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Crítica de Earwig y la bruja destacada - El Palomitrón
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EARWIG Y LA BRUJA: REGRESO AL CASCARÓN VACÍO

La vida es cambio y todos evolucionamos. O debemos hacerlo si no queremos quedarnos fuera de lugar. Saber adaptarse a esos cambios es condición inexcusable para avanzar, y eso es aplicable a todos los ámbitos de la vida.

Studio Ghibli es una compañía fuertemente ligada a la tradición, pues buena parte de su fama como productora de obras de animación pasa por su elaborado trabajo artesanal a la hora de realizar a mano sus dibujos. Gorō Miyazaki, que otra cosa no pero es un valiente, decidió junto al productor Suzuki realizar una película de animación 3D CGI en Ghibli. Los gritos de «¡sacrilegio!» debieron retumbar en sus oídos mucho antes siquiera de que alguien lo llegara a pronunciar. Pero sabía a lo que se exponía, y quería hacerlo para romper de la forma más notoria posible ese eterno sambenito de “hijo de Hayao Miyazaki”. Así nació Earwig y la bruja, película que se ha estrenado en nuestros cines con una gran división de opiniones.

Mantener la esencia

La película trata sobre Earwig, una niña que dejaron en un orfanato siendo solo un bebé. Ahora, a sus 10 años de edad, es feliz allí haciendo y deshaciendo a su antojo, pues tiene una gran capacidad para manipular a todos los que están a su alrededor para que hagan lo que ella quiere. La cosa cambia cuando una pareja de lo más extraña decide acogerla. No desean ser sus padres: la mujer es una antipática bruja llamada Bella Yaga que solo quiere que la ayude en sus tareas; mientras que el hombre, llamado Mandrágora, es un ser turbio y misterioso al que no se le debe molestar o entra en cólera con imprevisibles consecuencias mágicas.

Partamos de la base de que estamos ante una película menor de Studio Ghibli, hecha con medios ajustados y, como el propio Gorō Miyazaki comentaba en alguna entrevista, en un rincón del estudio, apartados de la gran producción que es la nueva película de su padre. Tampoco vamos a obviar que es una especie de experimento, una probatura que ni siquiera estrenaron en cines en Japón, por lo que llegó directamente a la televisión a finales del año pasado.

En este contexto podemos hablar de una película con luces y sombras, incomparable a las grandes producciones del estudio como El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke, y seguramente más en la línea de Puedo escuchar el mar o Haru en el reino de los gatos.

Crítica de Earwig y la bruja imagen 1 - El Palomitrón

Earwig y la bruja, pese a lo que pueda aparentar en una primera impresión con esa llamativa animación 3D CGI tan ajena a la historia de animación tradicional de Ghibli, consigue mantener la esencia del mítico estudio japonés. Lo hace, sobre todo, en dos aspectos: Earwig, la protagonista, que es muy simpática y replica las cualidades de muchas heroínas Ghibli, ya que es resuelta, atrevida, valiente, se enfrenta a las dificultades con buena disposición y desarma a los antagonistas con su optimismo y alegría. Tiene un punto malicioso pero adorable que es lo que hace que el espectador la aprecie desde el primer momento. Su espíritu rebelde esboza un personaje muy reconocible en la filmografía de la compañía.

El otro aspecto, aunque parezca mentira, es la animación. Los escenarios guardan esa esencia del estudio trasladada al 3D, y se nota que fueron dibujados previamente a mano para luego ser llevados al ordenador. Es cierto que se pierde la calidez del trazo manual y los diseños de personajes no son los mejores del mundo, pero igual de cierto es que sigue siendo reconocible en lo intangible, en las sensaciones y en el detalle. Hay pequeños guiños que harán las delicias de los fans, como el Citroën 2CV con el que Gorō homenajea al famoso coche de su padre —hay una sutil metáfora en la secuencia inicial, en la que una moto adelanta al viejo coche—, o a El castillo ambulante en los créditos finales.

