GUILTY PLEASURES: Culebrones Musicales
Bienvenidos a la oda a los placeres culpables. En los últimos años hemos sido bendecidos con numerosas y magníficas producciones de televisión, y la calidad de las series está llegando a límites insospechados. Es en estos tiempos en los que el postureo abunda y las “series menos serias” son miradas por encima del hombro, es más necesario que nunca reivindicar la grandeza de las series chorra. Porque, al fin y al cabo, son estas series las que nos hacen llorar, reír (con o de ellas), o sentir tanta vergüenza ajena que no puedes hacer otra cosa que abrazar todo su potencial.
Por esta y muchas más razones, en El Palomitrón hemos decidido alabar a esas series que tanto cariño nos despiertan, aunque sea por disfrutar malvadamente de lo mamarrachas que son, y hacer una recopilación de éstas dentro de sus subgéneros chorra (que sí, nos acabamos de inventar).
Abrimos la veda con un subgénero al que le tenemos un aprecio especial, los culebrones musicales:
NASHVILLE
Admitámoslo, nos encanta un buen culebrón. Y si está lleno de gente guapa y con canciones originales, le hacemos todas las fiestas del mundo mundial. NASHVILLE es una serie sobre el mundo de la música country en su propio epicentro. La ciudad es el marco de la historia y un personaje más, indispensable para los protagonistas.
Desde el pelazo de Rayna (CONNIE BRITTON) al amor-odio que nos despierta Scarlett (CLARE BOWEN), la personalidad arrolladora de Juliette (HAYDEN PANNETIERE) y sus frases bordes, la intensidad de Deacon (CHARLES ESTEN), las rabietas de niñata de Maddie (LENNON STELLA), la coherencia de Luke (WILL CHASE), la bipolaridad de Gunnar (SAM PALLADIO) (y su novia irritante de la que nos negamos a hablar) o el gran desarrollo de Avery (JONATHAN JACKSON), a todos los une una cosa (bueno, a parte del árbol genealógico) su música. Nuestros personajes son toodos compositores, tocan tropecientos instrumentos y el talento les rebosa por todas partes.
¿Por qué es tan chorra?
Cuando decíamos culebrón para definirla no estábamos de broma. Asesinatos nunca descubiertos, adicciones, hijos secretos (a pares) e infidelidades son el pan de cada día de la serie country. Las motivaciones de los personajes a veces pueden ser un poco WTF y los enamoramientos pasan de cero a diez en 40 minutos de capítulo.
Parece que sólo haya un puñado de artistas en la música country alrededor del mundo (como nos demostró el reciente capítulo con las nominaciones a los CMA) y todos se concentran en un kilómetro cuadrado de gente mega popular que parece cagar coleccionar discos de platino.
Y si tienen que expresar sus sentimientos por alguno de los probables dramas mencionados en algún giro de guión, pues componen una cancionaza en 5 minutos y todos felices.
¿Por qué la queremos?
NASHVILLE es una serie que no viviría sin su música original y su protagonismo coral. Puede que no nos creamos que la voz de Rayna James es celestial y vende millones de discos (de hecho ni ella se lo cree), pero sabemos que las canciones poperas y las de miradme soy un drama con patas de Juliette (la PANNETIERE ha sido un gran gran descubrimiento musical), los hipnotizantes dúos de Scarlett y Gunnar (juntos pero no revueltos please), o Maddie cantando con su hermana Daphne (MAISY STELLA) que es lo más cuqui del mundo, nos llegan bien hondo a la patata.
La serie ha querido reflejar con veracidad cómo es el mundo del espectáculo en la cuna del country y ha acertado de pleno (como bien nos confirmó MANOLO FERNÁNDEZ en el Festival de Series). Su equipo de compositores y actores se dejan la piel en cada interpretación con esas canciones llenas de sentimiento que nos emocionan capítulo a capítulo y se pegan como una lapa para que no dejemos de tararearlas.
También los personajes tienen unas personalidades muy bien definidas y destacables, además de haber sabido llevar con habilidad su evolución a lo largo de las temporadas. CALLIE KHOURI tiene el poder de jugar con nuestros sentimientos y cambiar nuestra percepción de los personajes mágicamente, y lo sabe.
Puede que algunas de las locuras-giros-cliffhanger los veamos venir desde bien lejos, pero eso no le quita ni un ápice de placer cuando por fin los vemos ocurrir y no podemos despegar los ojos de la pantalla diciendo “oyoyoyoyoy”.
