BIBLIOTECA: YONA, PRINCESA DEL AMANECER #13
Mizuho Kusanagi ha evolucionado mucho a lo largo de su obra. Norma Editorial ha editado ya más de once tomos de la misma. Los cuales hemos leído y analizado hasta ahora, embarcandonos en la aventura de Yona y compañía. Descubriendo sus miedos y temores. Pero también sus sueños.
¡Sigue el viaje de Yona y sus compañeros junto a nosotros!
Mucho ha cambiado ya aquella pequeña princesa que vivía el exilio y el asesinato de su padre como el fin del mundo que la cubría. Pero también ha cambiado mucho para la mano que se encarga de mover los hilos. No solo es que Kusanagi haya logrado una notable mejora en la dirección de su arte —logrando ofrecer una nueva profundidad a ese estilo shojo que ya perfilaba en otras obras como Yoiko no Kokoroe o NG Life— sino que además consigue diseñar nuevos movimientos narrativos que hacen de Yona, Princesa del Amanecer una obra completamente única.
Tanto es así que en su anterior entrega postulaba a Yona, Princesa del Amanecer #12 como una de las mejores muestras narrativas del potencial de Mizuho Kusanagi, poniendo de manifiesto el como la autora jugaba con las posiciones políticas, las figuras mitológicas y la sed de poder en un entramado que toma forma y consciencia a través de los frentes que abre en su manga.
Así, este nuevo volumen no es más que una extensión de esa riqueza narrativa que la autora exponía en la obra ya citada, sirviendo de continuación directa de los hechos que acaecían sobre el reino de Koka y que, inevitablemente, tendrían amplias repercusiones sobre el mismo. Sin embargo, y como ya es habitual en el ideario de Kusanagi, estas mismas repercusiones parecen tener un mayor efecto sobre las personas que sobre los reinos.
Y es que si Yona, Princesa del Amanecer #12 brillaba especialmente por su poder político, su continuación toma un cariz especialmente más personal para hablar de sus actores y actrices. De que en la guerra no hay victoria, sino muerte y pérdidas, de que no hay futuro tras la sed de poder y la extensión de la muerte en las manos del hombre.
La propia autora reconoce a través de algunas de las muchas notas que incluye en este nuevo tomo que su enfoque se debe especialmente a que no se siente apta a la hora de trabajar su mano en las batallas —un detalle humilde que, sin embargo, no resulta del todo cierto—, sin embargo, ese trato que obtiene la obra al priorizar el lado más personal de la misma consigue que, aunque restando parte de la épica que arrastra consigo, la desesperación sea un valor incluso más sentido.
La guerra civil que se libra destaca, precisamente, por el tono pírrico con la que se narra. Lo importante no es quien venza —si el Clan del Cielo junto al de la Tierra o el bélico Fuego junto al Imperio de Sen—, sino cuanta sangre deberá derramarse para acabar con el fútil golpe de estado. Es el punto central del desarrollo del volumen de marras y sirve, a su vez, para enfocarse en diferentes puntos de vista.
Porque mientras Kusanagi demoniza a Kan Soo-Jin como un líder demente, la misma figura del hombre sirve para ensalzar la de Soo-Won. Ambos son parte de la misma corriente; ambos partidarios de un golpe de estado en pos de derrocar la débil monarquía de Il para establecer un estado más fuerte que evite la ruptura de los clanes que lo conforman. Sin embargo, mientras Soo-Jin representa, de nuevo, la demencia e inclemencia sobre su gente, Soo-Won se convierte en la pura imagen de la sabiduría y la guía de su pueblo.
«Ahora sé porque querías reinar»
Con todo, y aunque el enfoque narrativo tiene especial atención por el joven monarca, no olvida incluir a Yona en la ecuación. Volvemos, de nuevo a una doble reflexión sobre la dualidad que representan la chica y el propio Soo-Won en función de cabezas de estado. Que Kusanagi los enfrente —únicamente con su mirada, a modo simbólico— a través de la batalla se convierte en toda una declaración de intenciones.
