SELFIE
Cuanto más grave es la situación, más necesaria es la comedia. Porque el humor es una herramienta infalible que coloca a cada uno en su lugar y, además, es sanísimo. Hay que reírse. De uno mismo, del de al lado, del de arriba y del de abajo. Unas buenas risas, claro que sí, porque reírse no equivale a trivializar ni restar seriedad, sino que constituye una fórmula impecable para la crítica. Y España, con todo el chaparrón bajo el que lleva instalado desde hace años, con su corrupción y su lucha de poder entre los partidos viejos y los nuevos, con sus problemillas y problemones, se presta, ¡y de qué manera!, al jolgorio. Si vamos a echarnos los trastos a la cabeza, hagámoslo con una sonrisa en la boca. Y si vamos a llorar, lloremos de risa. Ja, ja, ja.
Selfie es una especie de falso documental que sigue a Bosco, un joven de clase alta, un pijo en toda regla, que tiene que buscarse la vida después de que su padre haya sido envuelto en un escándalo de corrupción. Rechazado por los suyos y apartado por su partido, el PP, el protagonista comienza una andadura que le lleva desde el barrio de Lavapiés hasta mítines de Podemos. Desubicado y ajeno a la nueva realidad que lo rodea, Bosco debe aprender a adaptarse al entorno para sobrevivir. Pero en un país que no aprende y jamás da su brazo a torcer, pedirle a ese muchacho que lo haga es sencillamente inverosímil.
El director Víctor García León se las ha apañado para, con un humor negrísimo y las uñas bien afiladas, colarnos la mejor comedia española en mucho tiempo y, de paso, ridiculizar el actual panorama político y social español de forma corrosiva e inteligente. Con un estilo más cercano a Ricky Gervais que a Berlanga, la película sorprende por su elección de situar en el centro de la historia a un personaje clasista, xenófobo, mimado, arrogante e ignorante y convertirlo en un ser humano con el que (casi) se puede empatizar. Claro que hay mucha caricatura, pero la evidente voluntad de reírse de todos sin excepción consigue que el humor prevalezca a la ofensa.
Santiago Alverú, por su parte, protagoniza un asombroso debut como actor encarnando a Bosco. Su trabajo transmite tanta naturalidad que a veces nos olvidamos de que no estamos ante un documental real, sino ante una farsa orquestada, y la autenticidad de su interpretación es solo comparable a la de Esperanza Aguirre, claro que ella probablemente ni siquiera sabía que estaba siendo filmada. Alverú es un descubrimiento y una buena noticia para el cine español. Quién sabe, puede que el próximo Goya al Mejor actor revelación tenga ya el nombre escrito aunque aún no lo sepamos.
Los selfies son autorretratos fotográficos en los que habitualmente el sujeto pretende exhibir su mejor cara para después mostrarla al mundo. Por eso la película de Víctor García León podría llamarse, más bien, Antiselfie. Aquí no hay filtros ni embellecimiento, solo una cruda, fea, miserable e hilarante dosis de realidad aumentada. No a todo el mundo le divertirá verse reflejado en este espejo deformado y convertido en un espectáculo esperpéntico al más puro estilo Valle-Inclán, pero los demás, aquellos que no temen mirarse en el espejo durante las mañanas de resaca, los que no saben afinar una nota y aun así cantan más alto que nadie, los que en Carnavales prefieren disfrazarse de Alf que de sexy Alf, por ejemplo, están de enhorabuena, porque Selfie les ofrece hora y media de juego provocador donde poder despacharse a gusto.
LO MEJOR:
- Lo mucho y bien que se ríe de la realidad sociopolítica española.
- Santiago Alverú, una revelación.
- El cameo involuntario de Esperanza Aguirre.
LO PEOR:
- Que algún espectador no entienda la broma y pueda sentirse ofendido.
Alex Merino Aspiazu