ni en importancia ni en desarrollo. El amor que siente el marido, Yanky (Amit Rahav), por ella no genera ningún tipo de polarización, pues encontramos a un hombre sin personalidad, que lo único que es capaz de transmitir es lástima. No existe un duelo real en él, ni siquiera es egoísta o se encuentra perdidamente enamorado, simplemente está ahí. Es más, no parece que a nuestra protagonista realmente le preocupe demasiado en ningún momento. O el primo de Yanky, Moishe (Jeff Wilbush), una especie de pseudovillano que acompaña a Yanky a Berlín en busca de Etsy. Un personaje que parece dibujarse como la metáfora de la avaricia y el egoísmo de la comunidad judía, pero que se queda a medio camino.

Unorthodox arranca de manera sólida y contundente, pero sus intenciones se diluyen en un guion poco incisivo y poco audaz, en el cual no hay giros en su desarrollo ni grandes dramas morales. No profundiza en la tragedia de una historia, asumiendo que ya de por sí es dramática, y se convierte en una serie predecible y poco impactante.

El tema a tratar es valiente y resultón, sin embargo no su desarrollo. Aún así, la manifestación de la problemática judía y el fanatismo religioso que la serie propone sirve para dar a conocer una realidad oculta. Si en el futuro el gran público se encuentra más receptivo a la hora de lidiar con temáticas de este estilo, el esfuerzo habrá merecido la pena. Unorthodox es una serie para satisfacer una curiosidad, entretenida e incluso interesante, pero que se olvidará en poco tiempo, y hay cosas que no deben olvidarse nunca.

Pablo Sánchez

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