BIBLIOTECA: SIGUE LAS NUBES AL NORNOROESTE
El ser humano es un animal que parece encontrar confort en los extremos, que tiende a difuminar matices en innumerables ocasiones. Somos seres dicotómicos, viviendo la vida continuamente entre el blanco y el negro, sin poder observar con claridad la amplia gama cromática que baña nuestros escenarios. Existe una marcada línea que establece un punto de diferenciación entre dos conceptos: aquello que tiene vida y aquello que carece de ella. Es algo que parte de una increíble simpleza, pero que luego entran en juego factores asociados a la escala de valores individual. Porque no todos valoramos de manera equivalente los distintos organismos de vida, como tampoco lo hacemos de las cosas. De lo inanimado, de lo que no siente. Y precisamente de esas cosas, de esos elementos que carecen de vida, Aki Irie pretende hablar en su actual obra. Ni mucho menos como pivote central de la ficción, pero sí como aderezo, como un elemento narrativo capaz de impregnar su narrativa con un toque de realismo mágico. Y por qué no, hablar de la soledad, de la carencia de vínculos humanos y de los medios para paliar su efecto destructivo.
Porque que el protagonista de Sigue las nubes al nornoroeste (Hokuhokusei ni Kumo to Ike) pueda dialogar con un destartalado jeep es llamativo per se, pero detrás de lo mágico del concepto subyace el tema de la soledad. Del cómo buscamos refugio en herramientas, en cosas que mitiguen los estragos del aislamiento. Por esta misma razón el personaje de Kei —el protagonista— lleva a mi subconsciente a recrear escenas de una buena parte de mi infancia. Una escenografía poblada de momentos donde no había lugar para diálogos, pero sí para infinidad de monólogos y un paraíso donde la imaginación volaba, pues era lo único que no entendía de barrotes. Sin embargo, no es momento ni lugar para hablar de mis vivencias. Lo es para hablar del nuevo trabajo de la autora de Ran y el mundo gris; serializado desde 2016 en la revista Harta (Kadokawa) y nominado a los premios Manga Taisho 2019. Un trabajo que invita a viajar al recóndito y gélido páramo islandés para seguir las aventuras y desventuras de un joven detective de origen japonés que intentará por todos los medios impedir la extinción de los pocos lazos reales que le quedan.
«Mierda… mira que volcar aquí. Un poco más y lo alcanzo»
«¡Eh! ¿Puedes moverte? No te habrás averiado por un revolcón como este, ¿no?»
Así comienza el diálogo entre Kei y un jeep varado fuera del asfalto de la calzada. Cualquiera que estuviera mínimamente cerca de la escena pensaría que es una auténtica chaladura; que no es más que un joven chiflado pasado de vuelta que espera encontrar algo de confidencia en una destartalada máquina. Sin embargo, ahí está Aki Irie para demostrar que cualquier cosa, por extravagante que sea, es posible. El objetivo que perseguía ya se encuentra lejos, a horas de distancia; inmensas nubes se aproximan bajo la afilada amenaza de liberar toda su furia mientras el viento sopla cada vez más fuerte. La fría y larga noche se acerca, los «fantasmas» observan y hay que improvisar. No parece ser la primera vez, y tampoco será la última. ¿Qué clase de detective sería si no fuera capaz de improvisar cuando algo se tuerce? Aunque, como veremos, Kei tampoco es la clase de detective que se podría esperar; lo hace para ganar el dinero suficiente con el que poder subsistir y porque es incapaz de estar sin hacer nada.
