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Reseña de Jagaan destacada - El Palomitrón
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JAGAAN: BODY HORROR CON TINTES DE GENUIDAD

A menudo me pregunto, ¿cómo valoramos la originalidad? Lo cierto es que es una cuestión propensa a debate, pues ofrece múltiples respuestas en tanto múltiples estándares de valoración tenemos como consumidores. En función de nuestro bagaje, evaluamos y apreciamos de una u otra manera, con la certeza, eso sí, de que nuestra opinión no está sujeta a la inamovilidad. Una apreciación que es intrínseca al arte en general. Ante la casi absurda oferta de contenidos que hay en la actualidad no es fácil destacar, y mucho menos ser disruptivo o marcar puntos de inflexión dentro del medio. Pero, ¿puede una obra clónica en apariencia convertirse en una de tintes genuinos? ¿Erramos al pensar que está todo escrito? Diría que sí a ambas cuestiones, porque a menudo se suele pasar por alto la capacidad de autoras y autores de retorcer moderadamente —o no tanto— los tropos, de edificar sobre lo ya construido previamente, de moldear códigos a su antojo y lograr con ello un estilo y una personalidad propios.

Jagaan es un claro ejemplo de ello. Con guion a cargo de Muneyuki Kaneshiro (Blue Lock, Kamisama no Iutoori) y dibujo de Kensuke Nishida (I am a Hero en Nagaki), la obra publicada por Norma Editorial es un cóctel de géneros y temáticas ampliamente conocidos; su sabor es reminiscente al de títulos como Parasyte —al que incluso menciona directamente—, Tokyo Gore Police e incluso Gantz, pero es en la sucesión de tragos cuando, poco a poco, las papilas gustativas comienzan a percibir otros matices. Aquel sabor tan familiar que proporcionaba el primer trago se difumina en la memoria gustativa en pos del nuevo. Porque Jagaan es un producto que, a pesar de tener muy claras sus inspiraciones, tiene la voluntad y la osadía de buscar y encontrar un estilo propio

Reseña de Jagaan Jagasaki - El Palomitrón

Shintarô Jagasaki es un joven agente de policía que lleva una pacífica y anodina vida junto a su novia. Sin ningún tipo de motivación, con la seguridad de que el futuro que le aguarda es, literalmente, un jodido suplicio, y sin un ápice de voluntad por hacer algo al respecto, a Jagasaki lo único que le queda es fantasear con la imagen de verse a sí mismo asesinando a todo aquel que suponga un inconveniente en su vida mientras murmura la canción de Buppanasu, la mascota de la policía de su ciudad. Sin embargo, la inacción que impera su vida cambiará por completo a partir del día en el que unas ranas de origen desconocido caen repentinamente del cielo y comienzan a corromper a los humanos. Jagasaki se verá envuelto en una rocambolesca situación en la que un fracturado —así se denominan los humanos corrompidos por estas ranas— se transforma y masacra a los pasajeros de un vagón de metro. Enfrentando a la muerte cara a cara, las fantasías oscuras del joven agente se harán realidad, pues su brazo se volverá un arma con la capacidad de volatilizar casi cualquier objeto. Pero, como en todo, hay un precio a pagar: la propia humanidad

Doku, un pequeño búho parlante con gafas de aviador salido de la nada, será el agente narrativo que prepare a Jagasaki para afrontar el nuevo status quo; pero, también, el que aporte trazas de información para tratar de explicar el funcionamiento de un fenómeno tan bizarro como desconocido. El origen y la llegada de las «ranas de la locura» es todavía un misterio, pero a nivel conceptual son organismos de vida que se hospedan y crecen en el interior del cuerpo humano. Como si se tratara de un parásito, se alimentan de los sentimientos y emociones más fuertes del ser humano y, cuando éste pierde el control, experimenta una horripilante transformación que le hace presa de sus más bajas pasiones. No hay reversión, no hay cura; lo único que puede frenar la evolución del parásito en casos excepcionales como el de Jagasaki es —seguimos con lo estrafalario— la inhalación en polvo de la excreción que procede a la ingesta de la rana por parte del ave. Efectivamente, poesía visual.   

Reseña de Jagaan Jagasaki 3 - El Palomitrón

Muneyuki Kaneshiro abraza la psicodelia más visceral en un mejunje donde no falta la acción más frenética y el terror más macarra bajo varias pinceladas de absurdo. Jagaan es puro body horror al servicio de un apartado artístico que le sienta de fábula cuando más tiene que brillar: en lo macabro y violento. Por eso, parte de su narrativa se focaliza en la exposición de estos «infectados», humanos carcomidos por unas emociones llevadas a la hipérbole. Madres sobreprotectoras dictatoriales, ejecutivos clasistas de lengua afilada, profesores que lidian con la frustración del silencio, trabajadores alienados y hundidos, o empresarios amorales que no conocen la empatía son algunas de las figuras que dibujan un lienzo que busca airear las miserias de nuestro comportamiento como especie, pero sin rascar mucho más allá de la superficie. La obra no tiene como objetivo radiografiar la psique humana en profundidad, sino más bien recrearse a nivel estético y de tono, apostando por una narrativa distendida y ágil con la que es fácil dejarse llevar. Al menos, así es en su inicio.

Y menciono esto porque Jagaan busca una evolución, desplegar otro tipo de sensaciones además de las que se desprenden del gore y el salvajismo imperantes en sus paneles de acción. Sin rechazarlo en ningún momento, porque es una de sus señas de identidad, intenta abordar una serie de temáticas mientras incluye diversos agentes que marcan el ritmo de la partitura: los semi-fracturados. Jagasaki no es el único con habilidades sobrehumanas y la obra, a través de estas diferentes personalidades, lanza mensajes en torno a la moral, la justicia y qué rol ocupar en un status quo similar al de una ficción superheroica. Así, la nube de nihilismo que poblaba los primeros compases de la obra va disipándose a medida que el propio Jagasaki evoluciona, planteándose qué posición ostentar y por qué o quién luchar. La planitud de su construcción inicial desaparece poco a poco mientras lucha y es presa de una desconfianza que surge a raíz de su yo actual. La narrativa se preocupa por otorgar capas de humanidad a su protagonista, haciendo que sea más fácil empatizar con él; todo ello mientras la narración, como conjunto, adquiere un mayor empaque y personalidad.

Reseña de Jagaan fracturados - El Palomitrón

Es a través de estos personajes donde muestra la depravación sexual y la bajeza humana, los excesos de la convicción y motivación terrenales, o donde lleva a cabo un ejercicio de exploración en torno al concepto clásico del héroe. ¿Acaso puede alguien proteger a los demás de un poder que él mismo posee y del que, quizá, termine viéndose sublevado en algún momento? Jagaan es, en su conjunto, un título excéntrico, uno que en ocasiones ni siquiera parece tomarse en serio la gravedad de lo que muestra; pero, en el pasar de sus páginas se desvela una narrativa polifacética con las facultades necesarias no solo para desarrollarse satisfactoriamente, sino para apropiarse de un estilo y una personalidad propios. Tal vez el punto de partida de Jagaan no tenga como objeto de reflexión el ecologismo o la colonización, pero es en su progreso donde se alza como uno de los títulos más genuinos que pueden encontrarse en la vasta oferta actual.    

Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.