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BIBLIOTECA: ABSOLUTAMENTE HEATHER, DE MATTHEW WEINER

Matthew Weiner Mad Men El Palomitrón

Matthew Weiner ha llegado al mundo de la literatura con su primera novela Absolutamente Heather, publicada, aquí en España, por Seix Barral. Una novela que las críticas especializadas han elevado a «explosivo thriller» o «tour de force psicológico», y donde tampoco han faltado las comparaciones con el cine, viendo en la novela parecidos con El cabo del miedo o Revolutionary Road.

El creador de Mad Men no es capaz de librarse de su formación como guionista y de toda su carrera volcada en la elaboración de personajes de una manera profunda y detallada. Esta deformación profesional lleva al autor a extenderse demasiado en la descripción del matrimonio protagonista, y eso, en una novela de tan solo 156 páginas, es un riesgo muy alto. No es hasta pasada la página 100 cuando la acción comienza a apoderarse de la novela y, al llegar al final, sentimos que queremos más historia y menos descripción de personajes.

Absolutamente Heather Portada Matthew Weiner El Palomitrón

«Cabía pensar que un hombre como Mark, que no era rico a los cuarenta, nunca llegaría a serlo, pero trabajaba en un sector de las finanzas donde a esas edades todavía era posible anotarse un buen tanto. Ya estaban prometidos cuando se convocó un ascenso que incluía una prima que lo habría catapultado a la riqueza. Ahora que eran pareja y gozaban de los frutos sociales de salir a cenar con otras parejas y de la alegría de tener compañía asegurada en Fin de Año y San Valentín, se sobrentendía que estaban a las puertas del éxito».

Sin duda, a Weiner le precede la magnificencia de su serie. Los ecos madmenianos hacen que, en un primer momento, las primeras páginas de la novela nos sitúen en la época de la serie. Las descripciones de los personajes, sus trabajos y sus costumbres sociales nos llevan hacia una América de los años 60, quizás en el final de la década. El autor no establece un marco temporal, pues se centra única y exclusivamente en sus personajes, pero el lector se siente descolocado cuando en un momento dado se menciona la presencia de internet y teléfonos móviles. Quizás nos ha traicionado el imaginario que establecemos en nuestra cabeza al relacionar, inevitablemente, a Weiner con su serie de la AMC como un todo indivisible.

La verdadera protagonista de esta historia es Heather, hija del matrimonio aparentemente idílico de Mark y Karen. Heather es guapa, lista y el diamante en bruto de su madre, cuya obsesión enfermiza por ella la lleva a un distanciamiento de su marido. Pero Heather no es solo adorada por su madre, sino también por un trabajador de las obras que se realizan en su edificio, Bobby, cuya vida ha sido una colección de calamidades que Heather ni se imagina. La novela realmente despega cuando Bobby y Heather comienzan a ser los protagonistas de la historia, mientras Mark y Karen se niegan a ser los espectadores en la vida de su apreciada hija.

Esta novela es un dulce que ya hemos saboreado en las películas ya mencionadas, incluso en algunos capítulos de Mad Men, pero es una historia que ya nos suena. No nos cuenta nada nuevo, pero necesitamos seguir leyendo porque, como les ocurre a todos en la novela, todo, absolutamente todo, es Heather. Pero la novela parece ser un boceto, el capítulo piloto de algo mucho más grande, de una novela con muchas más cosas que contar.

Dos tercios de la novela están dedicados a la descripción de personajes y a la situación del contexto y, sin embargo, en su mejor parte, en esas páginas finales que nos mantienen en vilo esperando un giro de guion que nos hiele la sangre, la novela se termina, y con ella nuestras esperanzas en la que podría haber sido una buena historia. Si Matthew Weiner decide seguir con la literatura, es posible que esto sea un buen comienzo, algo breve y que se disfruta, pero también mejorable.

Lorena Rodríguez

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Una tarde, con siete añitos, entré en el salón cuando mi madre veía El Padrino. La escena en cuestión era la del caballo y mi madre me gritó que no mirase, pero miré. Desde aquel entonces no pude dejar de mirar, de observar y soñar. Lo más cerquita que pude quedarme del cine fue haciéndome historiadora del arte. El cine es mi Tardis, un Delorean que me hace la vida real más fácil. Mi primera serie fue Urgencias, siempre fiel, a pesar de lo mal que la trató la tele. No sé decirle que no a una serie.