MÁS ALLÁ DE ORIÓN
El pasado noviembre, y por razones obvias, la editorial Héroes de Papel publicaba «Más allá de Orión«, de la escritora y periodista Ana de Haro, para rendir homenaje a una de las grandes obras de la historia de la ciencia ficción en el cine. Un título que se sumaba a la ingente cantidad de textos que esta joya de Ridley Scott ha propiciado a lo largo de los años, especialmente desde que el mercado del VHS la upase al olimpo de los grandes títulos de culto en los 80 y los 90.
No es raro que a uno le asalte la pregunta de si es necesario otro libro sobre Blade Runner, o que se acerque a «Más allá de Orión» con un poco de recelo, especialmente si uno es fan de la película de Ridley Scott, pues a buen seguro habrá leído decenas de escritos sobre la obra, ya sea en forma de críticas, artículos, especiales o incluso verdaderos ensayos desgranando con mucha minuciosidad todo el abanico de temáticas que se abordan en el filme. Incluso si no se abordan en el filme, no resulta nada complicado para algunas plumas aventajadas encontrar sólidos (y cómplices) puntos de partida para armar las más variopintas teorías desde destellos que rozan la mera casualidad. Blade Runner es uno de los largometrajes con más lecturas y subtextos que podemos encontrar en la historia del cine, y también una de las obras sobre las que más se ha escrito.
Con este punto de partida las primeras páginas de «Más allá de Orión» no hacen en absoluto justicia a todo lo que encierra más adelante, una verdadera cueva del tesoro en la que su autora Ana de Haro estructura de manera muy brillante un universo de teorías, simbolismos e interpretaciones casi inabarcable que a buen seguro será disfrutado por los dos perfiles de lector al que va dirigido: los nuevos fans de la película de Scott con devoción incipiente y los veteranos, los que ya con cierta edad cumplida no son nuevos en la materia y conocen bastante bien los puntos de conflicto de esta, para casi todos, obra maestra del cine.
Debatir o discutir acerca de la película ya es algo que el cinéfilo ha somatizado como algo normal cuando llega Blade Runner a la conversación. Tan normal como que después del relámpago llega el trueno. Son ya cuatro décadas jugando a un juego del que nadie se cansa, por mucho que le cabree a su director que le sigan haciendo preguntas en las ruedas de prensa sobre el título más complejo y poliédrico de su filmografía. Y de esta infinita reflexión tienen buena culpa los 7 montajes diferentes con los que cuenta el largometraje, pues aunque sus diferencias son mínimas y casi imperceptibles para el espectador despistado, lo cierto es que han alimentado el eterno debate de si Deckard es o no un replicante. Y da igual lo que diga su director porque los fans han ido adoptando a lo largo de los años como credo su versión favorita, aquella en la que quieren creer y aquella que defenderán a capa y espada, frente al mismísimo director de la obra si se tercia. Y así, acontece lo inaudito, que el autor de la obra, Ridley Scott, sea despojado de autoridad no solo por los fans o escritores del más variopinto bagaje (qué romántico todo lo anterior a las redes sociales…) sino también por el propio protagonista de la película, un Harrison Ford que sí defendía la humanidad de Deckard y la señalaba como un elemento imprescindible para construir al personaje. Y es que, quizá, y a fin de cuentas y como ya dijo Pedro Vallín en su monumental ensayo sobre la obra, «Blade Runner es mejor que Ridley Scott».