SMASH
SMASH fue aquella serie de NBC que pudo haber sido muchísimas cosas y se quedó en unas poquitas. Aún así no pudimos evitar rendirnos a los pies de su banda sonora y su reparto de artistazos.
La serie contaba las historias detrás de las bambalinas de Broadway y los entresijos del mundo del espectáculo en New York. Con la intención de desarrollar un musical sobre la vida de MARILYN MONROE, SMASH encandiló a público y crítica en su inicio (aunque luego los perdiera desafortunadamente) prometiendo una lucha de divas por el protagonismo del musical y conocer más de cómo se desarrolla un proyecto de estas dimensiones en los teatros neoyorkinos.
Fueron muchas las estrellas que hicieron alguna aparición por la serie y la enriquecieron mucho, como BERNADETTE PETERS (dando momentos muy potentes con su hija en la ficción, Ivy), JENNIFER HUDSON, NICK JONAS, LIZA MINNELLI (en un adorable homenaje a la amistad de Tom y Julia) o JESSE L. MARTIN (en un especial guiño a los paralelismos entre el musical ‘Rent’ y el nuevo musical de la serie, ‘Hit List’).
Y, por cierto, nos dolió mucho no poder ver cómo se desarrollaría la historia de Tom con su nuevo pretendiente interpretado por LUKE MACFARLANE (CINCO HERMANOS) que apareció en el último capítulo de la serie.
¿Por qué es tan chorra?
Los niveles de telenovela que llegó a alcanzar la serie (sobre todo en su segunda y última temporada) fueron estratosféricos. Con la introducción de un buen número de personajes secundarios, la mitad de ellos insufribles (destacando a la loca de Daisy (MARA DAVI) o al pesado de Jimmy, interpretado por JEREMY JORDAN, que aportó tanto calidad a la parte masculina de las actuaciones como instintos asesinos a las tramas) la serie perdió mucho y su interés disminuyó considerablemente, incluso algunas de las actuaciones musicales llegaron a sobrar (no queramos recordar ese horrible “I’m not sorry”).
La trama fácil y el drama fácil, valga la aliteración, se convirtieron en el motor de la serie que dejó atrás las relaciones personales con alma y las inseguridades de los artistas.
¿Por qué la queremos?
Puede que los dramas de SMASH fueran chorras, pero eran nuestros dramas. Todos vivimos con pasión la aventura de Julia (DEBRA MESSING) y Michael (¡WILL CHASE otra vez!), las inseguridades de Tom (CHRISTIAN BORLE) y los problemas de Ivy (MEGAN HILTY).
La voz de KATHARINE McPHEE, pese al odio que ha despertado esta chica, tenía una cadencia preciosa y los números musicales de HILTY como Marilyn eran soberbios (y más acompañada de su Joe Dimaggio).
SMASH supo rodearse de una cantera de actores que aportaron una credibilidad envidiable a la serie y supo sacar lo mejor de ellos; JACK DAVENPOT como productor ególatra y brillante o ANJELICA HUSTON como feroz protectora de su proyecto hacían las delicias de todo espectador, así como KRYSTRA RODRÍGUEZ nos dejó algunos momentos musicales espectaculares como ‘Reach for me’.
En definitiva el trabajo de los creadores del espectáculo tuvo una factura impecable; tanto las canciones de ‘Bombshell’ y ‘Hit List’ (que también tuvo unos momentos muy interesantes) como la puesta en escena y las coreografías destacaron por su calidad y su magnetismo.
https://www.youtube.com/watch?v=4RJHgGnRpSI
GLEE
La serie de RYAN MURPHY ha sido objeto de tantos y tantos artículos que parece imposible decir nada nuevo sobre ella. En su calidad de ‘Guilty Pleasure’, permitidnos la libertad de referirnos más al espíritu de lo que fue de lo que verdaderamente es.
La primera temporada de GLEE fue toda un descubrimiento, la sátira con la que se desenvolvían las tramas y los personajes atípicos de instituto y la abrumadora calidad de los números musicales fue un brutal ¡Sí! cantado a los cuatro vientos (y a cuatro voces). Aquel producto fresco, innovador y entrañable que nos enamoró en realidad nos duró poco, pero nos encandiló lo suficiente como para hacernos tragarnos cuatro temporadas más.
A lo largo de esas temporadas hemos vivido muchos cambios en el McKinley (tanto que ha dejado de ser el epicentro) y en los protagonistas, siendo los más importantes la graduación de los chicos y el paso a la «universidad» y la pérdida del actor CORY MONTEITH. La última temporada nos guió hacia el cambio definitivo: «New New York» será el nuevo escenario de las aventuras musicales de estos chicos (sólo la primera generación, gracias Murphy) y probablemente el último.
