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MALASAÑA 32

LOS ANTECEDENTES

Tras varios cortometrajes de género con recorrido en festivales a lo largo de la última década y el estreno de su ópera prima Matar a dios en 2017, Malasaña 32 es la segunda película del director Albert Pintó, que regresa a la gran pantalla de la mano de Atresmedia, Warner y Bambú. Esta nueva propuesta de terror patrio relata las desventuras de una familia rural que se encuentra con varios problemas «sobrenaturales» al mudarse a la capital a principios de la transición española.

LA PELÍCULA

Una familia se muda a la casa de sus sueños y en ésta comienzan a acontecer fenómenos paranormales sin ton ni son. Estamos ante un cliché o subgénero del cine de terror: casas embrujadas. Y por si fuera poco, la sombra de Verónica es alargada, y al enfrentarnos a Malasaña 32 es inevitable pensar en ésta: por su costumbrismo, por el personaje de Amparo (Begoña Vargas) y por el elemento sobrenatural en una España de época. Se atisban ecos también de Expediente Warren, por el tipo de dinámica familiar, y sobretodo por esos años setenta retratados en paletas más bien ocres que se apoderan de buena parte de la película.

Esta familia llena de esperanza se desencuentra en un ambiente urbano, hóstil y que deja entrever la hipocresía o la lentitud del progreso hacia la llamada «libertad» y democracia en España, y hasta aquí podemos leer. Estas ideas se insinúan de manera muy superficial y con apenas un par de pinceladas, ya que lejos de ocupar el lugar central en la película o configurar una historia, van a ser relegadas únicamente a telón de fondo para un espectáculo circense de sustos. Para su desgracia, el guión de la cinta está escrito a merced de los sobresaltos, y es ahí dónde la película termina haciendo aguas.

El ritmo de la película es trepidante y desde el primer minuto ya estamos pegados al asiento, no porque haya una empatía profunda o una construcción psicológica compleja del terror, si no por el código que queda marcado, no sabes cuando un ruido o un corte rápido va a atravesar la pantalla. El espectador queda perdido en una deriva de trucos en los que es fácil preguntarse: ¿Qué estamos haciendo aquí?

Entre tanto ruido podemos rescatar varias escenas magistrales, casi icónicas, que además tienen la virtud de huir del cliché y suceder a plena luz del día, sin escondites. Sin embargo, al no oxigenarse del resto, al no dar respiro al espectador, éstas terminan perdiéndose en la mediocridad general del susto fácil que rodea a la producción.

Podemos decir que Malasaña 32 funciona como una atracción de feria. Por un lado es muy llamativa y cuenta con una factura muy sólida, tanto la fotografía como el diseño de producción son envidiables y consiguen generar una atmósfera muy propicia. Se disfruta mucho y envuelve este costumbrismo roñoso y que realmente suma a la muy insinuada historia. Y por otro, (como una buena atracción) está llena de trampas, ya que al final del día es un reloj articulado para sorprender constantemente al espectador a golpe de martillo. Las respuestas, siempre justas y vagas, llegan solo como revelaciones precipitadas y tras un exhaustivo recorrido de saltos en la butaca que te hacen reflexionar sobre si el viaje realmente ha merecido la pena.

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ELLOS Y ELLAS

Nos encontramos con rostros en su mayoría desconocidos (o con muy poco recorrido en nuestro panorama) y que aportan un aire refrescante a la historia. No hay grandes estrellas en la pantalla, y es la inocencia de esta familia desconocida para el público la que termina de sumergirnos en sus miserias. Todo el reparto consigue llegar a su destino, especialmente (casi por despuntar como protagónica) Begoña Vargas (Alta Mar). Cabe destacar también a Iván Renedo, que pese a su corta edad consigue descansar sobre sus hombros varias escenas complejas del film.

LA SORPRESA

La película es un festival de sustos, así que dejando eso de lado os contamos que además de la sobria colaboración de Javier Botet (que abandona las prótesis) Malasaña 32 cuenta con un cameo inesperado que añade un encanto muy cándido a la película.

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LA SECUENCIA / EL MOMENTO

Hay varios momentos icónicos y únicos que consiguen conjugar el terror más machacón con el costumbrismo más fino. No damos más detalles para evitar spoilers, pero véase la escena del televisor o la de los tendales, elementos simples que la película lleva más allá de los clichés.

TE GUSTARÁ SI…

Vas a ver una película de terror que te promete lo que da: sustos cada dos minutos. Sustos por corte, sustos por sonido y, si no tienes resaca de los anteriores, un par de «sustos de los buenos» también. Para botar en tu butaca, morderte las uñas o abrazarte a alguien, esta es tu película.

LO MEJOR

  • Su costumbrismo y un par de escenas realmente vibrantes.
  • El refrescante reparto de rostros desconocidos que suma y suma a la propuesta.
  • El diseño de producción y la dirección de fotografía, impecables.

LO PEOR

  • La falta de oxígeno entre susto y susto, termina siendo fácil y reiterativa y no deja descansar al espectador.
  • El guión parece estar a merced del sobresalto y no de los personajes o de una historia que contar.

Juan Luis Martínez

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Espectador curioso y soñador inquieto. Narrador licenciado en Comunicación Audiovisual. Cuando vio por primera vez "Amèlie" tenía 12 años y se pasó un interminable verano tirando piedras al río tarareando, ahora está en una etapa más "Frances Ha" con un poquito más de costumbrismo.