NOAH BAUMBACH, UN AUTOR QUE REIVINDICAR
Eternamente comparado con Woody Allen, Noah Baumbach está labrándose una interesante carrera como director y guionista de comedias dramáticas. Más liviano que Alexander Payne y menos prolífico que el responsable de Manhattan, ha dirigido, desde que debutó en 1995 con Kicking and Screaming, ocho largometrajes de ficción (si no contamos Highball, película de la que reniega), un documental sobre Brian de Palma (que aún no se ha visto en nuestro país) y además ha coescrito un par de guiones con Wes Anderson (Life Aquatic y Fantástico Mr. Fox). También ha colaborado en el guion de Madagascar 3: De marcha por Europa, y aunque suena a encargo alimenticio, él asegura que disfrutó de la experiencia.
LOS COMIENZOS
Con apenas 25 años, estrenó en el Festival de Nueva York su ópera prima, Kicking and Screaming (1995), un certero retrato de unos jóvenes que, tras finalizar la universidad, no saben qué hacer con sus vidas. Si bien al principio algunos de sus diálogos suenan un tanto artificiales, poco a poco la naturalidad se adueña del conjunto para producir una narración sin argumento en la que seguimos un año en las vidas de estos jóvenes recién graduados. Noah Baumbach captura con precisión un estado de ánimo no solo aplicable a su generación: consigue transmitir la confusión, las dudas e incluso el vacío que pueden sentir quienes, después de tantos años dentro del sistema educativo, acaban sus estudios y se dan de bruces con la realidad.
En su primer largometraje aparecen ya algunos de sus rasgos distintivos: una equilibrada conjunción de drama y comedia y referencias literarias (de William Faulkner y Cormac McCarthy a Milan Kundera), aunque aquí también encontramos alusiones a la cultura popular. A pesar de que Noah Baumbach habla en Kicking and Screaming sobre un período vital muy particular, incluso los que hallen más dificultades para identificarse con los personajes podrán disfrutar del filme gracias a los notables diálogos, los momentos cómicos y las buenas actuaciones de prácticamente todo el reparto.
Con su primera película tomaba algunas anécdotas y bromas de su vida personal, pero en Mr. Celos (1997), su segunda obra, quiso alejarse de su ópera prima con una propuesta más convencional, con un argumento claro. Lamentablemente, su intento de acercarse a los estándares habituales no tuvo éxito y acabó entregando un filme con una trama y unos personajes poco interesantes. Incluso el propio director admite que la película no salió del todo bien (tuvo, también, problemas con los productores) y tendrían que pasar siete años antes de que volviera al mapa cinematográfico (cuando Wes Anderson le llamó para coescribir Life Aquatic).
VUELTA AL PANORAMA CINEMATOGRÁFICO
La colaboración con el director de El Gran Hotel Budapest no solo le supuso volver a estrenar una película después de tanto tiempo (aunque solo coescribiera el guion), sino que, un año después, el propio Wes Anderson le ayudó a producir Una historia de Brooklyn (2005), la que es, según el propio Baumbach, su obra más personal. Con un presupuesto ajustado (pero con un gran reparto), el director consiguió con esta la que es, probablemente, su mejor película. Protagonizada por Jesse Eisenberg, Jeff Daniels y Laura Linney, Una historia de Brooklyn es un relato de coming of age inspirado por algunos elementos autobiográficos del cineasta (como el divorcio de sus padres) en el que conseguía su filme más completo, divertido y emotivo hasta la fecha. Noah Baumbach experimenta con la cámara en mano para conferirle inmediatez a la cinta, algo que desarrollaría en su siguiente película, Margot y la boda (2007). Como en Kicking and Screaming, los personajes de Una historia de Brooklyn son intelectuales, hablan constantemente de literatura (aquí hay referencias a Charles Dickens y a Kafka, por ejemplo) y esta vez no es fácil empatizar con ellos, algo que se repetirá en sus dos siguientes películas.
