CRÍTICA DE DARLING IN THE FRANXX 16
El cuento del príncipe y la bestia, la última metáfora distintiva de Darling in the FRANXX, ha marcado a la obra por completo. Pese al giro argumental que nos brindaba su décimo cuarto episodio, el cierre del último capítulo consiguió acabar con todas las teorías y temores.
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Si bien, la obra decidió darse un merecido descanso la semana pasada, vuelve de nuevo con fuerzas renovadas. Habiendo pasado la tormenta, es hora de pararse a reflexionar y entender todo lo que ha pasado hasta ahora. Pero es sabido que la calma solo precede a la tormenta. ¿Que es lo que está por llegar?
El principio del fin
Darling in the FRANXX está llegando a su fin. No solo nos lo dice su numeración. También sus títulos. Su argumento. APE vuelve a encabezar el episodio demostrando su vano aprecio por las vidas humanas. La conquista de Grand Crevasse ha segado las vidas del 40% de los pilotos. ¿Importa? Para nada, el fin justifica los medios.
Con todo, los detalles son patentes. Hringhorni —que sí parece recordar a los navíos nórdicos mitológicos— está en su recta final y dos de los mandatarios de APE no ocupan sus tronos. Al parecer han marchado como mensajeros. Sea lo que sea, hay algo que espera y que está apunto de ser desatado. Junto a estas referencias, que no dejan de evocar al Manuscrito del Mar Muerto de Evangelion, se menciona a una «Princesa Klaxosaurio». APE es consciente de todas las verdades que el mundo aún desconoce.
Pensar en Zero Two sería, en esencia, la opción más simple. Pero el propio capítulo parece negarlo en primera instancia, como si se tratase de un aviso previo. Y es que a la chica se le menciona como a la «Princesa bestia». Una nueva metáfora que, desviando el objetivo, rompe con su título anterior y la eleva al de humana. Es una aceptación en si misma. Algo irrevocable.
La necesidad de la pausa
Si el mensaje que entrega APE no es suficientemente desolador, lo que le prosigue juega con unos tonos más oscuros todavía. Plantation 13 ha quedado destrozada, pero sus pilotos aún viven en ella. Abandonados. Desolados.
Sin embargo, Trigger y A-1 Pictures, así como su propio guión, deciden jugar con ello. Si menciono a los estudios, además de su narrativa, es porque es un juego a dos bandas. Nos topamos ante una paleta de colores intensa, que resalta las luces, reduce las sombras y utiliza recursos para realzar el hecho de que «todo está bien. Y tenemos esa obertura con Zero Two sonriendo. Una sonrisa sincera, la que se espera de un humano.
Como era de esperar, el desarrollo del episodio es pausado. Los tempos que marcó Darling in the FRANXX 15 se enfrían de forma notable. Casi se podría decir que se pausan, como si dicha pausa fuese un espacio necesario. No solo para que el espectador pueda asimilar los hechos anteriores, sino más bien para que sean sus propios actores y actrices quien lo hagan.
Alcanzando luz propia
Pese a todo, y como es común ya en la obra de Atsushi Nishigori, nada pasa porque sí. Todo tiene una razón. Los motivos de estos sucesos son claros. Primero, el guión busca introducir a Zero Two en la vida cotidiana del escuadrón 13 de forma orgánica. Segundo, se convierte en una evolución lógica y necesaria para el bien de los personajes.
El hecho de verles actuando por si solos —al parecer como una suerte de prueba impuesta por el Dr. FRANXX— les hace crecer. Maduran. Pasan de imponerse sus propias reglas y vivir de forma ordenada a superarse. A sobrevivir. El caótico escuadrón 13 se convierte, motu propio, en una organización autosuficiente. No solo en términos de supervivencia, también en sus propias creencias.
Es importante remarcar que el capítulo demuestra que ha pasado tiempo. No han llegado hasta ese punto de forma directa, es la conclusión de hechos —fuera de plano— que les han hecho evolucionar. Incluso el corte de pelo de Mitsuru o el hecho de que Futoshi deje de comer sirven como contraste. Una afirmación del cambio.
