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CRÍTICA: DEADPOOL

 
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No tiene unas escenas de acción especialmente memorables. Tampoco lo es su villano, su historia de origen, ni su narrativa en tres actos. Pero no importa: lo que hace buena a DEADPOOL es que nadie se la toma demasiado en serio. En realidad, ni ella misma lo hace. Los títulos de crédito (un bullet time autoparódico) establecen el que será el tono de toda la película: un frenético ejercicio de metahumor (se cataloga a TIM MILLER como «algún gilipollas sin talento», y, acertadamente, a los guionistas RHETT REESE y PAUL WERNICK como «los verdaderos héroes de esta historia») con capacidad de hacer divertidos chistes físicos de la ultraviolencia en una muestra de veneración y respeto hacia el personaje creado por Fabián Nicieza y Rob Liefeld.

 

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En la línea de SÚPER (JAMES GUNN, 2010) y KICK-ASS (MATTHEW VAUGHN, 2010), DEADPOOL se atreve con todo aquello con lo que Marvel, ese gran producto cinematográfico de nuestro tiempo, no se había atrevido hasta ahora: lo gore, lo políticamente incorrecto, lo obsceno y lo sexualmente explícito. Sí, esa misma Marvel, que elabora productos para todos los públicos buscando llenar las salas hasta sus aforos máximos, se ha arriesgado a alejarse a toda leche de la seguridad en la que están afincados los blockbusters actuales. Por desgracia, la ruptura con el género no es completa: por mucho que bromee con ello, la ópera prima de TIM MILLER no consigue despegarse del todo de ser una película de superhéroes, con su damisela en apuros, su historia de venganza y el side-kick cómico. Pero poco importa, puesto que todo forma parte del mensaje último de la película: DEADPOOL, por mucho que intente negarlo, es uno más de la familia.

Lo mejor y más interesante de la película es su carácter metahumorístico. El humor del antihéroe, compuesto de una mezcla entre el absurdo, lo infantil, el sarcasmo agresivo y el chascarrillo sexual, alcanza novedosas y divertidísimas cotas con las constantes rupturas de la cuarta pared a la que nos someten los guionistas y el director. Su autoconciencia permite a RYAN REYNOLDS, increíblemente cómodo en el papel, una expiación de sus fracasos más sonados (LINTERNA VERDE, el Deadpool de ORÍGENES: LOBEZNO) y la entrega de una actuación vocal (durante la mayor parte de la película REYNOLDS tiene la cara tapada por una máscara o con un maquillaje que desfigura su belleza) de altísimo nivel.

 

RUX-Y

 

MILLER, REESE y WERNICK han creado una obra tremendamente alocada y profundamente metahumorística. Sí: DEADPOOL se ríe de ella misma, del género al que pertenece, y del estudio que la subvenciona. No se la pierdan. Aquí hay uno que, con el estreno aún caliente como el cañón de una pistola, desea ver si la secuela es capaz de dar un paso más allá.

 

LO MEJOR:

  • RYAN REYNOLDS, que renuncia a su atractivo durante la mayor parte de la película y consigue la mejor actuación de su carrera.
  • La escena tras los créditos.
  • El cameo de STAN LEE.

 

LO PEOR:

  • No hay mucho que reluzca más allá del encanto y la irreverencia del antihéroe protagonista.

 

 

Pol Llongueras

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