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Música de acero destacada - El Palomitrón
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MÚSICA DE ACERO: SONANDO ENTRE TACONES Y BALONES

Hace prácticamente un año comenzaba a sonar Música de acero en mi interior. Gracias a la apuesta que hizo Milky Way Ediciones por Mizu Sahara, guionista e ilustradora de la obra en cuestión, he podido disfrutar de una de las historias más simbólicas de todos los tiempos —al menos en lo que se refiere a lo personal—. Una historia que no sólo nos habla a través de la música o el deporte, sino que lo hace a través de las personas. De sus sentimientos. De sus aspiraciones. Pero también de sus defectos. En definitiva, una obra que sabe tratar las emociones y el devenir del día a día teniendo en cuenta que no siempre brilla el sol, o al menos no lo hace con la misma intensidad.

Música de acero arranca con el siguiente sonido: «¿Cómo debe de ser ese alguien capaz de cambiarle la vida a otra persona?». Un interrogante que flota, a lo largo de la narración, en los pensamientos de Ichinose Kimitaka, el protagonista principal de la obra. Un interrogante que se convertirá en el mantra dominante, e incluso pasará a ser el hilo conductor de esta historia de superación y crecimiento.

Música de acero escena 1 - El Palomitrón

Ichinose Kimitaka es un estudiante de secundaria que desde pequeño practicaba uno de los deportes estrella de muchos institutos nipones: el baloncesto. Dicen que no todas las personas nacemos con un don ni con un aura dorada sobre nosotros, pero en el caso de Kimitaka todo apuntaba a que sí. Una habilidad que le permitió enseñar a sus compañeros de clase y a su vez una habilidad que le apartó totalmente de ellos. Tras un desafortunado incidente todos y cada uno de sus “amigos” deseaban su muerte, no querían ver rastro tan siquiera de su sombra. Una situación que lleva a Kimitaka a tomar una clara decisión, dejar el baloncesto para siempre e intentar empezar de cero —una vez más—.

No es fácil decir adiós a aquello que te caracteriza y mucho menos cuando tienes algo tan especial como unas zapatillas que son la seña de tu (casi) éxito. Decidido. Toca decir adiós a todo. Pero es en ese momento, justo cuando se dispone a tirar sus deportivas favoritas, Kimitaka se encuentra con una chica que va en camino de hacer lo mismo que él, aunque en su caso cambiamos zapatillas por calzado de tacón —concretamente de flamenco—. Y es ese encuentro, ese momento, el que cambiará por completo la vida de ambos jóvenes para siempre, llenando de emociones y nuevas perspectivas sus destinos.

Ni Kimitaka ni Takara son personas con grandes aspiraciones, con grandes sueños que cumplir. Son personas que reflejan el estado de muchos jóvenes en nuestra actualidad y que, tras unas pautas muy bien llevadas, Mizu Sahara sabe plasmar dicha intensidad en cada una de sus líneas. La autora no teme en despojarse de toda la verdad subyacente para construir a sus personajes, y justamente ese aspecto es el que dota a su obra de una realidad rebosante. Una realidad que en ocasiones duele, pero en otras te hace palpitar.

Música de acero escena 2 - El Palomitrón

Posiblemente existan muchos prejuicios a la hora de escoger esta obra entre tantas que existen en el mercado ya sea por su estética o por aspectos tales como el baloncesto o el flamenco; pero mucho más allá que eso Música de acero está guiada para contar una historia de superación, una historia donde lo imposible se hace posible y donde, por mucho que llueva o suene la lluvia, siempre habrá un pequeño espacio para hacer brillar el sol. Un espacio construido entre todas sus líneas, entre todos sus personajes. Un espacio creado para hacerte sonar junto a él.

Es cierto que los primeros compases de la obra puedan no convencer a muchas personas, ya que no se llegan a entender las auténticas aspiraciones de ésta. Pero es con el devenir de la propia historia, tomo a tomo, cuando te das cuenta que no es un slice of life más, estamos ante un nuevo espejo en el que reflejarnos; ya sea para conocernos mejor, o para entender más a Mizu Sahara a través de Kimitaka, Fujimoto o Morino. Es una obra de carácter introspectivo que te hace pensar pero también emocionarte; y eso no lo consiguen todos los títulos de su género.

Música de acero escena 3 - El Palomitrón

Quizá sea eso lo que haga que destaque tanto para mí, o quizá sea el cómo actúan los personajes de cara a cada uno de sus problemas. Porque Música de acero no sólo exhala gritos de felicidad, también lo hace a través del sufrimiento personal. Un aspecto que emplea la autora para hacer crecer a sus personajes y a la propia obra. Y en verdad, a nosotros como lectores. Porque no nos engañemos, necesitamos sufrir y darnos golpes contra la más rígida realidad para seguir adelante y avanzar. Todos somos seres humanos, y justamente esa humanidad se ve reflejada en cada una de las viñetas de la obra. En los llantos, en los bailes, en las palmadas, en los cantos… en el puro sentimiento que esboza la propia vida.

Otorgarle una oportunidad a Música de acero es darle voz a aquello que acalla en nuestro interior. Es darle una oportunidad a una historia en la que, a través de elementos no muy habituales como el flamenco o el baloncesto, nos encontramos ante una serie de situaciones con las que prácticamente todos nos sentiremos identificados. Posiblemente la unión de Kimitaka y Fujimoto sea una parte de la ficción, pero la unión entre la obra y nuestros sueños es parte de nuestra realidad. Mizu Sahara sabe tratar los deseos y las aspiraciones personales con tal cariño y cuidado que hacen de ello la seña de identidad de su obra. Porque en la vida no todo sale según lo planeado, es algo prácticamente imposible. Y gracias a eso mismo, y a cómo consigue reflejarlo a través de su historia, teje una senda en la que no importan los caminos tomados, tan sólo el objetivo final. En esta ocasión, luchar por aquello que te hace palpitar; en ocasiones será la música, en otras el deporte; pero en todas ellas, simbolizará el anhelo de la propia existencia.

«Puede resultar difícil tener que empezar un nuevo día después de uno malo. Y aunque a veces ocurren milagros que los hacen brillar… siempre nos quedará el amanecer.»

Marisol Navarro

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Publicista aficionada de las películas, las series y el cómic en general. No tengo un género preferido, pero todo lo gore me apasiona. Adoro viajar, y si algún día consigo ir a Japón, sin duda para el trayecto tendré preparada toda la obra de Sui Ishida.