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NUESTRA HERMANA PEQUEÑA

Kore-eda filma la ternura, la dulzura, las emociones, lo comestible, la temperatura. En definitiva, lo más kawaii del día a día, imágenes directas a nuestros sentidos y sensaciones: tendremos ganas de comer fideos con palillos si estamos hambrientos o de echarnos en un futón bajo un cerezo en flor si tenemos calor.

Como en anteriores películas (De tal padre, tal hijo), Kore-eda llena sus cintas con colores pastel, que nos inducen a una calma especial para olvidarnos de nuestras cargas y sentirnos muy cerca de las de los personajes.

Nuestra hermana pequeña, que recibió el Premio del público en la pasada 63.ª edición del Festival de San Sebastián, narra los dramas de una familia no convencional: tres hermanas y una medio hermana, con la que comparten padre, a la que acogen en su hogar cuando este muere; un hogar sostenible y dirigido por la hermana mayor, Sachi (Haruka Ayase), en el que convergen distintas situaciones familiares como el divorcio, la infidelidad, el abandono o la excesiva exigencia.

our_little_sister_2Cuando el padre de Sachi y sus dos hermanas menores muere, deciden acudir al entierro, a pesar de que no le ven desde hace 15 años, cuando él decidió marcharse con otra mujer. Suzu (Suzu Hirose) es la hija de esta unión, y resulta ser una sabia adolescente encerrada en un núcleo familiar tóxico. Sachi, con un carácter protector desbordante y gran rencor hacia el abandono de su madre, decide rescatar a Suzu y comprometerse a cuidar de ella en lo que resta de su adolescencia.

Aquí comienza una película llena de hermosas escenas de la vida cotidiana de una familia tan particular como esta. Cuatro hermanas ríen, cocinan, comen, comparten ropa, secretos, alegrías e historias bajo el techo de una casa idílica, propia de la calidez interior japonesa. La madera cruje con sus pasos, y bajo el suelo guardan licor añejo de los frutos del ciruelo que reina en su jardín. La luz entra por las láminas de papel de las paredes, hechas con sus manos en un delicado proceso artesanal que podría ser un símbolo del cuidado y del amor que se profesan entre ellas. Comen fideos, chanquetes y tempura de verduras. Rezan bajo el monótono sonido del golpe del cuenco. Se pintan las uñas y comparten sus frustraciones personales, sus desamores, sus problemas en el trabajo y en el instituto. Emborrachan por error a su recién llegada hermana pequeña, se asustan y la cuidan en la cama con paños de agua fría. A más de una nos encantaría vivir una experiencia tan femenina y fraternal como esta.

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También discuten, y son estas discusiones las que nos dejan ver los conflictos familiares que siempre surgen en tan hermosas intimidades. De esta forma, podremos ver las diferentes formas de sentir de las cuatro hermanas, sus carencias (que se complementan), sus virtudes (que se potencian), y las razones fundamentales por las que todo esto ocurre. Divorcios, abandono materno, distintas formas de vivir el amor, contradicciones, descubrimientos y muchas más situaciones que siempre terminan uniendo a las cuatro hermanas bajo el mismo manto: el del amor incondicional de una familia, sean cuales sean sus miembros y sus vínculos.

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Es una película inspiradora, que satisface nuestros corazones mientras respiramos aún en la butaca, cuando comienzan los créditos, y nos preguntamos por qué nos ha conmovido tanto. Porque todos queremos y necesitamos a nuestra familia; queremos el amor que nos dan, y también queremos que reciban el nuestro.

LO MEJOR:

  • Los colores, los cerezos en flor, la lentitud, la esencia de la vida rural en Japón.
  • Los personajes están muy bien caracterizados y diferenciados.

LO PEOR:

  • No es recomendable verla con sueño o con hambre.

 

Blanca Álvarez Román

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