Él representa la cohesión de su pueblo, la guía que ejerce sobre el mismo y la cura para un reinado nefasto basado en una falsa amnistía general mientras que ella se convierte —incluso para los soldados rebeldes del Fuego— en el símbolo de esperanza; casi un milagro que llega para confrontar a las tropas enemigas y mostrar el camino a seguir. Una batalla que se siente más en lo simbólico que en lo bélico, en mostrar como ambos han evolucionado desde el terrible desenlace de su primera entrega.
El asesino convertido en rey. La princesa en guerrera. Pese a que no es su primero encuentro, y mucho menos el último, la idea de que ambos se encuentren en el fragor de la batalla luchando en el mismo bando sirve como punto indistinguible de su evolución, pero también como una declaración de guerra abierta en la lucha por convertirse en el verdadero legado del rey Hiryuu.
De nuevo, no es el único punto que destaca la autora a través de la batalla. La muerte de Kan Soo-Jin a manos de sus soldados es una muestra prácticamente metafórica de su reinado y de como su posición militar y el maltrato a sus súbditos acaban finalmente por tomar su vida en una, además, de las muertes más crudas que la autora ha sido capaz de recrear hasta ahora. Una muestra más de como continúa la idea de pasar el testigo a las siguientes generaciones, en forma de ciclo y como búsqueda de un nuevo amanecer para el reino.
No solo es la evolución de sus personajes la que se hace latente en sus líneas. La propia Kusanagi vuelve a hacer acopio de fuerzas para mostrarse más segura de si misma, expandiendo de nuevo todos los puntos que muestra en su obra. Soo-Won es la muestra principal de ello, haciendo uso de un completo repertorio de expresiones faciales. Pero también destaca el como hace uso de documentación a la hora de planificar y mostrar los movimientos tácticos; especialmente a la hora de vestir a los caballos con pieles de tigre.
Es importante destacar, antes de cerrar la reseña, el como, incluso con la participación bélica de por medio, Yona, Princesa del Amanecer consigue mantener su esencia romántica en otro epílogo dedicado a aliviar tensiones. Uno que no duda en poner de manifiesto los sentimientos de Yona al ver a Hak rodeado de mujeres pero que también mantiene el recuerdo más tierno de Soo-Won en su memoria, ardiendo. Con la impresión de que Mizuho Kusanagi cierra otro capítulo importante de su obra, solo podemos esperar a ver cual será su siguiente movimiento.
La estructura meta narrativa que siempre han mostrado las portadas de Yona, Princesa del Amanecer vuelven a sufrir un revés en esta entrega para mostrar la fiereza de la batalla en su primer plano. Un indicativo más de los temores infundados de su autora el sentirse incapaz de representar la batalla que tiene cabida en este volumen.
La representación principal, esta vez, está protagonizada por Soo-Won acompañado por Geun-Tae y Joo-Do en la batalla. Es importante como el refuerzo visual se basa en los dos generales motivados ante el ataque que tiene por delante mientras que el monarca se muestra impasible, empequeñecido por la batalla a la que se enfrenta —representado como el falso rey, incapaz de comandar las tropas del Clan del Cielo— como juego metafórico del verdadero contenido del volumen. Junto a ello se acompaña una colorida composición que asegura la fuerza de la portada y su posterior desarrollo.
Por último, nos encontramos de nuevo con una portada rústica con sobrecubierta clásica en un formato de 11,5 x 17,5cm y un total de 192 páginas divididas en un total de seis capítulos. De igual forma que en su anterior publicación. El volumen está perfectamente localizado a nuestro idioma cortesía de Sandra Nogués (BRKDoll Studio).
Óscar Martínez
Me están encantando sus reseñas sobre Akatsuki no Yona, me las estoy leyendo de corrido. Increíble forma de analizar cada elemento de la obra, espero que no pare de dar sus reseñas a cada volumen, el más reciente #38 está súper cargado de significado.