LOS ANTECEDENTES
El escritor británico Nick Hornby es una máquina de inspiración en el cine. Sus historias de pasiones humanas, música y deporte han dado el salto al cine varias veces. Su primera novela, Fiebre en las gradas, cuenta con varias adaptaciones como Fuera de juego (1997) o Amor en juego (2005). Algo más exitosa fue Un niño grande (2002). Entre medias llegaron otras cuantas, aunque la más reseñable hasta ahora es la aclamadísima Alta fidelidad (2000).
A esa lista está a punto de añadírsele otro nuevo título, una de las películas más esperadas del mes. Música, comedia y romance se vuelven a juntar en Juliet, desnuda, una película dirigida por Jesse Peretz y protagonizada por el sensacional tándem formado por Ethan Hawke y Rose Byrne.
LA PELÍCULA
Parecía complicada que existiese otra adaptación de una novela de Hornby pululando por las salas a la altura de Alta fidelidad. Sin embargo, con Juliet, desnuda definitivamente el cine ha vuelto a ganar otra ingeniosa comedia con la que gozar. A vueltas con un tipo melómano compulsivo, protagonistas fracasados y relaciones enrevesadas, la historia discurre entre Annie y Duncan, una pareja bastante monótona y desapasionada. Además, entre ellos sobrevuela el fanatismo obsesivo de Duncan por Tucker Crowe, un músico estadounidense de los 90 que desapareció del mapa tras publicar un álbum titulado Juliet. El lío se monta cuando Annie y el mismísimo Tucker acaben cruzándose en los siempre caprichosos mundos de internet.
Así a primera vista, Juliet, desnuda no viene con nada nuevo debajo del brazo. Eso sí, se suma a la lista de producciones que deambulan entre lo comercial y el espíritu indie. Sin pretenderlo, aporta un pequeño grano de arena en la renovación de un subgénero que suele gozar del favor del público, y que, paradójicamente sigue siendo uno de los más desprestigiados y olvidados de los últimos años.
Es más, aunque se etiquete dentro de la comedia romántica, Juliet, desnuda no se ajusta al prototipo típico del género. Al contrario. Tiene chispa precisamente porque los mezcla en un batiburrillo de sátira, incorrección y solo lo justo de azúcar. Claro que el pilar fundamental es la historia de amor. Pero la relación de los dos protagonistas es más mundana, más auténtica. Se basa en la ternura, la soledad y la comprensión mutua, y no tanto en el concepto de amor romántico empalagoso y atiborrado de clichés.
A todo este conjunto de aciertos hay que añadir también el guion. La narración mantiene el tono natural, sencillo e ingenioso de la novela, terminando así de poner la guinda a un filme entretenido, agradable y muy digno.
ELLOS Y ELLAS
Los dos protagonistas, torpezas, manías y fracasos incluidos, son genuinamente entrañables. Mérito casi total de Ethan Hawke y Rose Byrne. El actor fetiche de Richard Linklater se mueve en esa mezcla explosiva de descaro y vulnerabilidad de Tucker como pez en el agua. En el caso de Byrne, y aunque Annie luce bastante menos en cuanto a carisma, lo solventa también con bastante soltura y gracia.
LA SORPRESA
La historia no acaba con el ‘The end’. Ojo a los títulos de crédito.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
Waterloo Sunset. Ethan Hawke se atreve a interpretar al teclado el tema más icónico de The Kinks. Y no tiene ningún desperdicio. Claro que, siendo en el filme nada menos que una vieja gloria del rock, y uno de los actores con más rollazo de Hollywood, no esperábamos menos.
TE GUSTARÁ SI…
Eres del tipo de persona que ve Love Actually, Begin Again, Notting Hill y compañía al menos una vez al año
LO MEJOR
- No se ajusta al prototipo de comedia romántica. Es más, es una historia mucho más mundana y realista, donde prima más la ternura que el amorío como tal.
- Un guion narrado con naturalidad, sencillez e ingenio.
- Los dos protagonistas, con sus torpezas, sus manías y sus fracasos, son genuinamente entrañables.
LO PEOR
- Mucho rock, pero a la hora de la verdad la música tiene más bien poco protagonismo
María Robert
