MERLÍ: SAPERE AUDE, T2: LAS PIEZAS DEL PUZLE
Las personas somos seres enamoradizos. Tengamos 5 años o 60, actuamos por y en pos del amor. Sería pretencioso pensar que es el motor que mueve el mundo, pero de alguna forma es hasta cierto. Es una especie de talismán oculto que nos mueve a hacer cosas que desde fuera parecerían una locura. Héctor Lozano ya nos acercó este mundo a través de aquellos peripatéticos. Hoy lo hace a través de la nueva temporada de su digna sucesora, Merlí: Sapere Aude, disponible en Movistar+
¿El amor es innato o se aprende? ¿Existe una única forma de amar? ¿Hasta qué punto es importante el amor propio? Bajo estas premisas continúan las andanzas de Pol Rubio (Carlos Cuevas) en la facultad de filosofía. Un viaje que aunque parece llegar a su fin, lo hace poniendo todo patas arriba. Dejando al margen lo que vimos en la primera temporada, Sapere Aude apuesta por una línea a lo que no estamos acostumbrados en las series teens patrias. Homenajeando a su protagonista, los ocho episodios que componen la temporada son un viaje de madurez y realización personal.
LA SERIEDAD
En plena búsqueda de su identidad sexual, el zalamero que conocimos en el Guimerá entra en contacto con el dolor. El miedo y la aceptación pasan a englobar las líneas argumentales de la temporada, que poco a poco merman al resto de personajes. Las desventuras y moralejas suaves dan paso a una seriedad hasta ahora no alcanzada en el universo Merlí. Manteniendo ese buen sabor de boca que dejan los capítulos, Lozano desnuda a Pol, mostrándolo como lo que es, un joven asustado al que aún le queda mucho por aprender.
El drama también se asoma de la mano de otras tramas. La soledad o el duelo toman el testigo de un Bruno Bergeron (David Solans), que no es ni siquiera mencionado en la temporada. De primeras es algo que sorprende, pero permite que otros personajes a los que habíamos visto más difusamente puedan experimentar un desarrollo. A grandes rasgos, este último tramo final son las piezas de puzle restantes para cerrar el círculo de los Rubio.
Aunque la seriedad forme parte del Core de la temporada, Sapere Aude sigue manteniendo esa sensación de bienestar y frescor adolescente. El dramatismo es real y cotidiano. Sin opulencia se presentan las inquietudes de unos universitarios inseguros. El despertar sexual, la soltería, o el futuro, son otros de los temas que se tocan a lo largo de las 7 horas de metraje.
ELLOS Y ELLAS
El amor, se convierte en el amo y señor de los personajes. Del miedo, a la libertad de amar, Sapere Aude emprende un camino sobre lo que significa ser persona. Con la vuelta de gran parte del reparto, conocemos también a otros nuevos. Jordi Coll, entra a formar parte como Axel, el nuevo interés romántico del protagonista. Además, se une con él Eusebio Poncela, que interpreta a Dino, un vividor que servirá de guía espiritual al estudiante de filosofía. Por otro lado, la sucesora de Merlí, María Bolaño (María Pujalte) pasa también a ser una alumna más en su batalla personal contra el alcohol.
A pesar de lo positivo, este nuevo bloque también cuenta con algún desperfecto. Empezando por algunas irregularidades externas debido a la pandemia, ciertas líneas argumentales como la de Minerva desaparecen al completo. Esto no sólo afecta a dicho personaje, sino que a modo de efecto dominó, tramas como la de Rai (Pablo Capuz) quedan totalmente modificadas, haciendo que su paso por esta temporada haya sido casi imperceptible. Además y debido a la complejidad a la que se enfrenta Pol, personajes como Oti, Biel o Arnau (Claudia Vega, Pere Vallribera, Martí Atance) pasan a conformar gran parte del alivio cómico de los capítulos.
En general, es un cierre bastante sólido para el personaje más querido de la franquicia Merlí. Aunque no podamos evitar pensar en esos momentos incómodos que nos regalan los episodios o en las referencias a Call me by your name, el producto final es completamente disfrutable. Con una duración aproximada de 45 minutos, los filósofos vuelven a Movistar+ con las pilas cargadas. Y por si os lo estabais preguntando os diré que sí, suena La casa azul.
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