CRÍTICA DE DARLING IN THE FRANXX 09
Darling in the FRANXX nos ha entregado un par de episodios que se desmarcan de su tónica habitual. Por un lado nos encontramos con un pequeño relax por parte de los pilotos en su séptimo capítulo, sin alejarse demasiado de sus incógnitas. La semana pasada enfrentaba a chicos y chicas en un episodio que distaba mucho de ser el clásico cliché. Ahora que hemos podido recuperarnos de su episodio homónimo es hora de volver a ponerse las pilas. Darling in the FRANXX está de vuelta.
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Las relaciones entre los parásitos tuvieron todo el protagonismo de su última entrega. De ella deberían haber salido fortalecidos y preparados para la tormenta que está por llegar. La muerte de sus compañeros —unos que no llegaron a conocer— cargan ahora sobre sus hombros. Solo ellos pueden convertirse en el equipo que defienda Cerasus. ¿Lo conseguirán?
Goro, eterno segundón
Hasta ahora la serie se había enfocado principalmente en Hiro y Zero Two. Sin embargo, como esperaba en críticas anteriores, su guión empieza a extender esa relación al resto de actores y actrices. Así no podía ser otro el caso, es el turno de Goro e Ichigo. Sin ir más lejos el capítulo abre con toda una declaración de intenciones. Algo que no nos coge por sorpresa, pues llevamos viéndolo desde el inicio de la serie. El chico está más que enamorado de ella. Pero, ¿como puedes amar a alguien sin saber lo que es amar?
Es algo que se ha introducido poco a poco en la obra, sustituyendo (casi sobreescribiendo) a la metáfora de Jian. Lo escenifican, de nuevo, Hiro y Zero Two con el regalo que él hace a su compañera. No es solo el hecho de que formen una buena pareja. Es también la evolución de Zero Two, cada día más humana. Goro no es muy diferente de Hiro en este sentido. Siempre ha demostrado ser capaz de hacer cualquier cosa por Ichigo, incluso ser el eterno segundón, el héroe invisible. Es por esto que no sorprende verle demostrar sus sentimientos con Hiro. Algo más que una confesión. Casi una declaración silenciosa de guerra.
Sin embargo, y como ya es costumbre en la obra, la evolución de esa declaración se vuelve a ver interrumpida por la aparición de un klaxosaurio. Uno de clase Gutenberg, nada menos. Con todo, resulta pretencioso decir esto, ya que es el propio enemigo quien quedará revelado a un segundo plano en pos de enaltecer las relaciones personales. Este símil a Evangelion —algo casi imposible de evitar ya al hablar de Darling in the FRANXX— insiste en el arte de Hideaki Anno, en explorar las relaciones a costa del ataque de los Ángeles.
Su vínculo es su arma
Pero esa no es la única aparente referencia a la progenie de Adán. Y es que el klaxosaurio que aparece en este episodio resulta ser una nueva forma. Lo cierto es que conocemos poco acerca de esta especie. Desconocemos sus orígenes o su forma de vivir (más allá de sus hábitos alimentarios) pero lo que es más importante, desconocemos porque cada uno adapta una forma completamente diferente. Y lo mejor, al menos siguiendo la dirección de la obra, es que todo eso vuelve a no importar en absoluto.
La desorganización del Escuadrón 13 vuelve a convertirse en un impedimento en el combate. Pero esta vez tiene efectos reales en él. Y es que Goro queda atrapado, junto a Delphinium dentro del cuerpo de su enemigo. El resto del escuadrón se ve obligado a retirarse, convirtiendo el momento en la primera acción deshumanizadora por parte de los chicos y chicas. Esto se ve fortalecido por la respuesta de Cerasus. El inminente ataque del klaxosaurio comporta una responsabilidad.
Es necesario eliminarlo, con Goro dentro. Es imposible no hacer un pequeño inciso en esta sección para hablar de la dualidad que se presenta entre los pilotos y los «adultos». Y es que al principio del capítulo se ve como los pilotos reciben una serie de regalos de «Papá». La máxima figura autoritaria de Plantation, que parece estar deificada por los chicos. Sin embargo, son sus mismas órdenes —las del centro de mando, como mínimo— las que llevan a sentenciar a Goro. Aunque la obra no se pronuncia de forma explícita sobre ello, es fácil verlo reflejado en las caras de los parásitos. No son más que herramientas.
El triunfo del amor
No obstante, Ichigo consigue imponerse. Se aferra a toda su fuerza para protagonizar una escena heroica, que roza el cliché, pero que resulta tan natural que es imposible restarle su belleza. La base es la misma que utiliza Sword Art Online. Es ese momento en que Asuna promete proteger a un Kirito al borde la muerte. Esa forma de desestabilizar la balanza, de romper con las cadenas de los tópicos de la sociedad, empodera a Ichigo. Empodera a Darling in the FRANXX.
La escena se ve seguida por un conjunto de flashbacks. Goro es Kirito, un «espadachín solitario». Pero también es Shinji, un chico débil, que necesita la ayuda de Asuka para seguir adelante. Y ahí está Ichigo. Tendiendo un mano y ofreciendo una sonrisa. «Tal vez no podamos ganar solos, pero si los dos juntos ¿verdad?». Es una frase simple, cargada de amor, de compañerismo, de naturalidad. Y ahí está de nuevo, una Ichigo más fuerte que nunca, capaz de arriesgar su propia vida para salvarle. Si Hiro y Zero Two son la espada más poderosa del escuadrón, Ichigo y Goro son el muro inquebrantable.
Su cierre se convierte en algo especial. El primero protagonizado por Delphinium y no por Strelizia. Pero, de nuevo, Darling in the FRANXX deja sitio a sus pilotos para demostrar que no es solo una serie mecha. El lazo entre Ichigo y Goro se convierte en el más tierno protagonista. Además, su última escena dibuja a Strelizia a lo lejos, como si declarase que no solo ellos tienen importancia. Y es esa forma de sorprendernos la que hace que cada episodio sea tan impredecible, a la vez que mágico.
Óscar Martínez
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