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crítica de Senryuu Shoujo
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SENRYUU SHOUJO: LA POESÍA DE LA TERNURA

La expresión tiene muchas formas. Cientos de ellas. No importa si lo referimos al habla o a la escritura. Si se desarrolla en papel o muere con nuestros pensamientos. Un ente tan libre y subjetivo como el conjunto de personas que lo forman. Inamovible e incansable.

No es un secreto el hecho de que la expresión sea una parte importante dentro del medio. Made in Abyss no sería lo que es si no expresase ese miedo y valor ante lo desconocido. Y me considero un férreo seguir de The Ancient Magus Bride precisamente porque expresa ese temblor a la hora de, irónicamente, expresarse. Por ese mismo motivo ocupa Senryuu Shoujo estas líneas. Porque es una obra sobre la expresión. Pero no tanto sobre lo que dice como sobre lo que vive y muere en su silencio.

La calidez del día a día

Hablar de Senryuu Shoujo es algo difícil. Lo han sido otras obras, normalmente por su complejidad. Pero el trabajo de Masakuni Igarashi es mucho más abstracto. Y son, quizás, su ternura y simplicidad las que endurecen una obra como esta. No es solo que su trabajo original sea una maestría del 4-Koma —un género basado en el desarrollo de historias a través de cuatro viñetas—, sino que incluso en esas su profundidad es tan escasa como su narrativa. Si lo llevamos al minimalismo extremo podría decirse, para ajenos y ajenas al género, que analizamos la adaptación de una tira cómica periódica.

Bien, Senryuu Shoujo es más que eso. No más extenso en cantidad, quizás, pero si en corazón. Es una obra cálida, tierna. La viva imagen del Slice of life. Y es que, insisto, es en esa absoluta simplicidad donde reside el alma de la obra de Igarashi. En dejarse llevar por esas líneas, arropado y mecido ante su calma.

Pero más allá de eso, y volviendo al inicio de esta batiburrillo de pensamientos y emociones, la particularidad de la obra no es el género al que atiende, sino el cómo lo hace. Apuntando a espacios ajenos, a la normalidad propia e interior de cada persona, absolutamente separada del resto. Y lo hace así con una protagonista tan característica como Nanako, que rechaza el uso de su propia voz en favor del Senryu — una poesía de formato corto japonesa con un uso más coloquial que el haiku.

A compases de silencio

No es que todos sus personajes utilicen el Senryu como esquema, sino que lo aplica solo en las líneas de Nanako para lograr interferir en su mundo de una forma especial. Porque lejos de lo que podría ocurrir en cualquier implicación real en este sentido, la chica resulta ser más que sociable, querida por unas y otros. Una particularidad importante que obvia el punto más característico de la obra y lo normaliza para que sea, simplemente, parte de su tierno e inocente humor.

Con todo, también lo utiliza para conectar con el resto de su plantel. Especialmente con Eiji, un chico de aspecto agresivo que utiliza el formato poético japonés para abstraerse de las miradas indiscretas de quien lo tildan de lo que no es. Un juego absurdamente simple que, sin embargo, logra conectar con sus personajes mostrando un doble fondo sobre el que estructura su planteamiento moral y del que surgen pequeñas narraciones que dan forma a su mundo en cada nueva entrega.

Senryuu Shoujo consigue dibujarse en una composición de 5-7-5 con una gran originalidad y ternura. Una obra para reponer fuerzas que basa toda su atención en la simplicidad de los detalles que la componen. En seguir a Nanako en su día a día. En vivir su evolución. Solo pide una cosa, dejarse llevar y disfrutar de la poesía de la ternura.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.