El Palomitrón

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UNA VELA PARA EL DIABLO: DOS ASESINAS EN LA ESPAÑA NEGRA

En la saga de Viernes 13, al igual que sucede en muchos títulos de terror, los jóvenes promiscuos o los que están manteniendo relaciones sexuales en lugares propios para el relax, suelen ser asesinados, como si la práctica del sexo hubiera de pagarse con la moneda de la muerte. La noche de Halloween y Pesadilla en Elm Street serían otros ejemplos. Esto lo explica perfectamente Stephen King en uno de sus mejores libros: Danza Macabra. Pero los inicios de Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger son de 1978, 1980 y 1984. La película española que hoy rescatamos en nuestra sección data de 1973 y ya conjugaba esos delirios en su trama: cómo dos mujeres que regentan una pensión de pueblo castigan la promiscuidad de sus inquilinas con el asesinato.

Nightmare Inn

Una vela para el diablo, cuyo título norteamericano me parece más ajustado a las intenciones del filme (It Happened at Nightmare Inn), es una de esas obras que cuentan con una legión de devotos. A muchos cinéfilos, por tanto, no se la vamos a descubrir. Yo sabía de su existencia pero el impulso para verla me lo dio, como en tantas ocasiones, el libro Películas que erizan la piel, donde Vicente Muñoz Álvarez la recomienda de manera entusiasta. La versión a la que me referiré es la denominada “uncut”, que editaron en el Reino Unido en blu-ray: hay que buscar en los bajos fondos de internet para conseguir la copia que respeta el montaje de 87 minutos que rescata las escenas de sexo y violencia amputadas en otras versiones.

Dada su categoría de coproducción, los créditos e incluso las citas están escritos en inglés, como la frase de Blaise Pascal que sirve de apertura: “There are only two kinds of men: the righteous, who think they are sinners; and the sinners, who think they are righteous”. El nombre del director, Eugenio Martín, consta como “Eugene Martin”. En el reparto también figuran intérpretes de otros países.

Las Dos Hermanas

El argumento, deudor de El extraño viaje de Fernando Fernán Gómez en algunos puntos, es sencillo: Marta (Aurora Bautista) y Verónica (Esperanza Roy) dirigen una pensión de pueblo con mano de hierro: Las Dos Hermanas. Su mentalidad rígida las empuja a mirar con malos ojos a toda esa ola de extranjeros que van a parar a entornos rurales y que se mueven mediante conductas que en aquel entonces podríamos denominar “hippies”: amor libre, coqueteos, vestuario ceñido y mínimo, exhibición de carne… Sus víctimas suelen ser otras mujeres que recalan allí y que flirtean con los paisanos o toman el sol en bikini en las terrazas. Una inglesa recién llegada, Laura (Judy Geeson), se hospeda también en la pensión buscando a su hermana desaparecida, de la que Marta y Verónica sólo saben que se marchó, se fue de viaje sin avisar a nadie. Otro “extraño viaje”, como en la película de Fernán Gómez.  

Además de su condición de obra de culto del terror hispano, y de sus ambientes tenebrosos y sus contrastes entre turistas y aldeanos, libertinaje y represión, Nightmare Inn destaca por su valentía y su atrevimiento a principios de los años 70, cuando Franco aún estaba vivo. Porque lo que en realidad retrata la película es la doble moral de la dictadura en un escenario propio de la España profunda: Marta y Verónica, a pesar de reprender y acuchillar a quienes tontean con los mozos o se exhiben en sus calles de casitas blancas, cobijan dentro a dos lobas que a veces dan rienda a sus instintos.

Verónica suele acostarse con un tipo que tiene 20 años menos que ella. Marta, en una de las secuencias más insólitas del cine español, espía a unos chavales que se bañan desnudos en el río, y luego, acalorada, huye de allí y se rasga la piel con el ramaje de la orilla, en una mezcla de accidente y autocastigo por sus pensamientos impuros. No nos sorprende que tuvieran que amputarla en el montaje, escamoteando su generosa ración de desnudos masculinos y femeninos.

Rigidez y sensualidad en la España profunda

Pero el otro gran acierto de la película, para mí, recae en sus dos protagonistas. Tanto Aurora Bautista como Esperanza Roy brillan a la altura de las grandes. Cuando las vemos al inicio, con esos moños altos, el rictus agrio y las ropas negras, pensamos de inmediato en La casa de Bernarda Alba. Ambas actrices, a medida que transcurre el metraje, nos van mostrando que dentro de ellas hay una sensualidad oculta, a punto de florecer o de salir del armario. Esa “mutación” será completa cuando las veamos salpicadas de sangre, con los cabellos sueltos, las camisas abiertas y el sofoco y la maldad en los rostros.

Aunque Eugenio Martín es conocido en los ambientes del cine de terror, sobre todo, por la apreciable Pánico en el Transiberiano, este filme del 73 me parece más equilibrado, más crítico con la época en que fue rodado. Una pequeña joyita que deberían ver quienes aún no hayan tenido el placer y la sorpresa de descubrirla.   

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