Tras la muerte de sus padres, Kei se trasladó a Islandia acogido por su abuelo, mientras que su hermano pequeño Michitaka se quedó en Japón bajo la tutela de sus tíos. Aparentemente arrogante y frío como las tierras que habita, el joven de origen nipón tiene en el fondo un corazón extremadamente cálido. Así lo explicita su abuelo, no sin antes haberlo visto de primera mano durante el desarrollo de los primeros casos. Unos que se alejan de cualquier foco con tintes noir —algo que, por otro lado, casa perfectamente con el contexto, siendo Islandia uno de los países con menor índice de criminalidad— y que tratan de exponer a su protagonista en escenarios y tramas que versan sobre recuperar intangibles perdidos, oportunidades e incluso palabras que nunca tuvieron el valor suficiente para emitirse. Reconstrucción y creación de vínculos, de lazos. Como el que él mismo tiene con su hermano menor y que se disfraza de leitmotiv de la obra. Porque la calma propia del país insular pronto cesará tras conocer que tanto sus tíos como su hermano han desaparecido. Llega la hora de seguir las nubes, de avanzar hacia delante como única opción y fiarse del instinto. Siempre hay que fiarse del instinto.
«La verdad es un camino recto entre la niebla. Un camino que en los días soleados recorro libremente y en soledad en mis sueños»
Aki Irie no solo se recrea haciendo acopio de un desmesurado intimismo, sino que se viste de titiritera para jugar con las apariencias. Lo hace con su protagonista, con algún que otro personaje que bailará sobre el escenario de nubes y también con esa trama que se abre con la desaparición del hermano de Kei. Y seguirá haciéndolo en el devenir de los acontecimientos. Porque la autora aprovecha la construcción de su protagonista para ahondar en el mensaje de que todo, absolutamente todo, tiene un exterior y un interior. No hablo solo de aquellos objetos con los que Kei puede tener un vínculo, sino también de las personas: de esa joven observadora que aguarda siempre en silencio, de ese joven que miente mientras desea una nueva vida, de esa mujer que dice estar enamorada de un completo desconocido… ¿Cuánta verdad hay en nuestras palabras y actos? ¿Cuánta oscuridad guardamos en nuestro interior?
El costumbrismo y la calidez que impregnaban el núcleo familiar en Ran y el mundo gris no asoman en Sigue las nubes al nornoroeste, una obra que apuesta por caracteres mucho más individualistas, por caminos independientes. Sin embargo, se atisba un esfuerzo, un compromiso por unificar esos caminos y crear casi de manera improvisada un pequeño núcleo familiar. A lo largo del volumen hay una pequeña evolución, una serie de pequeños cambios que cambian por completo esa imagen inicial de joven casi errante por una mucho más cercana y real. Todo a su debido tiempo, con las pautas bien medidas para que casi todo fluya de manera orgánica y natural. Del mismo modo que lo hace el componente fantástico de la obra, que sin ser tan grandilocuente y propenso a la épica como el de su antecesora, penetra y acompasa a la narrativa con elegancia, apostando por un intimismo y una sutilidad más propias de lo anodino de nuestra realidad. Eficazmente plasmado en los primeros compases de la obra, esenciales para entender más sobre la psique del protagonista.
El hecho de que sea detective tampoco es algo baladí; Aki Irie aprovecha su profesión para explotar su don, o lo que es lo mismo, el realismo mágico que adereza la obra. Todo activo que se dedique a la investigación debe atar cabos con las pistas que reúna, y qué mejor informante que un coche o cualquier aparato electrónico que nos acompaña en nuestro día a día; un discreto observador de todo lo que hacemos o decimos. El hecho de que Kei pueda obtener información de fuentes de las que cualquier otra persona no podría funcionar de manera orgánica en una historia de suspense que aumenta revoluciones a cada capítulo que pasa. Una trama que es un continuo crescendo, alejándose del costumbrismo inicial para sumergirse poco a poco en la intriga, lo enigmático, e impregnándose de un tono más adulto. Como si se tratara de un cielo despejado que poco a poco va cubriéndose de un manto de nubes donde resulta complicado atisbar algo de luz, algo de verdad.
