LA PÉRDIDA DE LA HUMANIDAD EN MADE IN ABYSS
Made in Abyss es una obra que no necesita una carta de presentación. ¿Para qué conocer lo desconocido antes de tiempo? Akihito Tsukushi juega con eso a su favor para crear un mundo totalmente nuevo. Un mundo que merece ser explorado. Y de exploración y descubrimiento vamos a hablar en las siguientes líneas, unas que recomendamos no sean leídas si no has visto la adaptación animada de la obra, pues puede contener algún spoiler crucial y determinante para la trama.
El anhelo de descender a lo desconocido
Crear un universo totalmente nuevo en muchas ocasiones es complicado. No solo supone pensar en las personas, sino en todos los elementos que las envuelven; desde la fauna hasta su vegetación. Y si la intención es incluso crear un universo doble la meta final todavía es mayor. Pero Tsukushi ha llegado hasta ella, ha logrado crear esa doble visión y recrearla en un lugar llamado Orth.
Dicen que para descubrir los verdaderos secretos que nos rodean a todos y cada uno de nosotros en muchas ocasiones merece la pena mirar dos veces, o incluso tres, a través de un filo especial. Pero en Orth no hace falta mirar más de una vez para atender a su auténtico secreto, tan solo hay que mirar hacia abajo. Hacia el abismo.
La estructura que ha creado Akihito Tsukushi para su universo es realmente única. Incluso mágica. Nos adentramos en un mundo nuevo, uno donde en lo más alto de un “volcán” se construye un pequeño pueblo habitado por personas y cuyo interior aguarda uno de los mundos más aterradores e increíbles que se ha palpado nunca. El abismo. El autor juega con dos lugares, uno constante y otro desconocido. Uno real y otro imaginario para muchos. Riko, la protagonista principal, quiere adentrarse en él para llegar hasta su madre, un silbato blanco que se comunica con ella y le avisa que sigue en lo más profundo del abismo, esperándola. Una tentación que nublará los deseos de Riko y le hará emprender el viaje de su vida. Un viaje —posiblemente— sin retorno.
Las siete capas del abismo
Adentrarse en las profundidades de Orth es adentrarse en una travesía cuyo precio básicamente es la vida. El descenso podríamos considerarlo gratuito, pero volver a la superficie —a tu hogar— tiene un coste demasiado elevado; uno graduado por cada una de las capas que conforman el abismo. Akihito Tsukushi crea un mundo interior diseccionado en siete partes, cada una peor que la anterior y cuyo hospedaje incrementa conforme desciendes más y más. Todas tienen un precio, y no se cobra a la ida, pasa factura cuando quieres volver atrás; retroceder.
Primera Capa: Mareos leves y náuseas.
Segunda Capa: Náuseas fuertes, dolores de cabeza y entumecimiento de las extremidades.
Tercera Capa: Vértigo combinado con alucinaciones visuales y auditivas.
Cuarta Capa: Dolor extremo en todo el cuerpo y hemorragias graves desde todos los agujeros del cuerpo.
Quinta Capa: Anulación de todos los sentidos, confusión y comportamiento autodestructivo.
Sexta Capa: Pérdida de la humanidad a través de modificaciones del cuerpo y/o muerte.
Séptima Capa: Muerte segura.
Por el momento se desconoce la naturaleza de este engranaje, uno que parece ser autodestructivo para todo aquel que decide ahondar en sus profundidades. Se asemeja al mismo infierno y el sufrimiento palpable en su ascenso es real. El autor consigue deconstruir a sus personajes a través del viaje, hacerles sufrir y mostrar las carencias de las personas en este trayecto donde impera el dolor y la verdad. La sangre no es ningún tabú, y la representación de la congoja tampoco. No se priva en mostrar, aunque sea a través de niños, la crudeza del abismo en cada una de sus capas. No existe el descenso directo y eso hará que cualquier obstáculo te haga enfrentarte a lo que se denomina “la maldición del abismo”.