Hace pocas semanas Alberto Corona, un compañero que pocas veces dice tonterías, planteaba en las redes sociales si Blade Runner 2049 (la ejemplar secuela que Dennis Villeneuve firmó 25 años después) era mejor que el original, y el carrusel de respuestas en apoyo a la obra de Scott no se hizo esperar, pese a que sí hubo usuarios que señalaban a la secuela como una gran película capaz de rivalizar con su predecesora o incluso superarla (a veces no hay valentía sin provocación). Si una es mejor que la otra, es una discusión a la que aún le quedan muchos años de vida y que no se va a resolver en estas líneas, pero sí es indiscutible que el Blade Runner de Ridley Scott disfruta de una condición de película de culto (precisamente construida en base a estos 7 montajes diferentes) que la obra de Dennis Villeneuve tiene muy difícil de alcanzar. Y también acumula algunos momentos para el recuerdo (el test Voight Kampff que abre la película o el encuentro de Roy con Tyrell) o directamente para la historia (ese monólogo bajo la lluvia de un replicante que en sus últimos estadios desarrolla la empatía coronar su travesía hacia la plena humanidad) que su secuela no tiene. Aunque si hablamos de los apartados estrictamente narrativos Blade Runner 2049 tiene mucho que decir, y no sería una locura que en este apartado superase a su original. Y ahí lo vamos dejando…
Sea como fuere, ambas películas están analizadas, y de maravilla, en «Más allá de Orión«. Desde las clásicas lecturas sociales, atropológicas, religiosas o socioeconómicas de Blade Runner y los elemento que tomó y rechazó de la novela de Philip K. Dick hasta la acertada continuidad visual y simbólica que supone Blade Runner 2049, una evolución natural y orgánica orquestada desde el respeto total a los iconos de su antecesora. Especialmente estimulante es el juego de espejos que se entabla en sus páginas, estableciendo un diálogo entre ambas películas en el que prima el carácter complementario de ambos títulos (La secuencia de arranque de Blade Runner 2049 en la que K «retira» al replicante interpretado por Dave Bautista recupera una escena que se descartó para Blade Runner) y que arroja nuevas e interesantes perspectivas sobre el filme de Villeneuve, el menos explotado por los ensayos, al menos por ahora. Y siempre todo en perspectiva, con el fascinante dilema del qué es lo que nos hace humanos como punto de fuga de todas las miradas sobre el díptico. ¿Acaso nuestra inteligencia, nuestra moralidad, nuestro lenguaje, nuestro alma o nuestra empatía son factores inimitables por ninguna máquina? Para Isaac Assimov ciertamente no cabe duda de que el ser humano es inalcanzable pero en la obra de Philip K. Dick las fronteras son tan difusas que los humanos deciden limitar la vida de los replicantes a cuatro años, asegurándose así de que en caso de brillar con el doble de intensidad, las máquinas no supongan una amenaza ¿o relevo? tangible para la especie humana.
Y además los necesarios secretos y curiosidades de los rodajes, y dos aciertos totales, como son sus capítulos dedicados a la arquitectura de la película de Scott (bendito tridente Alejandro Jorodowsky – Moebius – Syd Mead) y a las mujeres que pueblan su universo tiñiéndolo de violeta, que no son pocas y que asumen un rol clave en Blade Runner 2049, secuela en la que la naturaleza femenina se erige como dovela en el arco de la evolución y la supervivencia.
«Más allá de Orión» no sobra. Al contrario. Con el pasar de sus páginas confirma que es una obra mortal de necesidad para el fan, porque su autora bucea en un vasto océano bibliográfico y se las arregla para conseguir encontrar la fórmula para ordenar varias cordilleras de información sin dejar a un lado las posiciones más personales. Solo echamos en falta en la bibliografía de la obra el musculoso ensayo del periodista Pedro Vallín mentado más atrás, escrito para celebrar la llegada a las salas de una de las secuelas más complicadas y satisfactorias de la historia del cine.
Encuentren pues el momento, silencien sus dispositivos y viajen una vez más al lluvioso Los Ángeles de 2019 o al dominado por la nieve ácida de 2049. Cualquiera de los dos destinos es un acierto. Y si no tienen suficiente, prueben a comprarse una oveja.
FIRMAS INVITADAS: PEDRO VALLÍN
MEMENTO DEL HOMBRE BLANCO SOBRE FONDO NEGRO
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