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presión social en Rascal Does Not Dream of Bunny Girl Senpai
ANIME / MANGA OPINIÓN REDACTORES

A TRAVÉS DE RASCAL DOES NOT DREAM OF BUNNY GIRL: CÁRCEL DE CRISTAL

¿Quien eres? ¿Quien soy? No lo sé. Nervios. Presión. Ansiedad. Y de nuevo la misma pregunta. Pero sigue sin encontrarse respuesta. ¿Eres lo que sientes o eres lo que ven? Y en el caso de ser realmente lo que dices ser, ¿que justifica que lo seas?

«Me llaman. Y no pronuncian ningún nombre», cita Nach en uno de sus temas. Su idea no es la misma que yo quiero plantear, pero la siento igual. Lo pienso y entiendo que el nombre es parte de esa justificación. Pero mi nombre no es mi persona. No reconozco a mi propio ser. ¿Quien eres? ¿Quien soy? Estoy cansado de responder a las mismas preguntas. Cansado de no encontrar respuesta alguna a esas preguntas.

Los confines personales

Es difícil reconocerse a sí mismo. Siempre lo ha sido y no es novedad. Porque la pregunta nunca es «¿Quien soy?» sino «¿Quien debería ser?». La ansiedad social es el eje principal de Rascal Does Not Dream of Bunny Girl Senpai, pero la obra de Hajime Kamoshida nos muestra que la misma tiene muchas caras. Lo muestra con la invisibilidad en su primer arco y lo hace con la presión social en su segunda entrega.

Koga no sabe quién es. Y en el caso de que lo sepa, no sabe quien debería ser. El anonimato que se presentaba en la historia de Mai se extrapola fácilmente a la de Koga. De hecho, no es tanto una extrapolación como una simple extensión. La chica viva encerrada en un bucle del que es imposible escapar. Una cárcel de cristal. Un lugar forjado con los barrotes más frágiles existentes —nuestra propia consciencia de nosotros mismos— de los que resulta imposible escapar.

Romperlos sería fácil. Pero te exponen al mundo. Cada uno de esos barrotes representa una parte de tu personalidad. Esa que escucha música electrónica, no por placer, sino por obligación. De la que ríe cuando no lo siente. De la que pasa horas en un lugar al que no siente pertenecer. Así, la elección más sensata es acabar con ellos, escapar de esa cárcel y seguir avanzando. Pero hay un abismo tras ellos. Uno mental, inexistente. Pero tan aterrador como el más real que pueda existir.

El vivir lo que otros quieren por encima de lo que uno mismo siente se encuentra intrínsecamente relacionado con esta experiencia. Quizás sean tus padres, quizás tus amigos, quizás hablemos de un plano más amplio de la sociedad. En este caso, y siguiendo la estructura general de la obra, quienes nos observan en un espacio comunitario compartido. El terror a descubrirse ante esos ojos es el mismo que mantiene encerrada a Koga tras los barrotes.

El significado de la soledad

Es una esclavitud social; una presión que hace mella en la persona. Porque su autor nunca mueve una ficha sin contar con las consecuencias. Y es Kaede, de nuevo, quien ocupa la posición más pesada en la balanza moral que nos plantea. Ella es la casilla de meta, pero también la de muerte. Es la demostración de que un pequeño paso en falso puede llevarte a la caída más grande, a ese abismo invisible que amedrenta y amenaza con convertirte en persona anónima. Por supuesto, Sakuta vuelve a representar la otra cara de la moneda; el antídoto contra los males modernos.

Y es en este punto donde Rascal Does Not Dream of Bunny Girl Senpai plantea el verdadero problema. Porque de los arcos existentes, el de Koga es de lejos el más corto —y de hecho se utiliza como paso intermedio para desarrollar otras fronteras, aunque eso lo tocaremos en otros espacios— pero no por ello menos importante. Toma parte de Mai, porque el anonimato, de nuevo, forma parte del plan general, pero toma otro cariz donde el miedo no es tanto a desaparecer, sino a convertirse en paria.