EL BAUMBACH MÁS ARISCO
Parece ser que con el éxito crítico y comercial de Una historia de Brooklyn, Baumbach consiguió la estabilidad necesaria para sacar adelante sus películas, y solo dos años después estrenaba Margot en la boda. Pese a estar protagonizada por Nicole Kidman, la mayor estrella con la que había trabajado el cineasta hasta el momento, la película se convirtió en una de las menos conocidas y comentadas del director. La razón principal de este extraño olvido la podemos encontrar en el carácter frío de la protagonista, pues el papel que interpreta Nicole Kidman es el de una mujer antipática y desagradable, por lo que los espectadores pueden tener problemas para conectar con el personaje y, por extensión, con la película.
Pero como Noah Baumbach ha dicho en más de una ocasión, él no es un misántropo ni odia los personajes que ha creado: simplemente los escribe tal y como él los considera (verdaderos, humanos), por lo que, como en la vida real, nos podemos encontrar con personas que no son agradables de tratar. Sin embargo, esto no significa que no podamos disfrutar de la película, pues Margot y la boda acaba siendo un drama excelentemente interpretado con toques de humor y un buen ritmo narrativo. La trama es mínima, es cierto, pero sí hay argumento (a diferencia de su ópera prima) y se desarrolla de forma verosímil. Es posiblemente la película menos accesible de Noah Baumbach, y no porque resulte complicada de seguir, sino porque sus personajes son fríos y poco agradables, pero tan reales y contradictorios como la vida misma. Es quizás su filme más dramático y menos cómico, pero una joya que merece ser vista aunque solo sea por las grandes interpretaciones de Nicole Kidman y Jennifer Jason Leigh.
Si bien es cierto que Baumbach recibió críticas (especialmente, por parte del público) por los personajes poco agradables de Margot en la boda, en Greenberg (2010) volvió a escribir un personaje con el que no es fácil empatizar, pero suavizando la aspereza de la propuesta con un oscuro sentido del humor. Ben Stiller interpreta a Greenberg, un hombre en crisis encargado de cuidar la casa de su hermano durante sus vacaciones en Tailandia, y mientras se pone al día con viejos amigos, entablará una extraña relación con Florence, la ayudante de su hermano. Por primera vez, Noah Baumbach decide ubicar la acción en Los Ángeles y dibuja unos personajes que no hablan constantemente de literatura (ya no son los intelectuales que podíamos encontrar en sus películas anteriores). Ben Stiller es un carpintero con pasado de músico decidido a tomarse un tiempo en el que no quiere hacer nada ni estar ligado a nadie (acaba de salir de un psiquiátrico), pero verá roto sus esquemas cuando Florence entre en su vida. A pesar del sentido del humor que rezuma la película, la poca simpatía que desprende el protagonista puede echar atrás a muchos espectadores, pero ciertamente vale la pena darle una oportunidad para disfrutar de sus buenos diálogos y magníficas interpretaciones, al tiempo que reflexionamos sobre el difuso concepto del éxito y sobre la quebradiza planificación con la que intentamos regir nuestras vidas.
NOAH BAUMBACH Y GRETA GERWIG
Tras trabajar en Greenberg, Baumbach y Gerwig decidieron repetir la experiencia, esta vez escribiendo también el guion de lo que acabaría siendo Frances Ha (2012), un cambio de rumbo en la carrera del director. Si en Margot en la boda y en Greenberg encontramos personajes bastante antipáticos, a partir de Frances Ha, gracias al entusiasmo juvenil de Greta Gerwig (algo tuvo que ver, también, que ambos iniciaran una relación sentimental), Baumbach empezó a crear personajes atractivos con los que es más fácil empatizar, y sus películas dejaron atrás la hosquedad que las caracterizaba para convertirse en algo cálido, entrañable, con personajes con los que es más fácil identificarse.
Este cambio lo podemos ver fácilmente si observamos los dos personajes que ha interpretado Ben Stiller a las órdenes de Noah Baumbach (a la espera ver su tercera colaboración, The Meyerowitz Stories, que se estrenará en 2017): mientras el Ben Stiller de Greenberg es un personaje seco e incluso desagradable, el de Mientras seamos jóvenes (2014), a pesar de que también es alguien que no ha triunfado en lo que le apasionaba más en la vida (en Greenberg, era un músico; en Mientras seamos jóvenes, un documentalista) y aunque podemos verlo como alguien poco maduro y no muy brillante, simpatizamos más con él que con el personaje de Greenberg.
