CRÍTICA DE STEINS;GATE 0 13
Steins;Gate 0 ha sido, desde sus primeros compases, una obra difícil de afrontar. Las ideas son claras, no hablamos de un spinoff. Pero de cierta forma, tampoco hablamos de una secuela. Steins;Gate 0 se encuentra en un punto intermedio.
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Pero incluso así es difícil seguir sus pasos, porque parece llevar un rumbo impreciso. Lo fácil sería pensar que su guión sirve para que Okabe recupere la fe en si mismo y acabe rescatando a Kurisu. Y si bien, hasta su octavo capítulo había funcionado de ese modo, pero desde entonces la obra ha estado vagando sin tener claro a donde quiere dirigirse ni como piensa hacerlo.
Mamá
Al hablar del cierre de su anterior episodio decía que Kagari y Mayuri —y, evidentemente, la relación entre ambas— podría convertirse en la llave que abriese la puerta a la verdadera trama de Steins;Gate 0. Algo que no se siente del todo inconexo al ver como la obra abre de nuevo con ellas, recordando que son madre e hija. El hecho de que dos capítulos consecutivos lleven el mismo broche de obertura no es casual. Mucho menos cuando hablamos de Steins;Gate.
Así, este nuevo arco se enfoca en ellas, en Kagari especialmente. Algo que, pese a ser un gran enfoque, casi duele, porque el arco de Amadeus ha tenido tan poca presencia e importancia que su propia historia comienza a diluirse entre sus frentes abiertos y no solo pierde fuelle sino que también se vuelve cada vez más amorfa.
Ya no solo tenemos a las posibles organizaciones secretas del lado de Norte América y Rusia, a Okabe destrozado, una serie de científicos con intenciones cuestionables y la dicotomía entre Kagari y Suzuha sino que ahora, además, sumamos temas tan espinosos como el lavado de cerebro. Y es que, de nuevo, parece que Steins;Gate 0 no sepa a donde quiere dirigirse.
Ecos del pasado
Si bien la escena se lleva con cierta delicadeza y se insta en los detalles. La pelea entre Suzuha y Kagari se siente viva, la reconciliación denota cierto cariño —más aún cuando se ve interrumpida por el drama— pero siguen siendo pequeños detalles que no suman más que a la confusión del espectador.
Ciertos detalles que, en varias ocasiones, se sienten mal llevados. Porque la introducción de Moeka es un factor débil, se recurre a ella solo en los momentos necesarios y se convierte en un personaje tan secundario que nadie recuerda porque se encuentra ahí. Y la aparición de la furgoneta con el recordatorio de Mozart es tan repetitiva que no hay espacio para la sorpresa.
Se siente. Pero parte de su fuerza se pierde en el camino. Porque no hay sorpresa, porque resulta incoherente que Kagari se encuentre sola en la calle. Y aunque los ecos del pasado —el cambio de personalidad de la chica, el hecho de que sus recuerdos estén alterados y especialmente la charla de carácter moral que mantienen Suzuha y Daru— tienen su peso sobre la evolución de la obra, parecen desaprovechados.
Ocurre lo mismo que con los capítulos anteriores. Y toca volver a remitirse a su octavo capítulo porque desde entonces la obra ha dado vueltas sin llegar a ningún punto. No solo no consiguió hacer evolucionar la relación junto a Hiyajo, sino que la apartó del plantel junto a Leskinen y a la profesora — justo tras mostrarnos un interesante cliffhanger relacionado con ella. Las ideas están ahí y es Steins;Gate, pero a no ser que el juego esta vez sea más retorcido de lo que esperamos, parece que su guión ha perdido el norte.
Amadeus
Sin embargo, y aunque se pierda ese factor sorpresa, si que hay puntos interesantes. Porque la investigación de Okabe y Moeka nos quiere hacer sentir que la trama evoluciona de alguna forma. Y el pequeño espacio que dedican a Kagari tiene una gran importancia.
Porque los recuerdos que se formulan al escuchar a Mozart —que pese a ser un juego demasiado simple, es un claro guiño a Amadeus que despierta cierto interés argumental— tienen un gran peso. Especialmente por lo que nos permiten ver. Porque ahí está Leskinen. Un Leskinen envejecido, azotado por los años, pero que tiene cierto control sobre Kagari, quien parece ser parte del proyecto Amadeus.
Es una gran forma de encajar las piezas, una demostración de que las sombras que se mueven por detrás del telón aún tienen que hacer aparición. Y no, Leskinen no aparecía en la novela visual original, pero (y aunque un servidor no ha leído más que la original se fía de vuestros comentarios) el espacio a tratar es diferente y se necesita cierto ritmo, además de ser un punto que favorece la evolución de la trama y la marca a fuego, nos asegura que aún queda mucho por ver.
«Puedo oírla… ¿Es la voz… de Dios?»
Además White Fox aprovecha el momento para arrebatar a Kagari de su cordura y hacer algo que siempre brilla en manos de Steins;Gate: llevar a sus personajes al límite. Hacerlos añicos cuando parece que todo va a salir bien. Y por eso mismo The Last Game suena tan imponente a falta de sus escenas de cierre, porque representa la entrada del nuevo arco y la desesperación de sus personajes.
Jaque
Pero incluso así el capítulo decide que aún puede mostrarnos más y nos devuelve a la escena que protagonizaban Moeka y Okabe, en un edificio abandonado que, como la misma chica revela, ni siquiera debería existir.
Pero incluso dentro de este, el lugar que buscan se encuentra oculto en un pasillo secreto. Y allí está. La habitación, la laguna. Los diez años que faltan en la ecuación.
Es es una escena totalmente visual, con un fabuloso juego de cámaras que favorecen la locura de la que se encuentra impregnada la imagen. Los cientos de «Mamá» escritos en suelo y paredes, la estancia destrozada —inhumana— y el dibujo de Mayuri. Ahí es donde Kagari había estado tanto tiempo.
¿Pero quien es Kagari? ¿Que relación tiene realmente con Mayuri? ¿Que hizo Leskinen con ella, tiene alguna relación con el presente? Y aún más importante, ¿es ella Kurisu? Es la primera vez que, pese a todo, Steins;Gate 0 nos deja con tantas preguntas tras su larga pausa. Y eso no puede ser más que la inequívoca señal de que estamos apunto de sumergirnos en su historia.
Óscar Martínez
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