En algunos de los últimos episodios se pudo sentir un atisbo de esperanza, regalándonos momentos tan inesperados como apreciados en capítulos como ‘The Quarterback’, ‘The Break-Up’, ‘Swan Song’, ‘City of Angels’, ‘100’ y ‘New Directions’, destacando el último por infundir la mayor confianza y por ese homenaje a Will Schuester con un emocionante vídeo a su bebé.
¿Por qué es tan chorra?
Una vez que GLEE perdió el rumbo, intentó encontrarlo de muchas maneras; personajes nuevos (todos vomitivos), estrellas invitadas (NEIL PATRICK HARRIS y GWYNETH PALTROW, os queremos), números llamativos, e incluso alguna que otra trama de gatillo fácil, para entendernos. Admitimos que todos esos intentos la honran, unos más acertados y otros menos (mandar a la mierda de un plumazo a toda la generación nueva… ¡aciertoo!), pero triste e inevitablemente la niña bonita de FOX se convirtió en un producto perfecto para el hate-watching.
Pocas series han existido en la historia de la televisión cuya entera plantilla de personajes inspirara tanta violencia en el espectador. Las completas absurdeces de Tina (JENNA USHKOWITZ), el retraso de Sam (CHORD OVERSTREET) y su pseudo-relación con Mercedes (AMBER RILEY) que está cada día más abofeteable, la inteligencia privilegiada por la cara de Brittany (HEATHER MORRIS), el desgaste de Sue Sylvester (JANE LYNCH), Blaine (DARREN CRISS) totalmente desubicado, la minusvalía transitoria de Quinn (DIANNA AGRON), Will (MATTHEW MORRISON) convirtiéndose en una caricatura de sí mismo, y un largo etcétera de personajes irrelevantes que no vale la pena mencionar (muy grande cómo desapareció el ‘rastas’ de un capítulo a otro). Cuando las temporadas han llevado a conducirnos a que las mejores historias en pantalla sean las de Rachel (LEA MICHELE) (bendito sea el spin-off infiltrado de New York), no podemos dejar de preguntarnos qué ha pasado aquí.
Otra prueba del desgaste de la serie es lo desaprovechadas que han estado algunas estrellas invitadas. Atrás quedaron esos momentos mágicos con KRISTIN CHENOWETH o GWYNETH PALTROW, y otros grandes artistas como BRITNEY SPEARS, MATT BOMMER, ADAM LAMBERT o DEMI LOVATO (Demi hija, qué florero más bonito fuiste) han pasado con más pena que gloria.
¿Por qué la queremos?
Pese a sus numerosos defectos, las tramas absurdas y los personajes irrelevantes, hemos permanecido al pie del cañón, porque ese es el peaje que hay que pagar para no perderse las dosis de genialidad momentánea que aún puede sacarse la serie de la manga. El episodio 100 y el que lo precedió fueron preciosos y la vuelta de algunos de los personajes veteranos como Quinn, Mike (HARRY SHUM) o Puck (MARK SALLING) fueron un buen soplo de aire fresco. Ya os contamos la temporada pasada cómo sentaron las bases para la nueva etapa en New York, si queréis refrescaros la memoria podéis hacerlo aquí.
Puede que nos tachen de nostálgicos, y tratándose de GLEE puede que así sea, pero toda la locura de estos años no nos hace olvidar momentos tan grandes como la aparición de JONATHAN GROFF (con esa actuación de Bohemian Rhapsody, un número para el recuerdo) para apretarle las tuercas a Rachel, o las actuaciones brillantes de IDINA MENZEL, o aquellos capítulos de los campeonatos regionales en los que arañábamos el sofá.
Esa brillantez en sus orígenes ha brillado por su ausencia en lo demás, aunque no parece estar todo perdido. Las tramas de New York las recibimos como agua de mayo, con esa magnífica KATE HUDSON (también muy desaprovechada, eso sí) o una bizarra SARAH JESSICA PARKER, una promesa de una Rachel nueva y que ha sabido madurar, y que ha abierto el camino para todos sus compañeros que ahora se unen a ella persiguiendo sueños neoyorkinos.
Estas son nuestras mamarrachadas musicales favoritas. Ya es hora de que reivindiquemos que merecen vivir y «disfrutarlas» como se merecen. ¡Esperamos que os guste la recopilación y nos vemos próximamente en otras entregas de Guilty Pleasures!
Isabel S. Samaniego