Crítica de Earwig y la bruja guiño Studio Ghibli - El Palomitrón

Un planteamiento de principio a fin

Aparte de todo, el gran problema que arrastra Earwig y la bruja es su guion, excesivamente pausado, repetitivo y desnortado. Aunque lo que más llama la atención es, sin duda, la impresión constante de que la película es un planteamiento de principio a fin. Es decir, no hay nudo y desenlace, todo lo que sucede es un preparativo de una explicación que nunca llega. Cuando parece que va a llegar, la película termina sin más. Y si bien es cierto que con ello es fiel a la novela de Diana Wynne Jones en la que se basa, se echa en falta esa capacidad que sí tiene, por ejemplo, Hayao Miyazaki de saber adecuar las adaptaciones literarias a su propia identidad como película, aunque ello conlleve ser imaginativo y añadir elementos nuevos que no están en el material literario.

Keiko Niwa y Emi Gunji, como responsables del guion, y Gorō Miyazaki como director, parecen hacer un acto casi funcionarial a la hora de adaptar la novela sin ofrecer algo que cohesione el mundo literario de la autora británica con el universo fílmico de Studio Ghibli en su totalidad. Ahí es donde se distingue la creación genial de la simplemente aceptable. Lo simpático y ligero de la trama no oculta las grandes lagunas que inundan toda la narración, pues parece que siempre hay algo que está a punto de pasar y nunca pasa, lo que te deja una incómoda sensación agridulce.

Crítica de Earwig y la bruja imagen 2 - El Palomitrón

Supervivencia

Earwig y la bruja no es una mala película, pero corre el serio riesgo de generar indiferencia. Los seguidores de Studio Ghibli se alegrarán de que, con las expectativas tan bajas que generaba el filme, este mantenga un nivel mínimo y resulte un largometraje en el que se pueden detectar las constantes tan celebradas a lo largo de la historia de la mítica compañía de animación —aquí, en versión descafeinada—; pero se entiende que el resto de espectadores la vean como una obra excesivamente simple, con una animación alejada de los estándares de Disney / Pixar o superproducciones similares con mucho presupuesto detrás, con las que actualmente no pueden competir, así como un ritmo lento y carente de grandes emociones y acción.

Para Studio Ghibli, y para Gorō Miyazaki en particular, es una probatura de lo que pueden empezar a hacer —y mejorar— en el futuro en este nuevo estilo. Por hacer esta película Ghibli no va a dejar de hacer animación tradicional, pero también miran por su supervivencia en el mercado, donde el 3D CGI puede dar salida a algunos productos que no se podrían hacer de otra forma, ya que la animación tradicional es muy laboriosa y cara, muy difícil de rentabilizar si no se consiguen los taquillazos que sí obtenía de manera sistemática Hayao Miyazaki, y en algunas ocasiones, también Isao Takahata. El margen es muy pequeño.

Lo que no podemos dejar de tener presente es que el Studio Ghibli de Hayao Miyazaki e Isao Takahata nunca volverá a ser igual, porque sus sucesores no son ellos ni tienen el mismo talento —un talento que se da en muy pocos casos—. Tras la nueva película de Hayao Miyazaki el estudio podrá seguir con el mismo nombre y diferentes creadores, pero no esperemos volver a ver algo similar a lo que se hizo en el pasado. La vida es cambio para Studio Ghibli también. Y tiene que avanzar. No hay que descartar que vuelvan a hacer buenas obras, incluso sobresalientes si dan con el creador adecuado y económicamente es viable, pero hay que asumir que la genialidad no se reproduce. La genialidad es única e intransferible. Habrá —o no— una genialidad nueva, distinta, pero la que ha disfrutado el estudio nipón con sus fundadores quedará para la revisión y el recuerdo. Y Ghibli se equivocará si pretende sobrevivir a base de copiar su propio estilo, como ha intentado más de una vez sin éxito.

Por tanto, sí, con Earwig y la bruja estamos ante una obra menor de Ghibli, que no rompe sus lazos con el pasado pese a su novedoso apartado técnico, que resulta simpática y agradable de ver, pero que sigue acumulando varios de los defectos narrativos que han repetido la mayoría de películas no dirigidas por Miyazaki ni Takahata en el estudio. Esa sensación de cascarón vacío que entra por los ojos pero no se cuela en nuestro corazón.

Firma invitada: Álvaro López Martín (@A1varoLopez)

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Publicista aficionada de las películas, las series y el cómic en general. No tengo un género preferido, pero todo lo gore me apasiona. Adoro viajar, y si algún día consigo ir a Japón, sin duda para el trayecto tendré preparada toda la obra de Sui Ishida.