LION
Encontrarse a uno mismo siempre es una tarea compleja. Buscar algo tan crucial como la identidad propia a través de un escenario tan mutable como el tiempo supone una tarea que puede llevarnos años o, incluso, una vida entera. Tampoco el mecanismo de exploración es igual para todos. Los hay que prefieren indagar en el futuro, mientras que otros rebuscan en el pasado para encontrar aquello que los hace únicos y tonifica su existencia. En todo caso, la reafirmación no es sino una de las necesidades más vitales para cualquier ser humano que quiera vivir en paz consigo mismo.
Este constante desasosiego vital es el que Garth Davis ha querido plasmar en Lion. Basada en una historia real, el primer largometraje del australiano narra el enrevesado viaje emocional que Saroo Brierley realizará para conciliar pasado, presente y futuro. Un camino que ha logrado hacerse con nada menos que seis nominaciones a los Oscar, pero cuyo trayecto no está exento de algunas rocas que pueden entorpecer el recorrido.
Son muchas las cosas que funcionan en Lion, pero también hay unas cuantas que debilitan el conjunto. Uno de los grandes aciertos es su estiradísimo prólogo. Aunque solo parezca una simple introducción para contar la historia eje del filme, la fortaleza de sus imágenes y sus silencios logran crear un nudo en la garganta del espectador. Nadie puede salir anímicamente ileso ante el fatídico destino que le espera al pequeño Saroo cuando se separa accidentalmente de su hermano mayor. El tren solitario en el que despierta no solo es una confirmación de lo lejos que está su familia, sino también una premonición del horror que vivirá en los próximos meses.
El primer acto de la cinta es un desfile de distintos pasajes de una historia de terror que todavía se vive en lugares como la India. Una historia que nos puede parecer lejana, pero que existe e impacta cuando se nos exhibe ante nuestros ojos. No es fácil sobrevivir en un mundo carente de valores y repleto de pobreza, y Garth Davis logra plasmar esta realidad gracias a la interpretación del joven Sunny Pawar. El actor, con apenas 8 años de edad, sostiene casi en solitario todo el peso de este segmento de la función. Lo hace con un magnetismo irreprochable, plasmando en su mirada y en su tímida tristeza la desesperación de un niño a la deriva de su propia existencia. Una actuación impecable, pero también un lastre para lo que está por venir.
Desgraciadamente, la segunda mitad de Lion no está al mismo nivel que su predecesora. La intensidad del joven Saroo se pierde en su madurez, cuando su supervivencia le pasa el testigo a los problemas de la vida en el primer mundo. Su incapacidad de conciliarse con el presente y la presencia cada vez más insistente de su pasado no están tan bien trazadas. Los motivos de su búsqueda no logran materializarse con tanta consistencia. Su enfrentamiento consigo mismo apenas consigue remover algo en la conciencia de quien lo observa desde fuera de la pantalla. Y no es culpa de la idea preconcebida sobre cómo va a terminar esta historia, sino de la pérdida de pasión que se ha diluido en el itinerario.
La laxitud de este segmento se plasma también en las interpretaciones del reparto. Dev Patel (Chappie, Slumdog Millionaire) está tan desubicado como el Saroo adulto, mientras que la intensidad estática de Nicole Kidman (Las horas, Moulin Rouge) tampoco incita a la implicación. Sí es cierto que hay momentos en los que ambos logran su cometido con creces, pero no parece ser suficiente como para que los dos hayan logrado cierto reconocimiento en las entregas de premios de esta temporada. Mucho peor es la intervención de Rooney Mara (Carol, Her), relegada a un interés amoroso sin ningún tipo de relevancia en la trama.
Como ópera prima, Lion es un ejercicio notable. Es muy complicado llevar una historia repleta de sensibilidad desde la sutilidad en vez de recurrir a la lágrima fácil. Garth Davis maneja bien sus recursos, pero todavía le queda práctica para llegar a dominarlos por completo. La labor sensibilizadora que podría tener esta película queda empañada por su evidente intención de triunfar en las ceremonias cinematográficas. Sus extremos, aunque bien ligados, no logran fusionarse a la perfección. Aun así, el mensaje que lanza Lion es poderoso y universal. Todos podemos encontrar nuestro lugar, incluso cuando este nunca lo fue.
LO MEJOR:
- La interpretación de Sunny Pawar, conmovedora desde su escasez de palabras.
- La elegancia de Garth Davis a la hora de retratar algunas de las aberraciones morales del tercer mundo.
- Su banda sonora, tímida y llena de sensibilidad en sus acordes.
LO PEOR:
- La construcción del conflicto interno del protagonista en su etapa adulta y su tumultuosa resolución.
- Rooney Mara, completamente prescindible.
Jorge Bastante