El Palomitrón

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EL CÍRCULO

Tom Hanks en El círculo - El Palomitrón

Una de las noticias seriéfilas más importantes de la temporada pasada fue la vuelta de Black Mirror con su tercera temporada. La ficción británica triunfa al componer un análisis de nuestra situación social-tecnológica mediante la creación de un mundo distópico más o menos futurista. La paranoia por el cambio de la forma en la que nos relacionamos los seres humanos, y los peligros de los avances tecnológicos en un mundo en el que se está grabando, controlando y analizando todo constantemente es, entonces, un miedo al orden del día. Y en esta misma línea está El círculo, la nueva película de James Ponsoldt, a la que le falta la profundidad dramática ya no de un capítulo de Black Mirror, sino de cualquiera de las últimas películas del director (Aquí y ahoraEl último tour).

Emma Watson en El círculo - El Palomitrón

El círculo es una reflexión filosófica disfrazada de thriller tecnológico que no ahonda lo suficiente en ninguna de sus dos vertientes. Es capaz de levantar preguntas importantes sobre la privacidad y la muerte de esta, solo que lo hace a través de una historia sin sentido. Examinar la flagrante falta de equilibrio entre el crecimiento tecnológico de la sociedad y el declive de la privacidad es importante, pero hacerlo de forma eficiente requiere personajes que actúen como personas reales. Los guionistas, Dave Eggers (que adapta su propia novela) y James Ponsoldt (que también dirige la película), crean unos personajes que no parecen entender o ni siquiera preocuparse por las inquietantes e insostenibles implicaciones del Círculo en sus propias vidas.

Lo que está claro es que no se puede contar con que un buen casting arregle un mal guion, y El círculo es un ejemplo de ello. El arco de Mae (Emma Watson, La Bella y la Bestia), protagonista y núcleo empático de la película, es confuso, con poca o nada motivación coherente, cambiando de escéptica a aterrada por las prácticas del Círculo y de ahí a apasionada por la empresa y sus creadores, convirtiéndose en figura visible de esta en muy pocas escenas. Sus actos contradicen de forma casi constante su propio interés, y la historia la trata a ella y (por extensión) a todos los millennials de forma condescendiente. El reparto se completa con nombres de la talla de Tom Hanks (que, pese a haber perdido el estatus de mayor estrella de Hollywood que atesoraba en los noventa, sigue siendo una opción fiable para interpretar a ese “hombre bonachón” que casi ha patentado) en el papel de un antagonista ambiguo, Patton Oswalt o Bill Paxton, y unos testimoniales Karen Gillan, Ellar Coltrane o John Boyega (mitad de cuya interpretación consiste en reaccionar a los diálogos de los personajes protagonistas desde el fondo de un auditorio).

John Boyega en El círculo - El Palomitrón

Sin embargo, hay en El círculo alguna reflexión interesante sobre cómo las grandes compañías de tecnología maquillan sus avances hacia el control exhaustivo como victorias de la humanidad a favor de la transparencia, y sus ansias de dinero y capacidad para vender al usuario a terceros como efectos secundarios de una herramienta muy útil (porque cuando algo es gratis, el producto eres tú), y la película merece crédito al menos por poner el foco en estas cuestiones de privacidad y responsabilidad. Cuando abrimos una cuenta en Twitter, y también cuando lo hacemos en cualquiera de los servicios de Google, le permitimos expresamente a la compañía rastrear nuestra dirección IP, tipo de navegador, sistema operativo, página web de referencia, páginas visitadas, ubicación, operador de telefonía móvil, dispositivos, términos de búsqueda e información de las cookies. Quizás no estamos tan lejos de la sociedad que se plantea en la película…

LO MEJOR:

  • Es entretenida.
  • Planteará un debate sobre los límites de la privacidad al espectador.
  • La fotografía cuidada, rozando la perfección de Matthew Libatique

LO PEOR:

  • … que por desgracia peca de ser demasiado aséptica.
  • El guion.
  • Las actuaciones no pueden arreglar unos personajes pobremente escritos.

Pol Llongueras

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