NO CULPES AL KARMA DE LO QUE TE PASA POR GILIPOLLAS
Antes de que la industria cinematográfica se abocase de lleno en el bucle fatídico de las readaptaciones y las secuelas innecesarias, tuvo su cantera de inspiración en las adaptaciones literarias. La fusión de ambas artes tuvieron su época dorada no hace mucho tiempo, pero parece que ahora solo interesa plasmar en pantalla el best seller de turno sin necesidad de que este tenga la más mínima calidad. No obstante, lo que en Hollywood puede ser un cartucho de balas con la pólvora mojada, en España todavía es un recurso sin explotar. Y es que aunque nuestros dirigentes desestimen y bloqueen cualquier producto cultural nacional, tenemos una cantera de voces y productos en papel que nada tienen que envidiar a los peces gordos del otro lado del charco.
Por suerte, parece que este año por fin estamos saliendo de nuestro letargo artístico. La simbiosis se produce poco a poco, pero de manera firme: J. A. Bayona abrió las puertas con la adaptación de Un monstruo viene verme (2016), de Patrick Ness, y ahora es el turno de María Ripoll con No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, de Laura Norton.
La historia de la célebre novela de Norton gira en torno a la encantadora y desencantada Sara (Verónica Echegui), una chica madrileña que se niega a aceptar que el sueño de su vida es en realidad una pesadilla que no parece tocar fondo. Su tienda de complementos de moda fabricados con plumas no termina de despegar, sus padres se encuentran en pleno proceso de divorcio y su novio se ha mudado a Londres por motivos profesionales. Y si todo esto no fuese suficiente para echarse las manos a la cabeza, la guinda de este agrio pastel la pone la inminente boda de su hermana con el que fue el amor de su adolescencia, ahora reconvertido en ídolo de masas pop.
La labor de María Ripoll a la hora de dirigir esta película era complicada por partida doble. No solo tenía que solventar el regusto de aquel exitoso desaguisado que fue Ahora o nunca (2015), sino que además tenía que condensar en la gran pantalla un guion hilarante y coral mucho más agradecido al formato televisivo. Quizás por eso, y aprovechando la coyuntura de las aspiraciones profesionales de Sara, la directora catalana convierte Malasaña y su modernidad en el escenario principal de la historia y en su principal sello de identidad. Un envoltorio original con una presentación fresca pero que, desgraciadamente, empieza a oxidarse conforme se va consumiendo el producto.
Pese a que la labor de prácticamente todo el reparto interpretativo esté a la altura de las circunstancias, el principal enemigo de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas es su propio argumento y la construcción de sus personajes. El carisma de Verónica Echegui, la capacidad camaleónica de Jordi Sánchez y David Verdaguer para cambiar de la comedia al drama o la constante necesidad de exponer el cuerpo de Álex García por encima de su talento no son suficientes para tapar los constantes e incoherentes cambios de actitud de aquellos papeles que interpretan. Es cierto que no reaccionamos de la manera más adecuada a los golpes que nos da la vida, pero el espectador que vea esta película no sabe hasta qué punto el masoquismo y el intermitente simplismo de sus protagonistas les hacen merecedores de todo lo que les ocurra.
Tampoco juega en favor de la cinta la sucesión de acontecimientos que tiene lugar durante su metraje, y no precisamente por su componente surrealista. Las situaciones disparatadas siempre son bien recibidas en cualquier comedia. La diversión siempre lleva implícita cierta locura. El problema es que, aunque aquí existe una gran intención de provocar carcajadas, la cadena de desvaríos y dilemas es tan extensa que llega a hacerse interminable. Y si una comedia que pretende ser ligera acaba pesando, algo no está saliendo como se esperaba.
En definitiva, No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas es el resultado de un producto que decidió cambiar a última hora la novedad por la simpatía. Está llena de buenas intenciones, pero quizás se hubiese resuelto mejor si no tratase de contentar a todo el público por igual. Como todo lo hipster, es algo que ya hemos visto en anteriores ocasiones llevado con más originalidad y menos postureo. No es la gran comedia de la temporada, pero dista mucho del humor cutre y casposo que tanto nos empeñamos en mantener como marca nacional.
LO MEJOR
- La ambientación: Madrid y Malasaña nunca habían estado tan limpias.
- El carisma y las buenas interpretaciones de todo el reparto.
LO PEOR
- La pérdida de frescura a medida que avanza la película.
- La banda sonora, digna de lo peor de las radiofórmulas pop españolas.
- Los excesivos y previsibles giros de guion que acaban entorpeciendo el ritmo de la cinta.
Jorge Bastante