«Yo vuelvo hacia el sur. Soy el viento. El viento que cruza el ecuador hasta el polo sur»
Si la narrativa de Sigue las nubes al nornoroeste funciona tan bien como lo hace es en parte gracias al increíble apartado artístico del que hace gala. Aki Irie asombraba a propios y extraños por un trabajo en lo artístico descomunal en su anterior obra, y como se podría esperar, aquí sigue bajo la misma línea. Recrea con sumo cuidado y nivel de detalle la gran mayoría de escenas; desde las más intimistas hasta las que ostentan una mayor carga dramática. Sus trazos son finos, elegantes, permitiendo crear una variedad de personajes que resaltan por eso mismo: la elegancia de su diseño. Sus gestos, miradas y actuaciones están recreados con suma delicadeza, evocando una sensualidad comedida que explota en el caso de los personajes femeninos. Y es que a pesar de haber algún que otro desnudo explícito algo gratuito, la imagen que transmite es siempre una donde la sensualidad permanece por encima de la ordinariez y lo sórdido. Por otro lado, y no menos importante dado el origen de la obra —la idea surgió de un viaje en carretera por Islandia—, la naturaleza y el papel de los seres que la habitan cobran un papel relevante en la faceta artística. Aki Irie es capaz de trasladar al lector a las lejanas tierras de las que habla, pero también de hacer sentir una majestuosidad que se eleva gracias a esos trazos de fantasía.
Sigue las nubes al nornoroeste es una de las mejores y más llamativas propuestas de lo que llevamos de año. Aki Irie se postula de nuevo como una de las autoras más sugerentes del panorama actual; aunando una historia realista repleta de intriga y un componente fantástico que se acopla a la perfección. Todo en la obra de Irie funciona como un reloj suizo, con un casting de personajes carismático y un protagonista del que poco a poco conocemos más a través de sus pensamientos y sucesos del pasado. Lo nuevo de la reputada artista nipona incide en la carga emocional que cualquiera de nosotros deposita en lo inanimado, así como en la importancia de lo intangible, aquello que no podemos percibir sensorialmente. Sigue las nubes al nornoroeste es una obra de sensaciones y vínculos; una que proclama el acto de seguir avanzando, seguir el rumbo de las nubes.
Cómo es la edición de Sigue las nubes al nornoroeste #1
Hace unos meses Norma Editorial anunció, durante el 37 Salón del Cómic Internacional de Barcelona, la llegada de Sigue las nubes al nornoroeste a nuestro territorio. Un seinen que rezuma un aura de realismo mágico con un tono reflexivo y adulto. Sigue las nubes al nornoroeste #1 está compuesto por un total de 240 páginas en blanco y negro, con la inclusión de 8 de ellas a color. Presenta una edición rústica con sobrecubierta, formato B6 y una dimensión de 13 x 18 cm.
La calidad de los materiales que conforman este tomo es indiscutible, superior al de otras obras similares de la editorial. Especial atención al tipo de material empleado para la sobrecubierta del tomo, mucho más grueso y con relieve al tacto que favorece bastante la edición del volumen. El diseño de la sobrecubierta respeta al máximo al original japonés, respetando la ubicación horizontal del título y optando por una traducción a nuestro idioma; manteniendo, eso sí, las diferentes palabras escritas en finlandés. La portada logra un gran impacto visual tanto por su diseño como por su composición. Respecto al diseño propiamente dicho de la la misma, contamos con un plano entero del protagonista de la ficción en medio del páramo islandés. Una ilustración que gracias al uso de los colores evoca el enorme poder que tiene la naturaleza sobre la vida. Imposible no mencionar la oveja en mitad de la carretera, un confidente guiño hacia un país que tiene aproximadamente el doble de ovejas que de habitantes.
Sigue las nubes al nornoroeste #1 salió a la venta el pasado 23 de agosto de 2019 a un precio de 8,50 €. Este primer tomo consta de un total de 10 capítulos donde Aki Irie no duda en dejar su impronta y particular sello de calidad desde los primeros compases de la historia. En cuanto a errores de impresión o diseño no hemos encontrado ninguno. Tanto el entintado como el sangrado y el conjunto de todas las viñetas gozan de una perfecta armonía. Por último, la obra está perfectamente traducida a nuestro idioma cortesía de Alexia Miravete (DARUMA Serveis Lingüístics, SL).
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