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THE FLORIDA PROJECT

Es ampliamente consensuado que Disney World es el lugar más feliz del mundo, diseñado al milímetro para inculcar en el visitante un estado de bienestar inducido. Pero a no demasiada distancia del castillo que regentan Mickey y Minnie, prácticamente a la vuelta de la esquina, los algodones de azúcar se tiñen de mugre y los relucientes palacios dan paso a miserables moteles donde los sueños rotos y la supervivencia están a la orden del día. Son lugares donde la violencia y la prostitución conviven en perfecta armonía. Como el reverso oscuro de Disney, como un Goofy con una jeringuilla colgando del brazo. E incluso en esos vertederos humanos, ciudades sin ley, en ocasiones surgen milagros. Como Moonee, una princesa de seis años que escupe, insulta, se pavonea y delinque. Ella es el alma de The Florida Project y la culpable de que el espectador salga del cine irremediablemente cautivado por ese ángel profundamente conmovedor y descarado.

Sean Baker venía de dirigir hacía dos años Tangerine, que bien podría definirse como la película navideña más provocadora y outsider jamás rodada. Este villancico ambientado en el mundo de la prostitución transgénero le valió numerosos reconocimientos, entre ellos el Indepentent Spirit Award y el Premio Gotham, y el casi unánime aplauso de la crítica. Con este antecedente, al director de Nueva Jersey se le había presentado una oportunidad envenenada: su siguiente obra iba a ser, a buen seguro, más vista, mejor distribuida y más publicitada, pero también, probablemente, víctima de un escrutinio más feroz por parte de quienes sospechaban que Tangerine fue un experimento que salió bien por pura casualidad. A todos ellos ha debido caérseles la mandíbula al suelo y el alma a los pies al comprobar que Baker no solo ha conseguido igualar el triunfo artístico de su anterior película, sino que, con The Florida Project, ha firmado uno de los dramas más alegres, conmovedores, brutales e impecables del año.

Willem Dafoe está francamente encantador como el gerente del motel donde Moonee y su madre sobreviven a duras penas, un papel por el que el actor suena como potencial candidato al Oscar. Y sin embargo, quien se roba la película de principio a fin, la reina del motel, la antiprincesa Disney, la niña más entrañablemente chunga que hayamos visto, es Brooklynn Prince, la actriz que da vida a Moonee con una soltura endiablada. Ella es la estrella de la función, la responsable directa de que The Florida Project sea al mismo tiempo una obra divertidísima y un relato de una tristeza demoledora. Si Quvenzhané Wallis consiguió una nominación al Oscar por Bestias del sur salvaje, la inolvidable actuación de Brooklynn Prince debería correr al menos la misma suerte.

Sean Baker se erige como el más destacable retratista de la América profunda con su estilo colorido y eléctrico, directo y magnético. La suya es una película honesta y mágica de la que es imposible apartar la vista. The Florida Project no es el lugar más feliz del mundo. Es, de hecho, uno podrido hasta la médula. Pero el viaje resulta tan fascinante y su protagonista tan maravillosamente única que solo nos queda aplaudir y confiar en que Baker no tarde mucho en volver a mostrarnos todo lo feo de manera tan bonita.

LO MEJOR:

  • Brooklynn Prince es una fuerza de la naturaleza que con su talento innato alumbra la pantalla.
  • Sean Baker es fiel a su estilo directo y colorido para crear un óleo de la miseria en América.
  • Willem Dafoe siempre está bien, pero aquí lo está aún más.

LO PEOR:

  • Que este tipo de películas sean una rareza.

Alex Merino

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