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UNA APROXIMACIÓN AL CINE DE ANDRÉI ZVYAGINTSEV (IV): ELENA (2011)

En los anteriores artículos hicimos primeramente una breve aproximación al cine de Andréi Zvyagintsev, posteriormente hablamos de su primera película y luego de su segunda película. Ahora nos ocuparemos de su tercera película abarcando la figura femenina en su cine y cómo ha madurado y crecido ésta en complejidad. Sus personajes femeninos, siempre madres o madrastras, se han llenado de aristas y claroscuros a medida que el director filmaba obras cada vez más complejas y el resultado final ha llegado al punto de construir personajes femeninos perfectamente dibujados atrapados en un sistema que no les permite sobresalir, pero que han llevado a cabo siempre su lucha dentro de los marcos que dicho sistema les permite.

Desde los inicios de su filmografía, Zvyagintsev nos deja bien claro que el papel de la mujer en la Rusia actual ha quedado restringido siempre al matrimonio: pasamos de un personaje literalmente ausente en su primera película encarnado por una madre perfecta a un personaje que encarna en ella la moral de lo que significa la feminidad en su segunda obra y que es castigada por convertirse en una mujer diferente. Vemos posteriormente cómo el personaje de Elena en su tercera película se revuelve y da sus primeros pasos hacia su independencia, pero siempre actuando dentro de dicho marco matrimonial, hasta que la opresión de dicha institución es tan asfixiante que lleva a la protagonista de su cuarta película a romper con dichas barreras y a la protagonista de su última película a romper totalmente, no ya con las barreras, sino con las reglas establecidas quebrándolo todo por tal de huir de esa celda impuesta a la que llaman matrimonio. La crítica del director, quizá, no se encuentra en la institución del matrimonio como tal, sino en qué tipo de matrimonio es el que se acaba construyendo de acuerdo a las normas sociales, ya que el matrimonio acaba convirtiéndose en toda su filmografía en una forma de violencia sutil hacia la mujer.

Es interesante pararse a pensar en lo que significa la polaridad de dos mujeres distintas en su tercera película, Elena (2011), quizá la película que se convierte en punto de inflexión en su carrera en cuanto al personaje femenino se refiere. El argumento de esta tercera película es sencillo y directo: Elena, mujer de origen humilde con un hijo cuya familia pasa constantemente problemas económicos, está casada con Vladimir, de posición social y económica holgada y con una hija despreocupada y egoísta. En un momento dado, su hijo acude en su ayuda y, ante la negativa de Vladimir de ayudar a ella y su hijo, Elena ha de tomar una decisión para sacar adelante a su propia familia.

En esta película es donde se representa por primera vez a un tipo de mujer libre, una hija joven y despreocupada, no atada a las convenciones sociales de lo que significa ser mujer en un país como Rusia. Es el primer personaje femenino liberado en la filmografía de Zvyagintsev y, por ello, castigado, ya que dicho personaje acaba siendo representado como pérfido y calculador.

Curiosamente, es en dicha misma película donde dicha figura encuentra su otra cara del espejo de la feminidad, que es la matrona amorosa para quien la familia es lo más importante en la vida. Quizá la curiosidad de esta película no sea encontrar por primera vez a una mujer que se atreve a contestar el sistema matrimonial, sino encontrar a una mujer, la protagonista que da nombre a la película que, pese a haber aceptado dicho sistema, por primera vez y dentro de sus marcos se atreve a romper con él y sacrificarlo de cara a un bien mayor.

En esta película Zvyagintsev marcó un nuevo camino con el personaje de Elena que las dos mujeres protagonistas de sus siguientes películas seguirían y expandirían. Ellas no se contentarán con buscar la liberación dentro del matrimonio, sino que no dudarán incluso en sacrificar esta institución para poder conseguir, así, ser libres.

Gracias a Elena (2011), el director volvió nuevamente a la palestra pública. Ganadora del Premio especial del Jurado en Cannes el mismo año, la tercera película de este director consiguió asentar definitivamente su nombre y convertirlo en un referente cinematográfico del cine ruso actual. Tres años más tarde, estrenaría su obra más polémica en Rusia, pero aclamada en el mundo entero.

Javier Alpáñez

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