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EL PASTOR (THE SHEPHERD)

Un mes después de su estreno en el Reino Unido, llega a salas españolas el tercer largometraje del salmantino Jonathan Cenzual Burley, y lo hace después de haber sido presentado en numerosos festivales y seleccionado para otros tantos. Muy reconocida por la crítica, que encuentra en ella reminiscencias al espíritu castellano de las obras de Miguel Delibes, El pastor se alzó con el galardón de Mejor película, Mejor director y Mejor actor principal en el Raindance Film Festival. Miguel Martín (Celda 211) repitió como Mejor actor en el Festival Internacional de Bruselas, y finalmente la película también se hizo con la estatuilla en el Festival de Cine Español y Latinoamericano de Ajaccio.

Jonathan Cenzual Burley no solo se pone tras la cámara, sino que también se ocupa del guion, montaje, fotografía y producción de El pastor. Con un equipo técnico que se puede contar con los dedos de una mano y una financiación basada en el crowdfunding, el cineasta ha conseguido levantar un proyecto que en su día planteó como western rural y que, sin embargo, encierra una excelentemente llevada crítica social.

El pastor comienza con una sencilla pero cautivadora secuencia bucólica. Sin necesidad de diálogos, los interminables paisajes de la sierra recortados contra la paleta de colores que tiñe el cielo desde el amanecer hasta el anochecer nos introducen en el día a día de Anselmo (Miguel Martín), el pastor que da título a la película. A sus cincuenta y cinco años siempre ha vivido feliz en su pequeña casa en el campo, sin necesidad de televisión o electricidad y con la sola compañía de su perro Pillo y las ovejas.

A pesar de lo que pudiera parecer, no vive como un ermitaño: baja al bar, a comprar, a la veterinaria, a la biblioteca etc. Vive del modo en que ha elegido vivir y la gente del pueblo lo acepta y respeta, pues no molesta a nadie. Pero un día la avaricia toca a la puerta de sus vecinos, y los representantes de una constructora a la suya. Quieren comprar su terreno y los colindantes para hacer una urbanización y, sin la firma de los cuatro vecinos de la zona, no pueden seguir adelante con la obra. Es entonces cuando los prejuicios de los vecinos empiezan a salir a la luz, ensañándose con inquina contra Anselmo, que evidentemente no está interesado en cambiar su hogar ni por todo el oro del mundo.

En una sociedad tan repleta de adelantos como la de hoy en día, parece impensable que alguien sea capaz de vivir con tan poco y no aspirar a más. El pastor es un retrato real como la vida misma, una moraleja sobre los caminos a los que lleva la codicia. Da vergüenza (y miedo) verse reflejado en parte en esos vecinos, a los que con tal de lograr el interés propio les da igual arrasar con el de al lado. Con el diferente. Porque, ¿quiénes son ellos para presionar a Anselmo a que venda no solo sus tierras, sino su forma de vida? ¿Con qué derecho podemos nosotros juzgar a alguien y decirle cómo debería vivir?

Tristemente, los beneficios económicos no entienden de personas en algunas ocasiones, y esta película es fiel denunciante de ello. El sosiego de la escena inicial va transformándose a lo largo del metraje en una pesadilla que encumbra en sus últimos minutos el más puro cine negro. Especial mención merece la banda sonora de Tim Walters (compositor también en los dos largometrajes previos del director), que casa a la perfección con las poderosas y naturales imágenes y va in crescendo, tornándose poco a poco en acordes que matizan la atmósfera opresiva, la situación cada vez más angustiosa y agobiante en el camino a un desenlace tan imprevisto como turbador.

El pastor es cine del que remueve la conciencia, del que invita a la reflexión y al planteamiento de hasta qué punto puede llegar (y está llegando) el ser humano. Con la misma austeridad de la que hace gala Anselmo, Jonathan Cenzual Burley consigue hacer de una premisa aparentemente sencilla, un ejercicio de narración cinematográfica con mayúsculas. Se agradecen propuestas como esta, que demuestran que no hace falta un gran presupuesto ni un inmenso despliegue de elenco para conseguir que una película transmita su mensaje y sea tan certera como efectiva.

LO MEJOR:

  • Miguel Martín, por la honestidad que imprime a su personaje.
  • La fotografía, que sabe aprovechar los puntos fuertes de la naturaleza.
  • La banda sonora.
  • La secuencia inicial.

LO PEOR:

  • El jarro de agua fría que supone darnos cuenta de que el beneficio económico está muchas veces por encima de las libertades individuales y del respeto por nuestros semejantes.
  • Que al ser una cinta independiente no vaya a tener alcance en un mayor número de salas de cine.

Aitziber Polo

1 COMENTARIO

  1. La película es preciosa tanto en el fondo como en la forma. Capta la atención del espectador de principio a fin. Los paisajes no son de la sierra, sino de una zona de secano llamada La Armuña, sita en Salamanca.
    Deseando ver mas trabajos de J. Cenzual Burley.

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Criminóloga con sueños de directora. Pisé el cine por primera vez a los dos años. Con siete vi cómo un cocodrilo gigante se zampaba una vaca entera de un bocado en Mandíbulas, y empecé a leer a Stephen King (y así me he quedado). Mi película perfecta tendría guión de los Coen, banda sonora de Zimmer + Horner y plotwist made in Shyamalan.