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CAVERNÍCOLA

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Hubo un tiempo, que quien escribe rozó apenas con la punta de los dedos, en el que los futbolistas se llenaban de barro, se pegaban duro y se recreaban en sus hormonas y en lo que la sociedad les decía que debía ser un defensor del escudo. La (sana) aceptación de nuevos roles masculinos y la mercantilización del jogo bonito nos ha devuelto un deporte que sí, tiene las mismas reglas que aquel que vive en la nostalgia, pero que no evoca los mismos sentimientos. No «pone» tanto. Cavernícola, de Nick Park y los estudios Aardman, ofrece una visión cómica al enfrentamiento mítico entre lo que recordamos y la realidad. Entre aquellos pantalones cortos y apretados a la ingle y las botas de nueva generación que protegen el tobillo. Aquí, la Edad de Piedra y la Edad de Bronce. Aquí, una sátira sobre los duelos generacionales marinando en carcajada tras carcajada. Sí, «pone» tanto.

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Como un Quijote frente lo digital, el estudio Aardman (Wallace y Gromit, La oveja Shaun) sigue animando en stop-motion. La técnica, archiconocida ya, consiste en crear la película fotograma a fotograma variando la posición de los modelos de plastilina. Artesanía y puro empeño se funden en los más de 18 meses de rodaje que han dado lugar a Cavernícola.

La película, como no podía ser de otra manera, es una sucesión de gags y chascarrillos varios empacada de manera magistral por Nick Park. Cualquiera que disfrute con los Monty Python disfrutará con Cavernícola. Porque esa flema británica intenta ganarse al espectador en lo primerísimo que vemos en pantalla: un texto nos sitúa en el tiempo («65 000 millones de años») y en el espacio («cerca de Manchester»). Luego la hora («a media tarde»). Puro humor inglés. El espectador en el bolsillo.

Más allá de las complacencias típicas del estudio, Cavernícola nos cuenta la historia de unos trogloditas que se dan de bruces con la realidad de su tiempo: ha llegado la Edad de Bronce para poner fin a lo viejo. Para dar brillo a lo nuevo. Y lo nuevo está encarnado por un malo malísimo tan ridículo como codicioso al que pone voz un siempre brillante Tom Hiddleston en la versión original y el televisivo Mario Vaquerizo en la versión doblada al español. Las comparaciones siempre son odiosas. Chenoa y Hugo Silva completan el elenco de voces elegidas en nuestro país. Fuera, Eddie RedmayneMaisie Williams.

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Es altamente probable que no estemos hablando del mejor trabajo de Aardman, pero es muy posible que Cavernícola sea su película más alejada del slapstick y los gags infantiloides. La película esconde mil y una referencias para satisfacer las ganas del adulto acompañante. Obviamente, la mercadotecnia querrá que los enanos llenen las salas y se lo pasen en grande, pecado no hay en ello. Pero el que entre en Cavernícola sin las gafas de la superioridad moral que da ganar antigüedad se encontrará con una película que habla precisamente de la rotura de esa brecha generacional en favor de valores universalistas. La metáfora entre lo viejo y lo nuevo sirve, aquí, para encontrar otro motivo por el que pagar una entrada de cine.

La rotura, al fin y al cabo, que supone aceptar que la nostalgia no es más que humo y que lo real es más vívido, pero solo si se quiere. Ese requiebro también se puede aplicar a lo afrancesado del malo malísimo. Sin querer, Cavernícola es también una película sobre el brexit. Sí. Leyeron bien. Crear un concepto (el fútbol, la mancomunidad) y luego querer escapar del mismo (la competición, la Unión Europea). Aunque tampoco merece la pena ahondar mucho más en esa lectura, por el bien de nuestros preceptos democráticos. O no.

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Sin desvariar de más, la nueva película de Nick Park para Aardman es un divertimento sin parangón en una cartelera dominada por la temporada de premios. Humor inteligente y blanco, especie en extinción, que produce una sensación de extrañeza en el espectador. Como de redescubrimiento. Como si, gracias a una simple película de hora y media, pudiéramos escapar de nuestra propia reconstrucción cultural, saltarnos la realidad y disfrutar sin preocuparnos de incomodar, incordiar o, simplemente, preocuparnos. Cavernícola es un ejercicio mental parecido a quemarse para descubrir el fuego. Lo obviado de lo obvio. Reír tranquilo.

LO MEJOR:

  • El humor. No descansa ni cansa.
  • Notar el trabajo que hay detrás de cada plano.
  • La lección de competición sana y de aceptación del paso del tiempo.

LO PEOR:

  • Etiquetada como película infantil, puede alejar a algunos espectadores.
  • Algunas referencias (Early. Man. United.) pueden ser demasiado rebuscadas.

Matías G. Rebolledo

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