Riko y Reg son las muestras “humanas” ante las que nosotros —meros espectadores— podremos observar qué es lo que depara realmente ese abismo tan profundo, oscuro e inhóspito. Descubriremos en gran parte todas las capas, hasta la cuarta. Y gracias a Nanachi y Mitty, la quinta e incluso sexta. Y es ahí donde nos adentraremos a continuación, en el significado que Tsukushi nos ofrece para definir esa profundidad. Esa privación absoluta de afabilidad. Empieza la verdadera historia del abismo.
Pérdida absoluta de la humanidad
Made in Abyss sabe jugar con los tempos, incluso con las presentaciones de los personajes. No se anticipa, no quiere correr. Es una obra lenta, cuya narración merece ser escuchada; palpada. No siempre se necesita acción para seguir adelante, a veces tan solo unos pasos son suficientes para descender a la siguiente capa. Y así, gracias a este juego narrativo llegamos hasta Nanachi y Mitty. Dos personajes que tardaremos en conocer pero que cuando lo hagamos la obra se tintará de un tono más oscuro. Empieza a gritarnos, a suplicarnos una parada más que necesaria.
Con Nanachi y Mitty descubrimos realmente qué puede llegar a deparar el abismo. El Narehate que aparece para salvar a Riko de una muerte casi segura nos presenta un nuevo grado de sufrimiento, una nueva realidad que todavía no habíamos visto hasta el momento. Tanto ella como Mitty son supervivientes de un experimento basado en la rápida ascensión desde la sexta capa hasta la quinta. De la anulación de todos los sentidos hasta la pérdida absoluta de la humanidad. Un experimento donde prácticamente todos los sujetos acababan muriendo pero Nanachi y Mitty consiguen sobrevivir. Pero el precio que pagan por ello es realmente excesivo. Casi que podríamos decir que tanto ella como su amiga son un capricho del destino. Un capricho profano.
Y es aquí donde Tsukushi nos muestra realmente lo que es capaz de hacer —al menos hasta ahora—. No duda en crear esa capa, no duda en crear esa doble arma. No solo te anula de todos y cada uno de tus sentidos, sino que te deshumaniza. En el sentido más estricto de la palabra. Te deja completamente vacío. Solo. Enfrentado ante el temor más oscuro de todos: el silencio absoluto. E incluso es más duro con Mitty, el personaje que representa a la perfección la crudeza ante la que nos enfrentamos. Le quita todo, la deja completamente hueca, y en vez de matarla completamente, deja vivir esa alma atormentada y desolada en un cuerpo amorfo. Sin pies ni cabeza, literalmente.
Deconstruye su ser, la aleja de su humanidad. Y le perpetúa a un infierno eterno. Pues su peor condena llega al descubrir que es inmortal. No puede expresarse, no emite apenas sonidos; pero sufre, llora e incluso se lamenta. No quiere seguir, pero no hay nada que pueda acabar con ella —al menos hasta que llega Reg—. Su destino está tintado de negro azabache. La única esperanza se llama Nanachi, quién cuidará de ella hasta el fin de sus días.
El autor es caprichoso, igual que la propia vida. Crea un universo capaz de procrear y al mismo tiempo destruir. Todo a un ritmo aterrador, casi inesperado. Made in Abyss es un reflejo de la inmoralidad del ser humano, de sus antojos y de su egoísmo. El abismo es una completa analogía de las trabas de la vida. Una analogía difícil de ver pero fácil de sentir. Los personajes exploran, las personas seguimos nuestro rumbo en la vida. Los personajes se despojan incluso de sus sentidos, las personas desfallecemos por el camino. Pero ambos, de una forma u otra, acabamos sin humanidad. Deshumanizados. Y tan sólo por descender a un abismo —a una realidad— que parece no estar diseñada para nosotros. Todos somos Nanachi, todos somos Mitty.
Marisol Navarro
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Una excelente interpretacion de esa desoladora historia.
Muchísimas gracias, me alegra leer que te haya gustado (aunque sea un poquito triste la historia como tal) ¡Un saludo! 🙂
wow, de verdad wow! que bien narrado y explicado muchas gracias!!