Koga plantea el concepto de la soledad no como el hecho en sí mismo de encontrarse sola sino que lo extiende hasta el punto de sentir humillación por ello. Al hecho de bajar la cabeza al encontrarte con un grupo de personas en un espacio social cuando sabes que a tu lado no camina nadie. Es una nueva forma de ansiedad que explora un concepto muy similar pero que se centra antes en el miedo irracional a no formar parte de un colectivo antes que a ser incapaz de adaptarse a una atmósfera en concreto.

Para representarlo Kamoshida utiliza la teoría de Laplace, un determinismo del que extrae la posibilidad, en resumidas cuentas, de adelantarse a los sucesos del futuro. La chica es capaz de reconstruir su vida una y otra vez jugando las mismas fichas pero sabiendo el orden correcto en que tiene que responder para acertar siempre. Una posibilidad sobreexplotada en la ciencia ficción o las obras fantásticas que toma un giro argumental para plantearlo como una suerte de maldición antes que una habilidad.

Ansiedad cíclica

Porque, al fin y al cabo, el teorema de Laplace sirve simplemente como un bucle en este caso. Una representación del nivel crítico de ansiedad que alcanza la chica para ser capaz de revivir una y otra vez los últimos días con tal de lograr que todos sus movimientos encajen a la perfección con lo que se espera de ella en un entorno que resulta lacerante en lo personal.

La crítica esta vez roza niveles más altos. Casi se podría decir que más absurdos. Koga asegura pasar noches en vela porque todas sus compañeras siguen despiertas, aludiendo a la responsabilidad que conlleva mantener el estatus en un grupo social encabezado por un símbolo de la popularidad en el instituto. Volvemos a la esclavitud, a la necesidad de atender a unas normas no escritas pero que imperan en las aulas y de las que resulta casi imposible escapar.

La figura del marginado es algo más que soledad. De nuevo, es un estigma. Una humillación. Algo que, además, debemos extrapolar a la cultura japonesa, donde ese sentimiento es aún mucho más remarcado que en Occidente. Un terror que, en este caso, lleva a Koga a cambiar su aspecto por completo, a buscar formas de destacar, de ser reconocida. Pero es algo que no hace por ese reconocimiento o por el hecho de destacar. Tampoco hay ego en sus acciones. Solo miedo. Miedo a estar sola, a sufrir la indiferencia de quien no te reconoce. O, incluso peor, a sufrir la inclemencia de quien aprovecha esa cárcel para arremeter contra ti una y otra vez.

De hecho, el bullying no tarda en aparecer. Sus líneas no lo tratan de forma demasiado cercana, porque al fin y al cabo Kamoshida prefiere hablar antes de cicatrices que no de heridas abiertas, pero sirve como una muestra de la toxicidad latente en las relaciones y el cómo estás pueden dejar huella en las personas a las que tocan.

En este caso se trata a través de los rumores, de cómo la acusan de ser una chica fácil. Sin embargo, lo importante no es esto, sino lo que representa dentro de la jugada. Porque los rumores aparecen solo cuando Koga, inconscientemente, deja de tirar el dado. El hecho de continuar con su vida y, por una vez, tomar sus propias decisiones —olvidando así el bucle temporal—, se entiende como un ataque a la atmósfera social y, como no podría ser de otra forma, se le devuelve el golpe.

Es Sakuta, siguiendo las mecánicas de la obra, quien la libera utilizando la misma táctica que en el arco anterior, utilizando su propia reputación, ya inexistente, como escudo. Un acto de romanticismo por parte de su autor que remarca el hecho de que Rascal Does Not Dream of Bunny Girl Senpai no se acoge a la crítica, también tiene espacio para otros temas.

No es algo negativo per se, ni mucho menos. Porque todos esos problemas existen. Y no siempre habrá un escudo para proteger a quien los sufran. Tampoco funciona siempre el correr en dirección contraria como hace Sakuta. Las miradas están ahí, las voces están ahí y ser objetivo de estos ataques pueden hacer mella en una persona. Pero incluso así, aunque su narrativa no explore los problemas hasta el final, siento que hace un gran trabajo. Es consciente de ello, pero también busca soluciones. Un mensaje que suena alto y claro, por encima de todos estos males, para recordarnos que siempre hay una salida más allá de vivir anclados en un bucle de ansiedad y malestar.

Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.