Entre el 6 y el 11 de enero de 2021 Madrid se tiñó de blanco. Y digo se tiñó porque es literalmente lo que hizo, capas y capas de nieve, que posteriormente se convirtieron en un hielo traicionero, bañaron la capital arropándola en un manto blanco que dejaba una postal para el recuerdo.

La mayor nevada en 50 años llegaba en plena pandemia, como si el tiempo quisiera acumular los grandes acontecimientos en un frasco pequeño pero bien condensado. Sin embargo, tras las peleas y muñecos de nieve, los trineos improvisados o, incluso, el recién estrenado equipo de esquí que muchos sacaron a la calle, se encontraba la sombra del eterno debate; el cambio climático.

Richard Zulebzu dirige ‘Filomena’, un documental producido por Magda Calabrese y Objetivo Family Films con la participación de Amigos de la Tierra, que se estrenará en Filmin el 5 de marzo. 

Demasiada dispersión para poco contenido

El documental narra los acontecimientos que sucedieron a la borrasca que sumió a Madrid en un caos, mostrando las dos caras de una misma moneda; la de los destrozos que ocasionó el temporal de nieve y la alegría con la que recibieron los madrileños ese soplo de aire fresco, y nunca mejor dicho, después de un año fatídico.

Richard Zulebzu comienza ubicando al espectador un año antes de los acontecimientos, en enero de 2020, cuando el Gobierno declaró la emergencia climática en el país. La idea era clara, demostrar de una forma gráfica y sin lugar a confusión que lo que sucedió en Madrid a principios de año fue algo que “se veía venir”.

Y en base a esa premisa, el director da vueltas y vueltas, como en un carrusel, arropado por el testimonio de versados expertos en la materia. La intención es buena, encomiable diría, pero insuficiente. Son útiles las explicaciones, resulta interesante comprender que necesita hacer el mundo para no encontrarnos dentro de diez años abrasados o congelados porque el planeta se ha sobrecalentado y los polos derretido. Sin embargo, es tedioso.

Y ese es el principal problema que tiene este documental, que resulta tan repetitivo que al terminar de verlo estas igual de frío que Madrid durante Filomena.

Abarcar mucho y apretar poco

Uno de los aspectos positivos que tiene ‘Filomena’ es el orden cronológico de los acontecimientos. No juega con saltos temporales en el tiempo ni con viajes de retroceso a nevadas anteriores, ni a hipotéticos escenarios futuros. Nada de eso. Se limita a narrar por orden, paso a paso, como fueron sucediéndose los acontecimientos que dejaron a la capital en lo que posteriormente se declararía como “zona catastrófica”.

Sin embargo, pese al acierto en el orden temporal, la narración hace aguas por todos lados. El director intenta abarcar todo lo que sucedió en Madrid, desde la ineptitud de las autoridades públicas, pasando por la reiterada exasperación de los expertos ante sus medidas, la felicidad de los madrileños por la nieve, los daños colaterales que dejó la borrasca y la actitud de los vecinos que colaboraron en la limpieza de las superficies. El mensaje que subyace detrás de ese repaso es recalcar la indiferencia de las autoridades y la falta de rapidez a la hora de gestionar la situación.

Razón no le falta en ninguna de las cosas que argumenta pero, reitero lo dicho anteriormente, resulta redundante porque aborda una y otra vez lo mismo. El mensaje de que este acontecimiento puede repetirse, al igual que la pandemia del coronavirus debido, en gran medida, al cambio climático,  es algo que la gran mayoría de la población puede intuir. Al igual que también saben que la gestión que se hizo fue muy cuestionable. Sin embargo, es agotador para el espectador estar escuchando una y otra vez lo mismo porque al final es imposible no acabar sintiéndose como un sucedáneo de Bill Murray en ‘El día de la marmota’. 

Gran despliegue de imágenes y una música de epopeya

A estas alturas huelga decir que lo mejor del documental son las imágenes, pese a que, en gran medida, se compone de recursos de archivo sacados de los informativos. No obstante, ver la Cibeles completamente bañada de blanco o la Gran Vía convertida en un manto de hielo, es una alegría para la vista.

Todo el despliegue visual se encuentra acompañado por una banda sonora épica que todo lo envuelve pero que nada tapa porque, me mantengo en mi postura, no es suficiente. La fotografía es preciosa, las imágenes de Madrid nevado son un deleite, e incluso ver los destrozos que ocasionó la borrasca invitan a la reflexión. Sin embargo, todo eso se queda cojo ante la ausencia de un contenido que profundice de forma real en lo que supuso aquel fenómeno climático.

La idea que funciona como eje vertebrador narrativo no termina de explicarse de una forma detallada, con un ritmo lo suficientemente fluido para captar la atención del espectador y evitar que no caía en el aburrimiento antes de llegar a la primera media hora.

Una verdadera lástima pues, aunque se trata de un documental que parte de una fantástica idea, se queda superfluo en su información. Dando la sensación de que obtendrías lo mismo siguiendo los informativos de aquella fecha o leyendo un par de artículos en el periódico. Una idea que, aunque visualmente bien trabajada, especialmente en su montaje, falla estrepitosamente en lo escueto de su guion.

Si te interesa saber más sobre todo lo que acontenció durante la  borrasca Filomena de forma resumida este es tu documental. Si esperas algo más profundo acerca de lo que se vivió en la capital aquellos días quizás no sea lo que andas buscando.

Claudia Banqueri