Color sakura
Pero la teoría del cambio no solo se aplica sobre las diferencias estéticas o de comportamiento. Y es en este punto donde Zero Two florece, casi como un símil al Hanami japonés. Es algo literal, que se puede apreciar tanto en la escena, donde Hiro le muestra los cerezos a punto de florecer, como en su conversación, cuando afirma que las sus flores son del color de su pelo.
No solo compara el pelo de la chica, habla —en clave simbólica, como siempre— de como la misma está floreciendo. De como ha superado su infierno personal y ha trascendido a la humanidad de una forma verdadera. Sincera.
A eso se suma el cambio de estación. El florecimiento de los cerezos marca el inicio de la primavera — esperanza. Así como el invierno marcaba el drama o la tormenta la batalla que estaba por venir, la llegada de esta nueva estación supone una evolución conjunta. No solo de la chica, sino de todo el equipo. Un sentimiento esperanzador que no tardará en romperse.
Noche [Destino incierto]
Si la luz del sol, la misma que alimenta a los cerezos en flor, marca la esperanza, la noche se convierte en su contrapeso. Una noche muy lejana a la mostrada en Moratoria de estrellas fugaces. Y es que en este caso es la noche quien revela los miedos de los pilotos.
Es en la misma cuando se sinceran y miran al cielo sabiendo que su destino incierto es, al mismo tiempo, una sentencia de muerte constante. La certeza incierta de que podrían morir en cualquier momento. Con todo, es la misma noche quien los une de nuevo. Demostrando que pueden superar cualquier adversidad si trabajan en equipo. El momento en que creen que «en la vida hay mas cosas que pilotar FRANXX» demuestran que han superado la prueba más dura de todas. Se han superado a si mismos.
Pero la noche esconde secretos oscuros. Tan oscuros como peligrosos. Un grito desgarra la noche con fiereza. Las notas de piano brotan tensas, agitadas, seguidas de un rápido ritmo de batería y antes de que la composición tome forma la vemos. Un klaxosaurio gigante montado por una chica. Y entonces todo cobra sentido.
«Princesa Klaxosaurio.»
Kiss of Death
La crítica del capítulo quince tuvo una sección extra dedicada a los pequeños detalles que se escapaban a los frenéticos tempos del episodio. Sin necesidad de convertirlo en una constante, esta vez es necesario volver a incluir un bonus para poder hablar de algo importante. De Kiss of Death.
Que los productores de la obra hayan decidido mantener el tema de Mika Nakashima y Hyde no es por falta de presupuesto, sino porque se ha convertido en toda una señal distintiva del título. Y lo es aún más cuando deciden alterar sus imágenes para darle un nuevo significado.
Porque si el opening original de la obra ya era toda una declaración de intenciones, esta nueva versión realiza un repaso a todo lo que la obra ha sido, es y, posiblemente, será. La caída de Zero Two, pasando por los Nines y luego por Hachi y Nana —quien la acogen— para luego acabar en las manos del Klaxosaurio gigante, como un recordatorio de sus orígenes, y recordar que es una Jian es solo la punta del iceberg.
Y es que en los siguientes segundos, cuando muestra a todas las parejas, lo hace de forma desordenada. Cruzando ya a Mitsuru con Kokoro. Pero lo más importante en este punto es que ya no aparecen sus numeraciones, no son armas. Los flashbacks se suceden mientras el equipo avanza unido y esta vez no es una mano la que se levanta, son todas.
Pero va más allá. Porque esta vez Strelizia tampoco vuela sola, la acompaña el resto y ahora Zero Two no le roba un beso a Hiro, sino que es algo recíproco, fruto de un amor sincero. Y, por último, en vez de ser tragado por el mecha, es el propio Hiro quien le espera parada, decisivo. Por no mencionar la elección de los colores, que olvidan el rojo para centrarse en los tonos azulados, más pasivos. Tranquilos. Esperanzadores. ¿Hará referencia al futuro de los pilotos?
Óscar Martínez
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Hola Oscar, excelente review
¡Muchas gracias! ;3