LA SIMBOLOGÍA DEL OP Y ED EN ‘THE PROMISED NEVERLAND’
*Atención, este artículo contiene spoilers de The Promised Neverland.
Tras meses y meses de espera, teasers e imágenes promocionales de diversa índole, el pasado nueve de enero tuvo lugar el preestreno de la aclamada The Promised Neverland. Adaptación animada del manga homónimo fruto del trabajo conjunto de Kaiu Shirai y Posuka Demizu. Dos artistas que se han granjeado, gracias a una fenomenal conjunción de apartado artístico y guion, el respeto hasta de los más escépticos de la afamada Weekly Shōnen Jump. La expectación era tan alta que cualquier resultado por debajo del notable podría considerarse una auténtica decepción. Sin embargo, CloverWorks y Mamoru Kanbe amparado en el rol de director, han presentado un episodio piloto con mucha, mucha fuerza. Un ejercicio máximo de fidelidad y respeto hacia el material original. Una producción que, de continuar bajo esta línea, puede lograr situarse con suma facilidad entre los mejores estrenos de un 2019 rebosante de series de calidad. Pero, aunque hablaremos de los primeros compases de The Promised Neverland próximamente, este texto busca detenerse en su correspondiente opening y ending. Porque CloverWorks deleita al espectador con unos temas de apertura y cierre plagados de detalles, de cierta simbología llevada a cabo con sumo cuidado y sutileza que podrán percibir los conocedores del material original.
Sigue con nosotros, tomo a tomo, la obra de Kaiu Shirai y Posuka Demizu
Cuando aparece por primera vez el título de la serie en plano, éste mismo desaparece instantes después fundiéndose bajo un efecto que simula su calcinación, así como sus cenizas siendo transportadas por el viento. Acto seguido resuena con fuerza «Fire» y se muestra una mecha prendiéndose. Fuego y celeridad. La importancia del fuego en el desarrollo de la obra es crucial. Puede ser síntoma de exterminio, de muerte. Pero también de liberación, de esperanza. Porque, al fin y al cabo, el incendio provocado en las instalaciones del orfanato es el detonante para el escape de los huérfanos de Grace Field House, una herramienta de “salvación”. Claro que hay sacrificios, pero se ilustra como un elemento casi purificador. Durante la sucesión de escenas en el OP, se muestra un hilo rojo que conecta y entrelaza al trío protagonista. El hilo termina prendiéndose como colofón, como si se tratara del mismísimo hilo del destino. Una perfecta metáfora de lo que les une, de ese plan conjunto firmado cual pacto de sangre.
Podría decirse que el fuego es el elemento conductor del tema de introducción de la obra. Tras la pronunciación de su mismo nombre, la transición deja espacio para que el trío protagonista acapare protagonismo. Para que podamos entrever ciertos matices de la personalidad de Emma, Norman y Ray. Dispuestos sobre un fondo conformado por las piezas de un puzle, incluso la paleta de colores empleada en cada figura dice algo. Emma es pura energía y bondad, la “hermana mayor” que cuida de todo el orfanato. El cromatismo frío sobre Norman potencia su característica templanza y serenidad. Además, múltiples detalles se fusionan con el mural de su fondo; un maltrecho croquis sobre la distribución interior del hospicio, información sobre el código morse o los sellos de W. Minerva. Detalles que cobran relevancia a medida que se desarrolla la trama. El último miembro del trío, Ray, está situado sobre un conjunto de engranajes que pueden simbolizar el papel que ejerce sobre el resto. La piedra angular que, en cierto modo, hace funcionar todo hasta cierto momento. Su hábito a la lectura está enfocado al fin de descubrir qué mundo les espera fuera de su aparentemente idílica vida, y el montaje ayuda a entrever que es un personaje que oculta algo. De ahí su condición de espía y ayudante de Isabella durante seis largos años.
El foco sobre el código numérico que portan los personajes en sus cuellos y la disposición de los mismos sobre fondos más propios de centros penitenciarios incide en el mensaje o idea de que, a fin de cuentas, son meros esclavos. Pequeños y pequeñas en un estado de cautiverio aderezado por la calidez de la familia, el amor y los cuidados. Se trata de azucarar el silencioso trayecto hacia un funesto fin. Otra de las secuencias del opening que juega con el mensaje de lo oculto en la aparente inocencia de los actos es la de los protagonistas corriendo por los alrededores del orfanato. La sencillez de juegos para niños como el pilla-pilla se transforma en un entrenamiento real. En un ejercicio de adiestramiento para, llegado el momento, escapar del lugar y sobrevivir al acecho de un mundo inhóspito.
La producción animada ha buscado zambullirse en un juego de metáforas para tratar temas tales como la vida, la muerte o la libertad. La presencia en pantalla de ciertas flores de color blanco puede resultar un hecho poco trascendente para los más nuevos pero, en realidad, tienen mucho que ver con la muerte en The Promised Neverland. Cuando el castillo de naipes se desploma por su propio peso, cuando la verdad —parte de ella, más bien— es revelada, se conoce el valor de dichas flores. Un símbolo asociado a los demonios empleado para absorber la sangre de sus víctimas. La pureza del blanco se torna en escarlata, florece y deja tras de sí un reguero de muerte. La libertad, en cambio, se representa a través de una mariposa. Optando de nuevo por el color blanco del insecto, cortan sus alas reflejando así la analogía que hace la serie con los huérfanos. Pero, de nuevo, los momentos escogidos para esto son clave. Cuando Isabella cierra de golpe su reloj de mano —que en realidad resulta ser un rastreador— las alas del insecto se hacen añicos. Los niños se ven desprovistos de la ansiada libertad. Sin embargo, al final del propio opening Emma, Norman y Ray derrumban las incógnitas y los enigmas tangibles en forma de piezas de un gran rompecabezas. Terminan representando lo que vemos en pantalla. Una mariposa intacta alzando el vuelo y dirigiéndose a una candente luz. La señal de que puede haber una pequeña esperanza.
Los temas de apertura y cierre de The Promised Neverland difieren bastante entre sí tanto en tono como contenido. Casi podríamos decir que son dos relatos distintos. El opening está centrado en la historia de Emma, mientras que el ending muestra ecos del pasado, unos que recaen en el personaje de Isabella. Mediante un recurso que intenta emular una tira fotográfica, se muestra al espectador una sucesión de imágenes que juegan con la línea temporal alternando entre pasado y presente. De ahí que los lectores del manga detecten el personaje de Leslie y a una joven Isabella enfrentarse a los caprichos del destino. Como colofón, Cö shu Nie acompasa un bello plano final repleto de contrastes en el que Emma se interpone entre la ansiada libertad y las consecuencias de su búsqueda.
Edu Allepuz
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