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NADA ES UNA MIERDA EN EVERYTHING SUCKS!

Que Netflix apueste por comedias o dramas adolescentes no es algo que sorprenda. En el último año nos ha traído series como Por 13 razones, Big Mouth, la segunda temporada de Stranger Things o The End of the F***ing World. Series muy diferentes, sí, pero inmersas en una temática común: la adolescencia.

Everything Sucks! (Todo es una mierda) no es una apuesta arriesgada; de hecho, es un throwback a la cultura de la última década del S. XX en un revival típico de los nostálgicos que no superaron que Es mi vida o Instituto McKinley terminaran. Vamos a hablar de una serie que sorprende, cuyo retrato de los 90 es natural y desenfadado, creando personajes y ambientes que nos transportan al pasado a través de una narrativa visual muy bien cuidada. ¿Por qué nada es una mierda en Everything Sucks!?

1. El nombre de la serie

Y es que los melómanos, como mínimo, habrán pensado que una canción icónica de la década dio nombre a la idea de Ben York Jones y Michael Mohan. Pero ¿cuál? ¿Everything Sucks de Dope, de Reel Big Fish o de Descendents? Solo diremos que las canciones de Reel Bif Fish y Descendents salieron en 1996, año en el que se ambienta la serie…

2. Su banda sonora

La banda sonora es un completísimo viaje a los 90 en el que encontramos todo tipo de artistas y géneros que se entrelazan para crear una solidez musical que contribuye a la inmersión del espectador en la década. Desde Tori Amos, artista fetiche de Kate, pasando por The Offspring, Duran Duran o clásicos varios de Oasis.

3. El AV Club

Dentro de los dos grupos protagonistas encontramos a los integrantes del club de audiovisuales, los freaks para entendernos. A una semana de empezar el curso, se unen Luke O’Neil (Jahi Di’Allo Winston), un joven de primer curso extrovertido y lleno de energía; Tyler (Quinn Liebling), el típico amigo hortera pero muy divertido; y McQuaid (Rio Mangini), el inteligente y sarcástico del grupo, demasiado listo para la gente de su edad. Completan el grupo las asiduas del club: Leslie (Abi Brittle), habladora compulsiva, y Kate Messner (Peyton Kennedy), hija del director del instituto de Boring.

4. El Drama Club

El club de arte dramático (los guays) tiene menor relevancia en cuanto a número de personajes protagonistas, pero serán importantes para el desarrollo de la trama final, que comenzará a mitad de temporada.

Oliver (Elijah Stevenson) es el actor frustrado cuyo talento se ahoga en la miserable ciudad de Boring, Oregón. Esta frustración hará que no tenga aprecio por nada que no sea él mismo y nos haga odiarle un poquito (bastante) a lo largo de toda la temporada. La verdadera protagonista del drama (en todos los sentidos) es Emaline (Sydney Sweeney), novia de Oliver y actriz protagonista de su vida y de todo el instituto.

5. El tratamiento del amor

No debemos olvidar que estamos en un retrato de 1996, por lo tanto, y aun no estando tan lejos en el tiempo, hay que tener en cuenta que será habitual encontrar conductas que nos choquen o que, a día de hoy, nos parezcan muy superadas. Sin embargo, dentro de la propia serie (sobre todo a través de Kate) veremos como se desmontan clásicos asociados a las historias (como tener que llevar los libros a tu novia en el instituto o cumplir castigos por ella), así como relacionados con la sexualidad o las relaciones entre padres solteros.

La serie cubre un espectro muy amplio y trata las relaciones con una naturalidad que se convierte en una de las claves de su éxito. Nos gustan las dramedias de adolescentes, sí, pero si tienen verosimilitud y aportan cosas nuevas, nos gustan mucho más.

6. La estética visual

La nostalgia no tiene por qué centrarse exclusivamente en la música, las películas o la comida que existía en la época retratada; de hecho, el vestuario es un factor aún más importante. Igual que hay series cuya vestimenta solo constituye un complemento, aquí vemos como supone un elemento fundamental para la definición de los personajes, sobre todo en Emaline. Parte clichéparte nostalgia, se convierte en un personaje referente para cualquier chica que haya vivido la época, vistiendo los atuendos más icónicos de la década.

