CRÍTICA: LAS NIÑAS DE CRISTAL
ANTECEDENTES
Presentada en la reciente edición del Festival de Cine de Málaga, Las niñas de cristal es el tercer largometraje del gaditano Jota Linares (Animales sin collar), que vuelve a trabajar con María Pedraza tras dirigir para Netflix ¿A quién te llevarías a una isla desierta? Con esta, su segunda película de la plataforma, pretende reflejar sus momentos más bajos desde que se convirtió en cineasta. La auto exigencia, el miedo a la decepción y el fracaso, la frustración, la soledad, el síndrome del impostor. Las vivencias del director trasladadas a otro ámbito del arte. Linares ha volcado mucho de sí en la película, y también es un proyecto muy especial para María Pedraza, que ha vuelto a conectar con el mundo de la danza (ha estado un año preparándose para alcanzar el nivel de exigencia del papel), después de haber tenido que abandonarlo hace ocho años a causa de una lesión.
LA PELICULA
Para bien o para mal, muchos se acercarán a Las niñas de cristal esperando encontrarse con un trasunto de Cisne Negro, Flesh and Bone, Delicadas y crueles (también disponible en Netflix) y un largo etcétera de largometrajes y series que han abordado el mundo del ballet desde su perspectiva más ambivalente y cruda. Englobándose todas ellas dentro de un mismo subgénero es inevitable el tránsito por ciertos lugares comunes, pero cabe empezar esta crítica dejando en claro que Jota Linares ha construido una cinta con entidad propia, y donde la danza clásica es principio y fin de cualquier comparación con títulos precedentes.
La película se nos presenta como un “ballet en dos actos”, y si bien la narración sería fácilmente divisible en tres partes, su razón de ser es que comparte estructura con Giselle, el conocido ballet en el que Irene (María Pedraza) es escogida como primera bailarina después del suicidio de una de sus compañeras del Ballet Clásico Nacional. Desde ese momento comienza para ella un camino de constante exigencia y presión, que solo se verán aliviadas por la relación que traba con Aurora (Paula Losada), una bailarina recién llegada a la compañía. El primer acto, de aproximadamente una hora de duración, se desenvuelve en torno a la forja de esa amistad, y atrapa por la buena química entre Pedraza y Losada, así como por sus bellos momentos de fuga o evasión, siempre con la danza como elemento principal. Porque si en algo no escatima el guión, es en darnos escenas de baile, en las que coreografía, imagen, y banda sonora consiguen sumergirnos en la disciplina, seamos o no amantes del ballet. Pero tras la magia y lo etéreo, asoman unas bambalinas mucho más oscuras. En esta primera parte especialmente, es recurrente la presencia de espejos o figuras de cristal llenas de caras y aristas: la fragmentación en ciernes.
La dureza y la cara B del mundo del ballet son ingredientes principales en Las niñas de cristal, pero la aproximación que Jota Linares hace a todo ello, es de una sutileza poco común e incluso inesperada en una cinta de este tipo. Precisamente en eso reside el punto fuerte, y el “algo” especial de la película. Más allá del componente cuasi onírico que marca los momentos de abstracción de las protagonistas, destaca la construcción de sus entornos familiares. En un extremo, ser fruto del sueño frustrado de una madre, en el otro, una familia que no termina de tomarse en serio el futuro de dedicarse al ballet. Estos pequeños detalles, tan frecuentes, tan extrapolables a lo cotidiano, dotan a la película de una empatía y una sensación de realismo muy de agradecer. Sin necesidad de ser visceral, gráfica, extrema, ni redundar en la competitividad descarnada, Las niñas de cristal consigue retratar la fragilidad de la psique partiendo del viaje interno y en solitario de Irene, o de Aurora.
ELLOS Y ELLAS
Las niñas de cristal cuenta con cinco sendos personajes femeninos principales, mientras que las intervenciones del reparto masculino son correctas pero poco más que anecdóticas. Este apartado está dedicado a ELLAS, con mayúsculas. María Pedraza está magnética como Irene, y es un gusto descubrir su faceta de bailarina combinada con su carácter interpretativo. No es de extrañar que Jota Linares tuviera clara su protagonista desde que comenzó a concebir la película. Como contraparte, la bailarina profesional Paula Losada debuta en cine con muy buena nota, sobre todo teniendo entre manos el personaje más hermético y al mismo tiempo más complejo del conjunto.
El segundo acto trae el brillo y protagonismo del trío de mujeres adultas: Mona Martínez como la recta directora de la compañía, y Marta Hazas y Ana Wagener como las madres de Aurora e Irene, respectivamente. El buen hacer de las más veteranas, Martínez y Wagener, que ya habían coincidido sobre las tablas, nos da uno de los momentos clave de la cinta como resaltaremos más adelante. Y Hazas por su parte, sorprende en un papel muy alejado de su registro habitual.
LA SORPRESA
La inclusión del componente fantástico en la película nos cogió con la guardia baja y confiere originalidad a la propuesta. Quizás apoyarse demasiado en ello de cara al cierre, nos deja con cierta sensación de “a deber” y hubiéramos preferido alguna otra pincelada más objetiva y en contacto con la realidad. No obstante, se comprende la intención del director y sin duda deja un final que dará pie a debates y teorías.
LA SECUENCIA / EL MOMENTO
Desde su inicio mismo, Las niñas de cristal está salpicada de escenas que se quedarán en nuestra retina, pero pocas cosas tan arrolladoras como el cara a cara entre Ana Wagener y Mona Martínez. Un duelo de titanes de trece minutos de duración, que saca a relucir la parte más teatral de la película, y alguna de las revelaciones más importantes de la historia de cara a su desenlace.
TE GUSTARÁ SI…
Si te gusta el arte en general, los thrillers psicológicos, y si eres capaz de huir de comparaciones odiosas.
LO MEJOR
- La delicadeza en la dirección de Jota Linares.
- Técnica y visualmente, Las niñas de cristal es una película muy potente y redonda.
- Descubrir a María Pedraza como bailarina.
LO PEOR
- Que su duración o su temática echen para atrás a algunos espectadores.
- El balanceo entre fantasía y realidad no nos ha convencido del todo en el tramo final.
Aitziber Polo
Hola, vi la película y me deja un malestar con el final , porque el mensaje no es muy claro, interpreto que las adolescentes son manipuladas que el personaje ( gisele)se comio al actor y se apodera de las bailarinas, que no son capaces de separar el mundo real con el del personaje. Que interpretar !!Fuerte!!