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AMERICAN PASTORAL

Ewan McGregor sabe caer bien. El encanto natural de su media sonrisilla y su buena elección de papeles le ha conducido a ser uno de los rostros más admirables y reconocidos de Hollywood. El que empezó siendo Renton en la desvergonzada Trainspotting (de la que tuvimos secuela recientemente) acabó envainando un sable láser como el mítico Obi-Wan Kenobi en las precuelas de Star Wars, pasando, además, por otras conocidas y variadas películas como Big Fish o Moulin Rouge.

Y mientras continúa su exitosa carrera como actor ha decidido ponerse tras las cámaras para debutar en la dirección. Aunque por desgracia la historia escogida no parece la más adecuada para una ópera prima, porque American Pastoral no es nada más y nada menos que la ganadora de un premio Pulitzer. Su historia no es fácil de trasladar a la pantalla, ya que narra la historia de una familia norteamericana durante tres décadas, empezando en los felices 50. Es entonces cuando Seymour Levov y Dawn Dwyer se enamoran y engendran una niña a la que la adolescencia le sienta especialmente mal (se mete en las agresivas protestas políticas que trajeron consigo los años 60).

La trama es como un trozo de dinamita, potente y capaz de provocar una enorme explosión. Pero la película de McGregor no tiene la chispa necesaria para encender la mecha. Porque sin haber leído la novela es fácil averiguar varias de las carencias que tiene la adaptación, y la principal de ellas es el manejo del tiempo. Las tres décadas que intenta abarcar se le hacen demasiado grandes, obligándole a contener demasiadas elipsis en la primera parte del filme y sin que se sienta el paso del tiempo en términos de producción. Ni los personajes ni el mundo a su alrededor parecen cambiar desde el inicio hasta la llegada de los 60. Sencillamente vemos como la hija de los protagonistas crece repentinamente. Entonces empezamos a sentir más visible el segundo gran problema al trasladar una extensa novela en una película de menos de dos horas: los personajes.

El Sueco, sobrenombre del protagonista, fue uno de los mejores deportistas de Nueva Jersey en su época de estudiante. Uno de esos jóvenes honestos que, pese a su infancia humilde, acaban cosechando un éxito tras otro. Todo un ejemplo para la comunidad judía. Todo un ejemplo para los que creen en el sueño americano. Su mujer, Dawn, fue la reina de la belleza más admirada en su juventud, y la madurez le sentó estupendamente. Juntos forman una pareja envidiable dispuesta a crear el prototipo de familia perfecta. El problema es que a su hija le pesan demasiado esos estándares de perfección que han dejado sus padres. Tener el listón demasiado alto es lo que desencadena todos los cambios en su personalidad que acabarán conduciendo la trama. El problema está en que todo esto se nos narra tan solo con diálogos fallidos y explicativos, sin llegar a profundizar nunca en la personalidad real de los personajes. Sabemos que se vuelven cada vez más oscuros y se alejan de esa felicidad digna de anuncio, pero la película nunca se detiene a mostrárnoslo. Debemos suponer todos esos matices que, de haber estado, elevarían la película a un nivel muy superior.

Tampoco ayuda la dirección de Ewan McGregor, cuya falta de experiencia lastra el tono de la película. Le falta fuerza, energía y un mejor manejo de la tensión, pero se limita a filmar las escenas de la forma más convencional posible. Esa ausencia de nervio en la dirección se ve de forma clara por la torpeza del montaje. Las elipsis de la primera parte son confusas y los insertos de imágenes reales despistan y te sacan de la película. Además, hay varias secuencias cortadas prematuramente que dejan una fuerte sensación de inconexión.

Donde «Pastoral americana» sale mejor parada es en su fotografía y su reparto. Ewan McGregor está más correcto y cómodo ante la cámara, Jennifer Connelly (No llores, vuela) regala una de las mejores secuencias gracias a una notable actuación, y Dakota Fanning (Ahora y siempre) convence en una interpretación cargada de matices. Destaca también Valorie Curry (The Following), que en un pequeño papel consigue la actuación más perturbadora de la película.

En definitiva, McGregor ha firmado una película muy por debajo de las posibilidades de su historia. La reflexión política es plana y superficial, los personajes están desaprovechados y la dirección carece de la tensión que el guion necesita. No es un completo desastre y no daña la vista, pero pasará inadvertida como una más de esas películas en las que un actor se atrevió a dirigir. Por lo menos Ewan sí ha conocido el sueño americano.

LO MEJOR:

  • La fotografía y la ambientación.
  • El reparto, en el que destaca Valorie Curry.

LO PEOR:

  • La dirección, sin la energía necesaria.
  • Demasiadas elipsis en muy poco tiempo.
  • Tiene un narrador completamente innecesario.

Ignasi Muñoz

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