Igual que el vestuario, cobra importancia la geografía. La serie está ambientada en Boring, Oregón (ciudad que existe, sí) aunque las localizaciones se sitúan entre Portland y Oregón, no muy lejos de Seattle (cuna del grunge y de bandas como Nirvana o Pearl Jam). Un retrato de la parte normal, poco interesante, de las pequeñas ciudades en los noventa. Underground pero no «del guay», sino del sucio y monótono.

7. La naturalización de las desgracias

Esto puede sonar raro, pero no lo es. Por diferentes motivos, Kate y Luke han tenido una infancia trágica. Hasta aquí, algo típico en cualquier serie. ¿La diferencia? Se naturaliza. Ambos quitan gran parte de la carga negativa de sus vivencias y aprenden a vivir con ello, dejando atrás lo malo, negándose a estancarse en el pasado y no evolucionar. Ah, y ninguno sobrepasa los 16 años.

Este alejamiento del drama forzado es uno de los puntos que hacen que la serie termine de cuajar sin resultar forzada, ya que crees a esos adolescentes y puede empatizar con ellos. Sus historias no dejan de ser menos duras por naturalizarlas; de hecho, humanizan a los personajes dándoles verosimilitud.

8. Visibilidad LGTBI+

Es un punto de la serie que no se puede obviar, y Kate estará desde el primer episodio tratando de conocerse a sí misma y desarrollando su despertar sexual como cualquier adolescente de su edad. Encontraremos un contrapunto importante: por un lado, Luke hará el papel del típico individuo que cree que dudar de tu sexualidad es una simple etapa, y no lo que eres; mientras tanto, Kate determinará qué es y qué no es importante en su vida, y cómo vive el despertar de su sexualidad, sea cual sea. Un aplauso se merece esta mujer en prácticamente todos los episodios, porque la determinación y seguridad en sí misma que tiene es apoteósica.

9. La amistad

Es curioso, porque hasta mitad de temporada no terminamos de pillar el punto que quiere transmitir la serie en cuanto a las relaciones sociales que plantea entre los adolescentes protagonistas.

Hasta llegar ahí solo vemos a Luke, Tyler y McQuaid como el típico grupo de amistad (similar al que tienen Mike, Dustin, Lucas y Will en Stranger Things). A raíz de una noche en la que Luke se lo pasa tremendamente bien (cuarto episodio, no tiene desperdicio), empezamos a ver como la serie arranca después de una presentación quizá demasiado lenta. Pero tranquilos; creemos que a partir del cuarto capítulo la cosa da un giro de 360° y descubres el producto ante el que realmente te encuentras.

10. Los 90 en detalles

Los VHS, imitar Smells Like Teen Spirit en un videoclip, los moñitos de extraterrestre, los chocker, The Craft (1996), las bermudas con calcetines, la ciencia ficción serie B, los pantalones mum, los anillos de caramelo con forma de chupete… La lista sería interminable. Pequeños detalles que serán del goce y disfrute de cualquier estancado entre 1990–2000.

La serie ni es ambiciosa ni pretende ser algo que no es. No podemos decir que esté al nivel de Instituto McKinley, pero podría hacerse un hueco entre la nostalgia noventera (a pesar de ser una serie de 2018 y competir con nativas de los noventa). ¿Segunda temporada confirmada? Aún no. ¿Final lo suficientemente abierto como para que la confirmen? Tendréis que comprobarlo vosotros mismos.

  • Duración de los episodios: 20-25 minutos
  • ¿Dónde verla? Netflix
  • Te gustará si te gustó… Instituto McKinley, Yo y el mundo, Stranger Things, Es mi vida, Lizzie McGuire

Y hasta aquí nuestro repaso. ¿A qué estáis esperando para verla? Have a Boring day!

Cristina Domínguez

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Nací en los noventa y Los Simpson me dejaron como estoy. Sí, yo también soy cinéfila. Me gusta analizar movimientos de cámara y mi madre se lo cree porque no me entiende. Si Tim Burton, Gus Van Sant y Darren Aronofsky dirigieran una película juntos saldría yo.