Pero antes de Mientras seamos jóvenes llegaba, como decíamos, la primera colaboración en el guion entre Baumbach y Greta Gerwig: Frances Ha, una simpática película en blanco y negro que descubre al gran público el talento innato de Greta Gerwig, quien da vida a Frances, una joven de Nueva York que intenta cumplir su sueño en la gran ciudad: convertirse en bailarina. Rodada de forma totalmente independiente, el concepto de la película (la historia en blanco y negro de una bailarina) puede echar para atrás a algunos espectadores, pero si el espectador deja atrás los prejuicios y obvia la pátina hipster que rodea a la cinta, podrá disfrutar de un filme conmovedor que captura tan bien la amistad y esa realidad con la que muchas veces topamos: la imposibilidad de cumplir nuestros sueños tal como los habíamos pensado para al final apreciar, tal como decía el personaje de Rhys Ifan en Greenberg, la vida que nunca habíamos planeado.
EL NOAH BAUMBACH MÁS ACCESIBLE
Para su siguiente película, Mientras seamos jóvenes, Noah Baumbach escribió el guion él solo, pero aun así consiguió conservar el tono amable que aportó Greta Gerwig en Frances Ha. Ben Stiller y Naomi Watts son una pareja de cuarentones que conocen a una pareja más joven (Adam Driver y Amanda Seyfried) que les acabarán contagiando el entusiasmo y la energía juvenil que perdieron con el tiempo. Con esta película, el director quería hacer una comedia; quiso hacer algo divertido que resultara accesible, pero al mismo tiempo se las arregló para reflexionar sobre la madurez y sobre las dificultades que tiene el ser humano para aceptar el paso del tiempo y algo tan natural (y tan extraño) como el envejecimiento. Y a pesar de hablar de algo tan atemporal como el hecho de envejecer, Noah Baumbach sitúa la acción en la actualidad y consigue retratar nuestro tiempo en el que la tecnología ha cambiado drásticamente nuestras vidas, para bien o para mal.
Mistress America (2015) es la tercera colaboración entre Greta Gerwig y Noah Baumbach, la segunda en que ambos coescriben el guion y, probablemente, la película más liviana del cineasta neoyorquino. Si en Mientras seamos jóvenes el director hablaba sobre la madurez (o sobre la dificultad de madurar), aquí vuelve a retratar la juventud como ya hiciera en su ópera prima. Seguimos el devenir de Tracy, una joven de 18 años que acaba de empezar el semestre en una universidad de Nueva York pero que no acaba de encontrar lo que se esperaba.
Además, el nombre que da título a la película hace referencia al personaje interpretado magníficamente por Greta Gerwig, que demuestra una vez más su talento para la comedia. Con una gran banda sonora que se las arregla para no irritar a pesar de la abundancia de canciones, Baumbach vuelve a retomar la literatura como uno de los ejes centrales de la trama, y además de algunas referencias a Tennessee Williams y a William Faulkner, la creación literaria será el detonante de la acción. Como en su anterior película, este vuelve a ser un filme claramente contemporáneo en el que Nueva York se muestra más colorido y moderno que nunca, aunque quizás el exagerado «hipsterismo» puede llegar a irritar a algunos espectadores. Si cuando estrenaba Mientras seamos jóvenes esta parecía su película más ligera hasta la fecha, con Mistress America da un paso más allá y consigue una de sus obras más luminosas, cálidas y asequibles, y aunque habrá quien critique la frivolidad de la trama, lo cierto es que es uno de los filmes más divertidos y amenos del cineasta.
A la espera de ver el documental sobre Brian de Palma (pendiente de estreno, y que supone una auténtica rareza en su filmografía) y de las próximas películas que puede entregar durante los próximos años, está claro que Noah Baumbach, sin ser el cineasta más ambicioso ni el más original, sí es uno de los más regulares e interesantes que podemos encontrar en el actual panorama cinematográfico, y sus películas son una agradable joya a medio camino del cine de autor más comprometido y de la comercialidad más desprejuiciada.
Pau Garcia