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HAPPY END

LOS ANTECEDENTES

Llegó un año tarde, pero aquí está. Happy End, la última película de Michael Haneke después del éxito arrollador que cosechó en 2012 con Amor, participó en el Festival de Cannes de 2017, donde los familiarizados con el austriaco se preguntaban si se llevaría su tercera Palma de Oro a casa.

En un año extrañísimo para el certamen por el tipo de cintas que encontramos en su sección oficial (de entre las cuales solo había una auténtica ganadora de la Palma, y era 120 pulsaciones por minuto), la última disección de la sociedad europea de este amado y vapuleado director pasó sin pena ni gloria.

LA PELÍCULA

En el epígrafe anterior definimos Happy End como una disección más de la sociedad europea por parte de Michael Haneke, y bien es sabido que en la mayoría de su filmografía nos encontramos, de una forma u otra, una crítica a las clases burguesas de Europa. El ejemplo más claro de esto es el de su película Caché (Escondido).

Sin embargo, ora por haber decidido poner su estilo de autor en piloto automático, ora porque su visión acerca de lo que ha querido criticar durante años se ha visto distorsionada, en Happy End resulta realmente difícil encontrar algún signo de crítica a lo que pretende representar.

En el filme se nos presenta a una familia pudiente francesa de larga costumbre empresarial pasando su día a día y viviendo con las vicisitudes que pueda vivir cualquier familia de una película de Haneke. Mientras toda la acción toma parte, a muy pocos kilómetros se alza el infame campamento de refugiados de Calais, invisible ante los protagonistas.

Nos la vendieron como la visión hanekiana del drama de los refugiados, y ello habría conllevado una cinta interesante y digna de reflexión, análoga a la otrora comparada o a El tiempo del lobo, pero desgraciadamente la trama de los refugiados no solo no está, sino que no se deja entrever en ningún momento. Puede que esto hubiera sido un ejercicio estilístico loable en cuanto a que se referiría a la ceguera de Europa ante un drama semejante… pero nada más lejos de la realidad. El tercer acto y la presentación de ciertos personajes nos demuestra que no solo Haneke no tuvo ningún interés en mostrar a los refugiados, sino que prácticamente se ríe de ellos en un final que parece criticar las redes sociales en lugar de la burguesía europea.

Puede que, tras Amor y su ensayo sobre la génesis del mal en La cinta blanca, haya sido difícil para el austriaco igualarse o superarse, tanto en forma como en fondo, pero todo parece demasiado vago. Estilísticamente es igual, pero sin mostrar los elementos que llevaron a este hombre a ser uno de los directores europeos más famosos en activo. Nos encontramos con momentos de auténtica lucidez y con otros un poco bochornosos que hacen que la película sea difícilmente salvable y caiga en el cajón de sus películas fallidas.

ELLOS Y ELLAS

Una de las cosas que más ha caracterizado el cine de Haneke es su trabajo con el actor y la importancia del distanciamiento personaje-actor y personaje-espectador. Obviamente, Isabelle Huppert está magnífica porque Isabelle Huppert podría defender cualquier papel sin pestañear. No sucede lo mismo, sin embargo, con Jean-Louis Trintignant. Un actor de semejante renombre y currículum parece no haber encontrado en esta película la suficiente inspiración. O eso o simplemente fue un error de dirección.

LA SORPRESA

Como ya se dijo anteriormente, la sorpresa se encuentra en el uso subversivo (por decir algo) que el director hace del fuera de campo a la hora de no mostrar ni retratar en ningún momento el drama de los refugiados en pos de un drama familiar con los problemas que puede tener cualquier familia acomodada.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

Las secuencias inicial, final y la del karaoke resultan interesantes porque es donde encontramos la verdadera naturaleza del director y de su forma de hacer cine.

TE GUSTARÁ SI…

Como muchos de sus proyectos fallidos, hay más posibilidades de que guste al fan incondicional y bien curtido de Haneke. Y con eso nos referimos al que vio El séptimo continente y le gustó.

LO MEJOR

  • El ejercicio de estilo.
  • La secuencia final.
  • La interpretación de Isabelle Huppert.

LO PEOR

  • Se aleja muchísimo de la supuesta transgresión que siempre abanderó Haneke.
  • La secuencia del karaoke.
  • La secuencia de la boda.
  • Lo extremadamente cuidadoso que es con el tratamiento a la sociedad burguesa.
  • Un par de subtramas que no llevan a ningún sitio ni se resuelven jamás.

 

Álvaro Salas

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Soy ese tío que va solo al cine y aplaude cuando la peli termina. Cuando estoy triste me veo una peli de Bergman y, o se me pasa, o me pongo peor. Defiendo las precuelas de Star Wars (a excepción de El Ataque de los Clones) y El Consejero como la mejor película de Ridley Scott desde Thelma y Louise. Las pelis de Béla Tarr se me pasan volando. Si crees que ser guapo y tener un talento inconmensurable no van de la mano, piensa en Paul Thomas Anderson.