CRÍTICA: VIAJE A ALGUNA PARTE
ANTECEDENTES
Helena de Llanos, conocida por ser la nieta del genio Fernando Fernán Gómez, y por ser una cineasta de trayectoria periférica con propuestas como el documental Noches de Ramadán, da el salto a su película más personal y mediática, Viaje a alguna parte, un ejercicio de búsqueda en la memoria de su relación con su abuelo, y su cónyuge, la actriz Emma Cohen. A través de un viaje por el hogar del matrimonio, Helena sacude recuerdos, empapados de memoria cinematográfica y reconstrucciones y homenajes a estos dos grandes artistas. La película pudo verse estos días dentro de la Seminci de Valladolid, y mañana llega a salas de toda España.
LA PELÍCULA
Haciendo un juego de palabras con la novela y película que tanto éxito otorgó a Fernando, El viaje a ninguna parte (primera ganadora del Goya a la mejor película), viajamos al rincón del hogar. Hogar salpicado de memoria gracias a la vocación del recuerdo presente en todos los objetos que han definido una vida, y a partir de ahí se conjuga el diálogo. Un diálogo entre presente y pasado, y quizás, en parte, con el futuro, una comunión entre literatura, teatro, cine, y una expresión conjunta: la de un amor, y la de dos voces artísticas diferentes, pero absolutamente complementarias. De esta manera comienzan las conversaciones, las exploraciones y el encuentro entre el abuelo y la nieta, para sacudir, para entender, para construir una idea de lo que fue.
Con este ejercicio de búsqueda se plantea esta película, a caballo entre lo performativo, lo documental y lo experimental. Un deseo de encontrar respuesta al sentir, y al mismo tiempo, al dibujo de un genio. Desde la fantasía de esas conversaciones absolutamente presentes en el espacio-tiempo, a el retrato de ideas a través de cuadros cinematográficos, hasta el abrazo de los amigos. Amigos que definieron una vida y una obra conjunta, y que ahora, batiendo el duelo de las palabras resucitan al genio, para hacerlo absolutamente imperecedero. Y es aquí, en la mirada nostálgica, en el deseo de sentir el valor de este maestro y de su férrea acompañante y maravillosa artista, cuando la película alcanza sus mejores momentos, pues lo cierto es que lo errático se apodera del conjunto.
Un conjunto que vierte demasiados esfuerzos en la performance de Helena de Llanos, en comunión con todas las ideas, y trazos de memoria en torno a estos dos personajes. El problema reside en que este ejercicio performativo es tan impostado, ególatra e impositivo que acaba devorando todo el conjunto, sin apenas dejar huella de lo que fue. Es absolutamente decepcionante, entendiendo el parentesco, la falta de ideas en torno a un genio, que lo fue absolutamente todo en la creación artística española del siglo XX. Lo que queda son momentos, momentos de lucidez en voz de maestros como Juan Diego y José Sacristán, y algunas secuencias inolvidables y firmemente enlazadas y musicalizadas, los demás es absolutamente inerte, torpe, y pretencioso en su idea de conformar un ejercicio tan diferente, que por diferente acaba lastrando la idea de un viaje a las entrañas del alma de un genio.
ELLOS Y ELLAS
A pesar de su valor documental, uno no puede dejar de admirar las intervenciones más inspiradas de la propuesta, escasas pero imponentes las voces de dos genios: José Sacristán y Juan Diego.
LA SORPRESA
Sorprende un viaje tan diferente, como finalmente errático a las entrañas de dos artistas, tan claves como inaccesibles en sus parcelas más personales.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
El homenaje en voz de grandes actores es el momento más íntimo, emocional y mejor resuelto de toda la propuesta.
TE GUSTARÁ SI…
Si consigues entrar en ejercicios de impostada voluntad performativa en detrimento de otras líneas discursivas.
LO MEJOR
- El ejercicio de homenaje.
- Ciertas líneas de montaje documental experimental.
LO PEOR
- La impostura y la egolatría que sacude todo el conjunto.
- La pena de quedarnos lejos de un acercamiento a las entrañas del genio.
Alberto Tovar