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sexualidad en Gleipnir
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LA SEXUALIDAD EN GLEIPNIR, ¿DÓNDE PONEMOS EL LÍMITE?

Hace unos días leía Anata ga Amaku Nedaru made con una explosiva mezcla de sentimientos cruzados. La obra habla de forma dulce sobre las relaciones S&M de lo que se considera “role reversal” y del descubrimiento de una pareja en sus roles. Una muestra sincera y tierna del descubrimiento personal e identitario que venía marcado por un dibujo que, las tantas de las veces, salía de lo que podría considerarse como “límite”.

No tardé mucho en descubrir que Dibi, su autor, se dedica al doujinshi hentai — lo que se entiende como una introducción al medio con un carácter menos agresivo porque vivir del doujinshi es un tema peliagudo. Ocurre algo similar con Tsumi to Kai (editado por Denpa como Pleasure and Corruption), que parte de la idea de complicidad en este tipo de relaciones, además de explorar la evolución de sus personajes con un acercamiento al bondage y shibari pero que pasa, para ello, por ciertos fetiches que sobrepasan los límites morales.

No dejan de ser obras de nicho. Pero es un concepto que se repite en Ane Naru Mono (The Elder Sister-Like One), serializada en la revista Dengeki y publicada por Yen Press en inglés, nada de sellos pequeños. Una serie, también a manos de una autora hentai, que se acerca peligrosamente al shotacon. ¿Es necesario acercarnos a estos extremos para hablar de sexualidad?

Gleipnir, un paso más allá del nicho

Gleipnir va un paso más allá. La obra de Sun Takeda habla a través de su propio prisma sobre la sexualidad adolescente y de sus espectros. De cómo el despertar de la sexualidad no debe encontrarse ligado a lo normativo. Y, lo más importante de todo, se publica en la revista Young Magazine de Kodansha e incluso ha llegado a nuestras estanterías de manos de Ivrea. Todo un avance en el medio que implica la entrada en vigor de nuevas ideas, de nuevos referentes. La llegada de un cambio.

Considero que Gleipnir hace un gran trabajo al romper con muchos de los estereotipos sexuales que miden la normativa actual. Hablé de ello con el estreno de su anime y me reitero ahora, tras pasar por su primer volumen, que resulta ser incluso más explícito que su versión animada. Hay referencias, la idea de que Suichi adopte la forma de un peluche no es tan importante como la forma que adapta, la de un perro.

En su manga incluso contamos con una ilustración en la que Clair sostiene la correa del chico, quien sostiene, a su vez, un bol de comida —la idea de la humillación queda más que clara. Sus posiciones, sus miradas… la idea es más que clara y la apología a la relación S&M que comparten se escenifica en un solo panel. ¡Y hablamos de su segundo capítulo!

De cadenas emocionales

En esa misma página hay otro detalle que resulta interesante. El hecho de que Clair lleve su camisa desabrochada. Y es que en la figura de la chica reside siempre un importante poder sexual. Es evidente que ella hace uso de su sexualidad como parte de su posición dominante, no como elemento principal, sino como apoyo a la idea de que ella sostiene el poder. Nada de qué escandalizarse, Takeda consigue trabajar con las disciplinas de sumisión y dominación bajo la idea de la complicidad. Sus tintes de seinen son violentos, son agresivos, y la coerción de la chica es evidente en su inicio, pero también la idea de que Shuichi descubre el sentirse cómodo bajo la férrea mano de su compañera.

Pese a que la idea de la obra se sostiene sobre la ciencia ficción y el terror psicológico, la idea de la sexualidad es la guía a todas sus acciones y su espinosa relación no se convierte en una propaganda de desnudos para el público masculino sino que representa una convicción real, la forma de una pareja real. Pero aquí hay también un problema.

La posición de poder de Clair resulta evidente y la forma en la que Takeda utiliza y explora la sexualidad adolescente en su primera entrega resulta tan afilada como funcional. Pero la forma en la que la serie abraza el ecchi rompe con esa idea y la misma pregunta vuelve a surgir: ¿dónde ponemos el límite? Los paneles de la ropa interior de Clair restan toda muestra de poder, la hacen vulnerable y, por mucho que la chica se muestre tan abiertamente sexual, no es un movimiento voluntario. Es solo un triste intento de complacer a un público que vive encerrado en su propia burbuja.

Gleipnir parte de elementos muy interesantes. La forma en la que abarca los roles de género, la forma en la que los rompe y olvida, puede ser una referencia para muchas personas en busca de su propia identidad. Es un grito alto y claro, de que no todo tiene que regirse por las ideas normativas. Tsumi to Kai hace un trabajo increíble al mostrar la relación entre Zen y Ayame. Incluso la obra de Dibi tiene ese tono edulcorado en la idea de una pareja descubriendo cómo pueden enfocar sus sentimientos a través de nuevos horizontes. Pero no me vale atravesar los límites.

En algunos paneles, Gleipnir demuestra saber enfocar algunas de estas escenas sin caer en fanservice.

La expresión de la sexualidad y la existencia de corrientes “fuera de lo habitual” debería ser algo establecido en 2020. Pero no lo es. Incluso así, no me vale que los fetiches socioculturales tengan que interponerse para hablar de sexualidad, eso no es sano. El fanservice no es sano. Y el hentai es hentai. Podemos hablar de sexualidad e identidades sexuales, de roles y podemos hablar de los sentimientos que los representan. Tokyo Ghoul, sin ir más lejos, hacia un buen trabajo al hablar de estos conceptos. Espero que algún día ese límite consiga dibujarse con más precisión, que obras como Gleipnir y su apología a la destrucción de roles preestablecidos no necesiten de más para ser lo que son.

Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.