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Razzia (2017), Nabil Ayouch
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RAZZIA

LOS ANTECEDENTES

El cineasta franco-marroquí Nabil Ayouch venía de rodar Los caballos de Dios, un tenebroso retrato del infierno de la islamización radical en un barrio pobre de Marruecos. Ayouch ya demostró con este soberbio análisis de los entresijos del yihadismo algunos rasgos característicos que se extenderían por Razzia, a saber: los saltos temporales, la presencia de los barrios bajos y zonas pobres del país, la falta de esperanzas laborales del colectivo estudiantil y el machismo y homofobia arraigado en una sociedad que se encuentra a caballo entre la modernidad y el fanatismo religioso de reminiscencias medievales.

El cineasta retrata sin concesiones la complejidad del país africano. Una nación en la que conviven mujeres que sienten la necesidad de liberarse del yugo patriarcal y hombres que se manifiestan en las calles para que se las prohíba ir en bañador en las playas. Un lugar en el que los jóvenes rezan con videoclips pop de fondo y donde los profesores son censurados por instruir a sus alumnos en los principios y valores de la libertad de pensamiento. Donde la voz descarnada de un joven homosexual amante de Queen resuena frente a un teatro vacío mientras las calles arden por culpa de jóvenes que se manifiestan ante la falta de expectativas vitales que ofrece su país. Todo ello al ritmo de los compases de As Times Goes By, mítica pieza musical de Casablanca.

LA PELÍCULA

Razzia tiene una trama compleja. Su prólogo se sitúa a principios de los años 80 en un pequeño pueblo de las cordilleras del Atlas. Un profesor que instruye en bereber a los alumnos es obligado a dar sus lecciones en árabe y a ceñirse a la nueva estrategia de enseñanza promulgada por el Gobierno. La educación es el centro neurálgico del relato de Ayouch. Los problemas que aquejan a la sociedad marroquí contemporánea nacen de un precario sistema educativo que instruye a los jóvenes en valores religiosos antes que en valores civiles y democráticos. No hay espacio para las diferencias dialécticas ni para la libertad de cátedra.

La falta de democracia en las instituciones del país, parece decir Nabil Ayouch, es la consecuencia de las revueltas sociales y la falta de esperanzas laborales del colectivo estudiantil. El cineasta salta entonces de la historia particular del profesor al presente, a los resultados tangibles de ese sistema, donde introduce a un heterogéneo grupo de personajes que viven en 2017, entre ellos uno de sus ex alumnos, ahora reconvertido en camarero.

Los protagonistas son una mujer cansada del machismo sistemático de su marido; un músico homosexual obsesionado con Freddie Mercury al que todo el mundo (incluido su padre) considera un desviado; un francés radicado en Casablanca que analiza desde fuera los cada vez más tensos conflictos socioculturales del país; y una joven de clase alta a la que le hablan de pecado pero cuyo sistema de vida, cada vez más occidentalizado, contrasta de manera abrupta con los valores que se cuecen en su hogar. Este complejo mosaico de historias se cruza en un violento final catártico que se gesta durante casi dos horas de metraje.

ELLOS Y ELLAS

Hay paridad de presencia de hombres y mujeres. Ellas tienen mayor protagonismo porque se enfrentan a las consecuencias de una sociedad machista que las considera indignas por fumar, desmelenarse en las discotecas, mostrar las piernas o ir a la playa en bañador. El peso de su trama adquiere relieve como consecuencia de su sufrimiento.

La opresión que padecen las mujeres y el colectivo LGTBI (representado por el joven apasionado con Queen, ahora de moda gracias a Bohemian Rhapsody) crea una bola de nieve conformada por rabia y dolor. En un final explosivo, todo estalla en una rebelión contra la injusticia. Ayouch representa la necesidad imperiosa de rebelarse contra el sistema represor a través de una pelea entre la clase baja y la élite cultural marroquí. La primera la representan unos músicos que son ninguneados e insultados por los ricos. La segunda, la élite que los contrata para tocar en su fiesta privada. Un desenlace violento, descarnado, en el que se cruzan cuatro de las principales historias de Razzia.

LA SORPRESA

Nabil Ayouch rueda con firmeza una historia en la que se presenta a personajes profundamente heterogéneos. A algunos los introduce al principio de la película; los últimos aparecen tras una hora de metraje. A pesar de las diferencias temporales en las que se desarrollan unos y otros acontecimientos, el director hila con coherencia pasado y presente e historias que aparentemente nada tienen que ver entre sí. Los múltiples personajen tienen un protagonismo coral con igual peso en la trama, lo que recuerda a las historias cruzadas de Alejandro González Iñárritu en Babel o de Paul Haggis en Crash.

Ayouch, al ser residente francés y haberse imbuido del espíritu de dirección cinematográfico europeo, rueda con estilo occidental: combina la distensión narrativa del prólogo, rodado en los hermosos parajes del Atlas, con la rapidez del espíritu urbano de lo contemporáneo.

El uso excesivo de teleobjetivos, sin embargo, le resta relieve a la película, que tiene poca profundidad de campo. Ayouch se centra más en los rostros de los personajes y deja en segundo plano el entorno que los rodea. Algo que no hizo en Los caballos de Dios, donde el pueblo de chabolas que fue caldo de cultivo de terroristas tiene una importancia preponderante, como lo tuvieron las favelas brasileñas en Ciudad de Dios o las estrechas callejuelas de los suburbios hindúes en Lion y Slumdog Millionaire.

Razzia (2017), Nabil Ayouch

LA SECUENCIA / EL MOMENTO

El prólogo de la película, rodado en las cordilleras Atlas de Marruecos, es de una gran belleza estética. Y la profundidad existencial de su protagonista, que recita poesía a la par que lucha contra un sistema educativo nefasto, pone de relieve las verdaderas intenciones de Ayouch: transformar la sociedad a través de la educación y el arte.

Según el director, Razzia (que significa insurrección en francés) habla de «la incapacidad de las personas en el Marruecos actual para expresarse tal como son, para aceptar al otro en su diferencia y convivir con él«, algo que conduce a «frustraciones y odio que luego degeneran en violencia«.

TE GUSTARÁ SI…

… te interesa conocer mejor la complejidad del mundo árabe contemporáneo.

LO MEJOR

  • La heterogeneidad de las historias de los personajes y el retrato sutil y nada excesivo del machismo y la homofobia de la sociedad árabe.
  • El contraste abismal entre las costumbres de fuerte raíces religiosas y la imparable globalización, que importa el estilo de vida de las potencias occidentales.
  • Algunas reflexiones de gran calado existencial: «¿Qué importa el idioma si les arrebatáis la voz?«, se pregunta el profesor cuando le obligan a dar sus lecciones en árabe y no en bereber. «¿Qué importa la fe si les arrebatáis los sueños?«.

LO PEOR

  • El contraste de las historias provoca que el espectador pueda perder el hilo. Se siente algo dispersa.

David G. Maciejewski

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Periodista. Me colé por los recovecos de la Escuela TAI en mis tiernas juventudes. Allí redescubrí lo que sabía desde crío: quería consagrar mi vida al celuloide. Desde entonces he publicado artículos y reportajes sobre cine en distintos medios de comunicación, entre ellos los diarios ABC, 20minutos y la revista QUO. También dirijo mi propio medio de comunicación, Perro Come Perro, un proyecto de investigación docente que nació en el seno de la Universidad Complutense de Madrid, y el programa radiofónico de cine Efecto Phi. Soy miembro de AICE desde 2017.