WONDER
Stephen Chbosky lleva desde los años noventa como guionista y creador. En 2012 se aventuró en la adaptación cinematográfica con su propia novela, Las ventajas de ser un marginado, con una Emma Watson post-Harry Potter. La película se convirtió en una cinta de culto adolescente por su forma de conmover al espectador, su temática y los problemas adolescentes en los que todo joven podía verse reflejado. Después de cinco años, Chbosky vuelve como director a la gran pantalla para adaptar uno de los mayores éxitos de literatura juvenil en los últimos años: Wonder, de R. J. Palacio.
La historia sigue a August (Jacob Tremblay), un niño que nació con una deformidad en la cara y que, desde entonces, ha sido operado 27 veces. Las operaciones han conseguido que respire bien, que pueda ver, que escuche sin audífono… pero no han podido modificar su aspecto físico para que fuera «normal».
Después de años formándose en su casa con su madre Isabel (Julia Roberts) como profesora, sus padres han decidido que es el momento de que comience el colegio de verdad. Auggie es un niño como cualquier otro, que disfruta pasando tiempo en familia, jugando en el parque, tomando helado… Sin embargo, su aspecto físico hará que nada de esto importe a sus compañeros de clase. Poco a poco tendrá que ir adaptándose a la nueva rutina y nuevos lugares, donde encontrará todo tipo de personas.
Wonder narra una historia conmovedora de principio a fin en la que, a pesar de no poder relacionar la vida del personaje principal con la nuestra, sí podemos ponernos en su piel en varias situaciones. Si ser diferente en gustos no es nada fácil en la sociedad en que vivimos (especialmente entre grupos de niños), aún lo es menos cuando lo que te hace diferente es algo físico.
Por regla general, una historia que bien podría ser autoconclusiva (y con el mensaje que tiene la de R. J. Palacio) tiende a acabar de manera positiva. Sin embargo, la ejecución de las subtramas y las grandes actuaciones hacen de esta una película predecible, sí, pero en la que disfrutas cada paso del camino, independientemente del final.
Si analizamos la sociedad en la que vivimos, nos daremos cuenta de que Wonder puede que sea una de las historias que hacen falta en las aulas, en los hogares y en la gran pantalla. No solo por su ejecución, claramente, sino por el mensaje de aceptación y cordialidad que transmite.
Mediante el personaje de Auggie vemos la crueldad que pueden tener unos niños (y no tan niños) con otros, como estos realmente reproducen lo que perciben de su entorno y el poder que tenemos para cambiar la vida de otras personas. Wonder anima a conocer lo diferente, a tratar de comprenderlo y no rechazarlo desde el primer momento.
El director intenta hacer llegar al espectador este mensaje de muchas formas, pero sobre todo con la introducción de escenas emotivas. Con la misma fórmula que utilizó en la película liderada por Logan Lerman, Chbosky utiliza los primeros planos y los diálogos con gran carga emocional para que el público empatice con August.
La película se estructura en diferentes perspectivas, cada una detrás de un personaje, lo que ayuda no solo a ver la situación de Auggie desde varios puntos, sino a conocer más a fondo a cada una de las personas que forman parte de su vida: su hermana Via (Izabela Vidovic) muestra la necesidad de ser egoístas en algunas ocasiones, y el personaje de Jack (Noah Jupe) habla de la posibilidad de cambiar, del arrepentimiento y del no dejarse llevar. Por su parte, aunque no conocemos las perspectivas de Isabel y Nate (Owen Wilson), el resto de personajes muestran la dureza de vivir tal situación. Wilson deslumbra con una actuación que se aleja mucho de los papeles más cómicos que ha realizado a lo largo de su carrera.
En general, Wonder narra una historia conmovedora, llena de pasión, amistad y amor, en la que no recibimos solo el mensaje de aceptación, sino también la certeza de que con amor todo puede superarse. La destreza en su ejecución y las actuaciones provocan que, aunque necesite un público dispuesto a escuchar, la cinta llegue dispuesta a posicionarse como la imprescindible de estas navidades y pueda disfrutarse por toda clase de espectadores.
LO MEJOR:
- La diversidad étnica y social.
- La actuación de Jacob Tremblay y Julia Roberts.
- La facilidad de empatizar con los personajes.
LO PEOR:
- El evidente uso del guion en diferentes escenas para conseguir la lágrima fácil del espectador.
María Reinoso
la verdad es una buena película!